Parte sin título 19

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            Se acostumbró a estar con Al cuando Maru salía. Le hace mucha falta. Tiene miedo, se encuentra solo, hace rato escucha ruidos extraños. Con nerviosismo observa el reloj pulsera que le regaló por aprender a nadar. Las nueve y treinta de la noche. ¿Qué sucede allá afuera? Las voces le son desconocidas, pero el léxico no. Es raro, como si los de la casa y el barrio se unieran para asustarlo. Su corazón late con desesperación a cada puerta que se abre. Como si buscaran a alguien... ¡A él! Entrando en pánico corre a esconderse debajo de la cama. Ahí no es seguro. Debe huir, escapar. No sabe de qué o de quien, pero es mejor obedecer a su instinto como le enseñaran Maru y Alejandro...

−¡Apúrate antes que llegue la marucha. –abren su cuarto, revisando incluso bajo la cama. –El patrón ordenó buscarlo hasta debajo de las piedras y si se pone muy cómico, ya sabes. –se pasa el índice por el cuello.

−No me gusta matá chamos. –refuta el otro rascándose la cabeza nervioso, mirando en todas direcciones. –Además dijo que es pa' que Marucha arrugue.

-Si, pero después que la obliguen a cruzar la frontera no va a importá si tá vivo o no. –ya tiene varios muertos encima, uno más no significa nada. Por lo demás es más fácil cargar un cadáver que un niño chillón y malcriado.

Es tarde. Aprovechando la ausencia de Alejandro se queda más de la cuenta. Sin su constante vigilancia es fácil salir y entrar a cualquier hora sin problemas.

Acostumbra dejar la camioneta lejos del barrio en un estacionamiento privado. Aunque le extraña no ver al encargado al entrar, no le presta mucha atención, caminando directo hacia su vehículo. Le da mala espina la soledad, junto al silencio reinante. Con el control remoto enciende las luces, desactivando la alarma. Apenas tocar el picaporte, se percata que algo no anda bien. Unas sombras cruzan con rapidez y le hunden el cañón de un arma, en la espalda al tratar de correr.

−Quietecita ricura. –murmura una voz con fingido acento urbano. –sería una lastima pasate pal otro lado sin gozáte primero. –la pega lascivo contra su cuerpo. –sube sin gritá, pórtate bien. –  arrebata  las llaves y  se las tira a su compinche, mientras la empuja dentro del auto.

La semi penumbra del lugar le impide verles el rostro, pero ninguno lo lleva cubierto. Peligroso. Si no les importa que los reconozca, es porque piensan matarla. Pasan frente a vigilancia con los vidrios cerrados sin ser vistos. Mientras uno conduce, otro la mantiene apuntada y el tercero no cesa de manosearla.

−Yo no pelo este boche. – la somete a la fuerza. – Si no colaboras va se peor pa ti. –la hala por el cabello. –Porque te vamos a goza los tres a la vez.

−No te pases. –interviene el de la pistola, separándolo de un manotazo. –Acuérdate lo que dijo el patrón.

−No jodas. –saca también, una nueve milímetros. –Si el catirito quiere come será después de mí.

−¡No te tengo miedo! –reacciona con fiereza Mariana, disimulando el pánico que la consume. –ustedes no saben con quien se están metiendo. –arremete contra el que la toca, rompiéndole la boca de un puñetazo –Primero muerta antes de que me...

Sin consideración alguna, el delincuente la hace callar partiéndole el labio de un golpe. –Aquí mandamos nosotros, Maru. –se carcajea el que conduce, saliéndose de la carretera principal para pararse con las luces apagadas, frente a un mirador. Enciende las luces  internas,antes de   entregar rota en sus manos, la cadena que le comprara el maracucho gringo, el día que bautizaran a Samuel. – ¿La reconoces? – pregunta irónico conociendo de antemano la respuesta. Desesperada, mordiéndose el labio inferior para contener el llanto, reza Mariana en silencio, sin saber si serán sus últimas plegarias, en vano. ¡Ya la tienen cómo quieren! Pálida, abatida y derrotada. –Nos obedeces en todo o no lo vuelves a ver.

−Aquí no tengo nada. –trata de ganar tiempo a pesar de lo horrible de su situación. –Si me dejan llegar donde vivo, la persona que administra mis bienes les dará todo cuanto pidan.

−¿Pa qué pedí a otro, lo que me puedo merendá ya? –de un tirón le rompe la franela que lleva puesta, tumbándola con su peso en el asiento trasero. Sin reflexionar en lo que puede pasarle, dejándose llevar únicamente por el instinto de supervivencia; golpea, araña, muerde y patea al delincuente.

−Si me matas no tendrás a quien cobrarle el rescate. –logra incorporarse otra vez, jadeante por la lucha.

−Igualito el ingeniero nos pagará el trabajito, cuando regrese mañana. – se burla el chofer. –Después de muerta tú, liquidamos también al mocoso.

A pesar de equivocarse casi siempre, al juzgar a las personas y las innumerables traiciones sufridas, jamás lo esperó. Ser violada o asesinada de un balazo en la cabeza no la afecta tanto. Ni gritar puede para desahogar tanto dolor. –Eso no puede ser. –su corazón se niega a aceptar, lo que su mente apenas asimila.

−¿Por qué crees que hizo un viaje relámpago al norte? – complementa el que no deja de apuntarla. –Pa' no levantá sospechas y salí inocente en este asunto. –se divierte dando más detalles, nunca vio a la Marucha tan abatida, no es tan dura como grita a los cuatro vientos. –¿Cómo piensas que te encontramos? –al fin la humilla como se merec. –Le sacó toda la información al carajito y nos la pasó a nosotros.

−Si hasta sabemos donde duermen y el día libre de los vigilantes. –se une al coro de burlas el que la manosea.

−¿Para qué comentan con detalles, si igual me van a matar después de ultrajarme?

-Pa' que "colabores" si nos gusta como lo haces, hasta podemos devolvéte al chamo en unos días. –miente con descaro.

Por su hijo es capaz de sobreponerse a todo. Sacando fuerzas de su propia desesperación, indaga, –Si está vivo ¿Por qué no lo sueltan de una vez? Estoy dispuesta a darles el triple de lo que les hayan ofrecido. Tengo más dinero del que se puedan imaginar. Tanto que si lo dejan en libertad, donde yo pueda hallarlo, no pasaran más necesidades nunca, ustedes o su familia. – cambia de táctica, conociendo muy bien, el lado flaco de todos los pobres. –Se podrán ir donde quieran a vivir como ricos.

−No somos tan idiotas, como crees. – no se deja engañar el conductor que funge de jefe del grupo. –Si te dejamos sana, saldrás corriendo a denunciarnos y quien nos ordenó el trabajito nos manda a linchar.

−Marucha nunca ha sido una soplona, siempre cumple lo que promete. –ahora más que nunca, necesita hacer valer su fama de pendenciera para salvarse.

−A mi me parece bien. –se deleita acariciándola, ya sin resistencia de su parte

–Si abre el pico, le mandamos a Samuel, en una bolsa plástica. – acota otro.

−OK –se rasca la cara sin afeitar el que la apunta. A lo mejor hasta le sacan plata a ambos y desaparecen bien lejos, antes que se den cuentan del fraude. –Vamos a negocia. –acepta dando una minúscula esperanza, a Marucha.

−De hoy en ocho. – si siguen con el plan original, no se enterará ninguno de su juego, todos quedan contentos y ellos serán ricos. –Cuando baje un poco la marea, te vas aquí. –señalaba el auto. –Rumbo a Colombia. –le pasa la lengua por el cuello. –Después de cruza el puente de San Antonio, te vamos a llamá pa' explicate,  donde dejamos al chamo. –miente, sabiendo  que allí la estarán esperando para asesinarla. –Sin decí ni pío a la policía, te quedas por allá y no vuelves más. – puntualiza, satisfecho. –Eso si quieres llega a vieja con tu hijo, claro.

−¿Por qué esperar tanto? –suplica asqueada, del que no cesa de tocarla. –¿Por qué no dármelo apenas les entregue el dinero?

−P'a  asegurá que no nos vas a delatá.

−Ya basta de charla. –apremia el que no se le quitar de encima. – ¡Vamos a goza! –comienza a quitarle el ajustado jeans, cuando la sirena de un carro de policía, se deja oír muy cerca del lugar. –¡Maldita sea! –se incorpora contrariado. –¡Arranca! –exige furioso. –Llévanos donde la pueda cogé a mis anchas.

−No pana, ya los tenemos encima. –sale corriendo el chofer.

MarianaWhere stories live. Discover now