A Maru la incómoda aquella situación. Se encuentra entre dos aguas y no sabe cómo actuar. El muy astuto de Alejandro, alegó un compromiso para no calarse las estériles discusiones del par de... ¿Enamorados? Su cabeza no encuentra otra razón, por la cual dos adultos normales, se comportan así.
—Por este camino, vamos a llegar al 31 de Octubre, obligados a pagar a alguien para hacer lo que nosotros haríamos a las mil maravillas, poniendo un poco de nuestra parte. —protesta cansada Mariana.
—No te preocupes, estamos bastante adelantados. –interviene Jacky defendiendo su punto de vista. —Apenas llegue Ale ensayamos los pasos y...
—Recuerda su posición... –la interrumpe Francisco
—Ale siempre se pondrá de mi parte. —acota Jackeline, obviando su comentario. — Si no te gusta...
−Veo que seguimos trabajando en "Perfecta armonía". —los sorprende Alejandro, en el momento preciso. Ninguno atina a comprender por dónde ha entrado. —En lugar de un baile, debemos montar una batalla campal, nos saldría fenomenal. — ironiza viendo a sus dos amigos discutir. —Todos contra todos a ver cuál sobrevive.
−¡Tienes razón! —le encanta la idea a Mariana. —Si ponemos la pasión y el resentimiento que nos profesamos, a tal punto de poder transmitirlo al público...
— ¡El escenario estallaría! —se deja contagiar también Francisco, terminando la frase por ella.
— ¡Sería perfecto! —se le enciende al fin, la veta inspiradora a Jackeline, comenzado a diagramar los pasos. —Podemos montar una especie de circo romano o cuadrilátero, donde finjamos un combate con música de la película Rocky.
—Terminando con los hombres en la lona, noqueados por "El sexo débil". —se regodea Maru.
—Como sucede siempre, por supuesto. —admite Francisco, dirigiendo una significativa mirada a Jacky. —Nos disfrazamos de gladiadores romanos o como en la lucha libre con el rostro cubierto por una máscara y trajes muy vistosos.
Luego de tantos días perdidos, se organizan, comenzando a practicar en serio. Mariana se siente cómoda bailando con Francisco; es más dócil y su contacto no la altera. Alejandro, en cambio, parece tener electricidad en las manos, le produce escalofríos y taquicardias impidiéndole concentrarse.
—Salta sobre mí cuando cuente tres. –explica paciente su tutor. –Así puedo usar tu propio impulso para alzarte sin dificultad. —la sujeta con fuerza por el talle para mantenerla unos segundos sobre su cabeza con ambos brazos estirados, antes de hacerla rodar a lo largo de su cuerpo, hasta tocar con suavidad el suelo, donde los dos se confunden, fingiendo una interminable lucha a muerte.
—Lamento interrumpir. —los encuentra el padre de Alejandro, uno en brazos del otro. –Pero necesito con urgencia tu confirmación. —observa significativamente a su hijo, bajo el cuerpo de la maldita trepadora. —Serán apenas unos pocos minutos y podrás volver a tus "labores". –acentúa sarcástico.
—¿Qué se te ofrece ahora? —pregunta seco Alejandro, apenas abandonar el salón de música. Nunca se la ha llevado bien con su padre, tienen procedimientos muy diferentes para alcanzar sus objetivos.
−Quise asegurar el cumplimiento de mis órdenes. —satisfecho, le da una palmada en el hombro. —Pero ya comprobé tu magnífico desempeño: Lento pero seguro.
−Sólo viste la práctica para un baile de caridad. No te equivoques. —aclara enfático su posición —Desde el principio, te advertí que no contaras conmigo.
—Nunca lo he hecho. —cambia su actitud de inmediato, pegándolo con violencia contra la pared. —A veces me pregunto, si en realidad eres mi hijo. —levanta la mano amenazante a la altura de su cara, tratando de amedrentarlo, como hacía cuando era pequeño; sin embargo, Alejandro sostiene su mirada con la firmeza de siempre. —Pensé que los golpes te habían enseñado, pero siempre te he sobrestimado. —hunde su estómago de un puñetazo. –Ni se te ocurra actuar a mis espaldas. —amenaza antes de volverlo a golpear, esta vez en las costillas. —De llegar siquiera a sospechar que te has confabulado con esa ramera para intentar despojarme de mi patrimonio, los hundo a los dos.
−No fui yo, quien te desheredó. —lo enfrenta decidido, sin mostrar reacción alguna ante sus agresiones. —Además, un millón de dólares es suficiente para cualquiera.
— ¡No me compares, no soy cualquiera! —sujetándolo por el cuello, lo obliga a callar. —Soy Mario Murray Zuluaga, no me conformo con migajas, pudiendo tenerlo ¡Todo! —se aleja furioso sin decir una palabra más, mientras reflexiona: —Como siempre debo encargarme yo, usando mis propios métodos.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...