Pierde la noción de cuantas horas lleva caminando, el dolor de espalda es insoportable, los pies le pesan como plomo. Es el segundo túnel que recorre desde que se separara de Mariana. Al terminarse la soga, decide recorrer unos cuantos metros más, sin conseguir ni rastros, por lo que retrocede dejando la cuerda como señal. También le preocupa no tener noticias de ella. Por más que le habla, solamente obtiene la estática como respuesta. Ya casi se le acaba también este mecate sin hallar nada. Se devolverá a dormir un par de horas antes de reanudar la búsqueda. Necesita comer y descansar un poco para recuperarse. De repente, escucha a lo lejos el sonido inconfundible del pito que le entregara a Mariana.
−¿Qué sucede? –trata de comunicarse por radio. Sin esperar respuesta corre hacía la bóveda que se abre a las distintas galerías. Ahora escucha con mayor claridad el agudo silbido. Trata de precisar el lugar de donde proviene, cuando al fin, la radio funciona
−Alejandro... ¡Creo que lo encontré! –es difícil descifrar sus palabras. –No estoy en el mismo pasillo. –la señal va y viene con mucho ruido. –Marqué con una cinta verde el último al que entré. –otra vez la interferencia. –Si logras oírme, trae algo que nos sirva para bajar y trasladarlo.
Con nuevos ánimos, mete varios aparejos, tablas, vendas, mantas, una especie de hamaca. Luego ilumina todas las entradas hasta ver la indicada por Maru, andando a toda prisa por el estrecho callejón. Al terminarse la cuerda, el camino se bifurcaba en dos. Escucha más cerca el silbato sin llegar a descifrar cual es la ruta a seguir. Alumbra en todas direcciones hasta encontrar una señal. Justo en la entrada a la derecha, ha dejado un signo inconfundible de su paso por allí. Como bandera en una piedra saliente, está colgado un sujetador de encajes negro. A pesar del cansancio, sonríe por sus locas ocurrencias. Camina tan rápido como lo permite el escabroso sendero que a cada instante se estrecha más. Una enorme roca tapiada por un derrumbe marca el final del camino. Preocupado por no oír el pito de Maru, suena el suyo. De inmediato echan a volar decenas de murciélagos, obligándolo a inclinarse para evitar caer al despeñadero que se abre a sus pies.
−Aquí abajo. –percibe su voz proveniente del fondo, sin poderla distinguir en la oscuridad. –Se partió el bombillo del casco con la caída.
−¿ Cómo estás? –afinando el oído intenta localizarla, preocupado por su estado.
−Es lo menos que importa. –aunque no lo admita nunca, escucharlo la reconforta. –Lánzame algo para alumbrar. –pide con premura –Lo vi en el fondo antes de apagarse la linterna, pero por más que lo llamo y grito, no responde.
−Espera. –clava una argolla en la piedra, usando la polea para deslizarse. –En un momento estoy contigo. –pasando la cuerda por sus arneses, llega hasta la saliente donde se encuentra Maru. – ¿Qué te pasó? –la ilumina de arriba abajo, se fija en su pierna inmóvil y la extraña posición en la cual permanece. –¿Puedes caminar?
−Debe estar desmayado. –evita contestar.–se fue rodando la linterna y se apagó a su lado. –explica escrutando en la oscuridad.
-¿Y tú? –insiste en averiguar su estado, mientras clava otra anilla en la roca. –Me extraña que no te lanzaras a rescatarlo. –comenta observándola con atención.
−¡Apúrate carajo, yo no importo! –grita desesperada.
El descenso se hace difícil y peligroso debido a lo resbaladizo del terreno, a cada paso provoca un nuevo derrumbe, temiendo por un alud. Cuando por fin logra afirmar ambos pies en un lugar plano, deja escuchar el silbato. Alumbra a todas partes hasta dar con él.
Por milésimas de segundos lo paraliza la impresión. Es preocupante la forma en la que se halla: Los cuatro miembros lasos, yacen extendidos,le falta un zapato y la cara permanece pegada al suelo. Rogando en silencio que se trate de conjeturas locas por su mente cansada, se acerca corriendo. Sin moverlo siquiera, coloca sus dedos sobre el pálido cuello. Suspira aliviado al comprobar su respirción. Duda en voltearlo, para no agravar su estado, aunque sabe que tendrá que sacarlo de allí él solo. Algo grave le pasó a Mariana, impidiéndo bajar ella misma a buscarlo. Con sumo cuidado, palpa su cabeza, cuello y espalda. Tiene una enorme protuberancia a punto de sangrar en la parte posterior del cráneo, pero no parece haber fracturas.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...