El resto del tiempo lo dedica a Magda y a Samuel. Sin forzarlo, con mucha paciencia, le ayuda a superar su miedo al agua, poco a poco. Para comenzar se meten los tres al jacuzzi a chapotear y jugar. Con ayuda del instructor de natación se sumergen con flotantes y salvavidas en la parte más baja de la piscina. Después para no desentonar delante de Magdalena que parece pez en el agua, Samuel se atreve a llegar un poco más profundo solamente con los flotadores de los brazos. Fascinado y nervioso, grita al comprobar que se desplaza sin el salvavidas
−¡Gracias pana! –a punto de ponerse a llorar, se aferra emocionado al cuello de Alejandro –Maru no lo va a creer cuando le cuente.
−No se lo digas todavía –propone correspondiendo al abrazo. –cuando nades mejor, le damos la sorpresa.
Los días pasan a la velocidad del rayo. Entre los juegos con los niños y la preocupación por tener que dejarlos solos, llega el momento de su partida.
−¿Qué pretendes embaucando a Samuel? –lo intercepta Maru en la escalera.
-¿Embau qué? – la inexplicable ansiedad que crece en su interior, le impide oírla correctamente.
−Engañarlo, fingiendo que te importa –lo acusa irritada.
−No lo engaño. – ¿Qué le molesta tanto? Sus negros ojos chispean de rabia. –Creo que necesita una imagen masculina positiva para afianzar su personalidad.
−¿Y tú eres esa Figura positiva? –se burla señalándolo despectiva.
−Al menos soy mejor que tus amigos del barrio. –no se da por aludido, no tiene la menor intención de discutir, menos después de lo ocurrido entre ellos. –Es necesario drenar un poco el veneno que le has inoculado, en contra de los de su mismo sexo.
−¿Para qué? –teme que después sea más dura la separación.
−Para que aprenda a quererse, aceptarse y estar orgulloso de ser un hombre. – ¿Llegará el día en que conversen tranquilos sin reñir? –No sé cuál es la razón de hacerle creer que todos somos unos aberrados, buenos para nada.
−Trato de liberarlo del maldito machismo. –se le hace casi imposible permanecer enojada a su lado. No puede alejar de su mente, aquella fabulosa entrega, de la cual, él parece haberse olvidado por completo.
−¿Convirtiéndolo en un escéptico asustadizo, con la autoestima por el suelo y desconfiando hasta de su sombra? –aprovecha su desconcierto para terminar de bajar.
−¡Claro que no! –su estúpida afirmación la indigna. Atormentarlo es lo menos que desea, por el contrario pretende hacerlo fuerte y valiente. – ¡No te quiero cerca de Samuel! –grita furiosa. –Mientras menos contacto tengas con nosotros, menor será el daño que nos causes, más fácil será continuar nuestras vidas sin ti, olvidándote para siempre.
--Como gustes. –acepta condescendiente, dando la espalda. Fue un idiota al pensar que las cosas podían cambiar entre ellos.
¡Se ve tan elegante con aquel sobretodo gris! Cada día, Mariana lo siente más dentro de su ser. Le provoca tocarlo, acariciarlo, besarlo...
−Cuídalo mucho. –se vuelve sintiendo su mirada. –No lo dejes solo, evita salir de noche y...
−¿Te vas tres días o un mes? –frena su intromisión. –No pienso cambiar mis costumbres por tu viaje.
−Maru, por favor. –se ha acostumbrado a llamarla como el niño. Bajando la voz, intenta convencerla. –Me preocupa su seguridad.
−Tengo siete años encargándome de él sin tu ayuda. –sujetándolo con ambas manos, por la solapa, lo reta. –No te necesito para nada.
−No dudo de tu capacidad. –no hace ningún esfuerzo para soltarse, al contrario la hala por la nuca.
−Pero te quieres aprovechar de tu edad y tamañote para manipularme. –musita rozando sus labios.
−Tal vez sea cierto. –acercando más su boca a la suya, se despide con un beso largo, exigente, demoledor. –Me atraes más allá de lo sensatamente normal y eso es muy peligroso para ambos, es preciso alejarte de mí. –afirma entre besos.
A Mariana, la toma de sorpresa su propia reacción. En lugar de golpearlo, pateándole los testículos, extasiada por completo, se ciñe a su cuerpo. Disfruta el momento a plenitud; es el único que sabe besarla con tanta pasión y delicadeza a la vez. Una extraña sensación invade todo su ser, llenándola de mil emociones con ganas de cantar, bailar y reír.
−Ya te estoy extrañando muchachita. –la separa al fin. –Cuídate mucho. Ahora además de hermosa y joven tienes demasiado dinero. –deja aflorar su preocupación. –La peor de las combinaciones para una mujer sola. –habla rápido, con ganas de salir huyendo de su encato. –Regreso el jueves. –termina de irse, dejándola sin palabras al pie de la enorme escalera.
-Si quieres, puedes acompañarnos hasta el aeropuerto. – sugiere Francisco apareciendo a su espalda, –Samuel también quiere ir.
¿Se le notará la culpa en la cara? Sabe que traiciona a quien le brinda su confianza desde el principio. Debió rechazarlo, golpearlo... Jacky no se merece aquello.
−¿Te ocurre algo? –le extraña su silencio. Generalmente es una parlanchina incorregible.
−Vayan ustedes. –le salen con dificultad las palabras. –Yo tengo muchas cosas por hacer. –no soporta estar a su lado en esas condiciones. Es preferible huir, poner tierra de por medio. Cualquier cosa, menos verlo.
−Si Maru no va, yo tampoco. – como siempre la secunda Samuel. –No quiero verlo irse solo. – abraza a su madre, buscando apoyo y consuelo.
−Quiero contratarles un guardaespaldas. –piensa en voz alta, apenas subir al auto de Fran.–Siento un escalofrío raro al dejarlos.
−¿Otra vez con tu miedos infundados? –se preocupa, su amigo. –¿Aun crees que tú y todos los que te rodean están en peligro? –Siempre ha catalogado como delirio de persecución, al sentimiento que lo invadiera, desde la trágica muerte de su mujer, con siete meses de embarazo. Sostiene que el accidente fue provocado. Al igual que su difunto abuelo, insiste en que intentaron matarlo.
−Era yo y no Elizabeth quien debió estar en mi auto. –tantos años transcurridos no lo han hecho cambiar de opinión. –Sabes lo fanático que soy con mantener en perfecto funcionamiento mis cosas. No creo que haya fallado el auto. –recalca su teoría. –Hasta Beth me reclamaba pasar más tiempo bajo el, que sobre ella. –aún no supera su perdida.
−¿Vas a seguir echándote la culpa?
−Bien sabes cuánto detesto sentir estas cosas. –sacude la cabeza para alejar sus sospechas. –No es algo que busque, simplemente llegan y ya.
−No le prestes atención. –pide entrando a la autopista. Aunque a veces dejándose influenciar por los malos recuerdos de su amigo, termina preguntándose qué hubiese pasado de ser él y no Beth, quien buscara a sus suegros. – ¿Cómo ves mi futuro con Jacky? –insiste en cambiar el rumbo de sus pensamientos.
-Ni a mí me ha vuelto a hablar, por estar jugando a abogado del diablo contigo. –comenta, mirando caer la pertinaz lluvia, que como siempre provoca congestión, en el tráfico capitalino. –Ya decidí, no meterme más en sus asuntos. –le molesta el corneteo de los chóferes impacientes. –Habla con ella, convéncela tú. –tiene demasiadas preocupaciones con Mariana y Samuel para agregar una más a su lista. –El amor todo perdona, un desliz lo comete cualquiera.
-Si, pero tu prima es muy rencorosa.–lleva mucho luchando, casi no le quedan esperanzas.
−De tener la oportunidad de volver a amar. –suspira acercándose al aeropuerto internacional de Maiquetía. –Soy capaz de enfrentarme a un dragón de siete cabezas. –rememora la obra de teatro montada por Jacqueline años atrás. –No dejes que el cansancio te venza, Jacky es una mujer extraordinaria. –lo anima como siempre. –Esfuérzate más allá de lo que creas poder resistir, demuéstrale cuánto la amas a pesar de tus errores. – debe ayudar a su amigo. Al menos uno de ellos merece ser feliz. –La perseverancia es lo único que triunfa.
-¿Y tú qué harás con Mariana? –pregunta después de aparcar el auto. –Los vi como se besaba al despedirse.
YOU ARE READING
Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...