Un grito agudo lo despierta. Preocupado siente dificultad para respirar con libertad por algo colocado alrededor de su pecho, la angustia lo obliga a abrir los ojos. Se encuentra en un módulo de más o menos dos metros de ancho por dos de largo; las paredes de cerámica blanca sin ventanas, le impiden calcular la hora. Tampoco hay decoración alguna, sólo un monitor empotrado emitiendo constantemente señales luminosas con ruidos monótonos. Al lado de la cama donde permanece, hay una mesa de acero inoxidable con varios objetos del mismo material encima. Tratando de respirar mejor, intenta cambiar de posición, percatándose de la mascarilla de oxigeno; también le han introducido un catéter en el tórax por donde drena un líquido sanguinolento, más una aguja en su brazo a través de la cual le administran la solución endovenosa. ¿Cómo llegó ahí? ¿Tan mal está? ¿De veras amerita aparatos para poder respirar? Lo último que recuerda es su baile con Maru. Después de levantarla y rodar juntos en el piso, un dolor le impedía respirar, se mareaba y después nada... Despierta allí, sin saber donde se encuentra. La entrada es obstruida por una cortina verde que impide ver hacia fuera, pero escucha mucho movimiento: Voces de personas, gritos, sirenas, pisadas, ajetreo... Atormentado, cierra los ojos tratando de tranquilizarse. –Jacqueline, –pide en un suspiro. – ¡Ven a sacarme de aquí por favor! –escucha a alguien entrar y quedarse junto a la cama. Piensa que su invocación ha sido oída, por lo cual abre los ojos esperanzado.
−Lamento no ser quien esperabas. –se percata Mariana de su gesto de desilusión. –Pero tu novia...
−Se quedo cumpliendo con sus responsabilidades sociales. –entra también Francisco, sin ocultar su desacuerdo. –No entiendo para nada una relación donde "los compromisos adquiridos". –usa las mismas palabras de Jacky de manera irónica. –Son más importantes que la gravedad de tu pareja.
−Sabes cuánto representa esa colecta para nosotros. –justifica su ausencia. –No podemos dejar nada al azar, los accionistas necesitan vernos. Ante mi ausencia,debe ser ella... –guarda un silencio repentino, al analizar sus palabras. – ¿De veras estoy grave? –busca una respuesta sincera, en quien siempre ha sido su amigo. –¿Qué tengo?
−Al golpearte, fracturaron dos costillas, los movimientos del baile las desplazaron, perforando un pulmón, lo cual provocó un hemotórax. –explica el procedimiento efectuado para drenar la sangre.
−¿No puedes tratarme en casa? –no le gusta para nada aquel recinto.
−¿Te has fijado en tu situación? ¡Has podido morir! –Pierde su habitual mansedumbre, hasta sentir el fuerte pellizco de mariana, en la espalda. –Por los momentos no es conveniente. – necesita disuadirlo. –Primero deben retirar el tubo toráxico, para poder enviarte a una habitación de cuidados intermedios.
− ¿Eso de qué depende? –insiste en irse, sin prestar atención a sus advertencias.
−De tu evolución durante las próximas horas. –a pesar de su inteligencia, cuando le da por empecinarse, no hay quien lo aguante.
−¿Cuántas? –sus evasivas, le hacen perder su poca paciencia.
−Mínimo setenta y dos.
-¡Tres días! –se desespera. –¡Es demasiado tiempo para permanecer encerrado aquí! –se agita, mirando en todas direcciones. – Eres médico.¡Agota todos los recursos! – suplica desesperado.−Agiliza los tramites, ¡sácame de aquí hoy mismo!
−No está en mis manos. –es demasiado peligroso siquiera pensar en abandonar la unidad de cuidados. – Soy pediatra, no tu médico tratante.
−Entonces búscalo. –exige sujetándolo por la camisa, con la mano libre.
−Veré que puedo hacer. –lo obliga a soltarlo, saliendo contrariado.
−Si sigues gritando agitado, volverás a sangrar .–recomienda Maru, sentándose al borde de su cama. –Mientras estés sangrando, no te sacaran esto. –toca el objeto que sobresale de sus costillas. –Jamás dan a nadie de alta en tus condiciones. –ahora es su aplomo y ecuanimidad, lo que vuelve sorprenderlo. –Durante los seis meses que estuve cuidando al maracucho, aprendí mucho de los hospitales y la gente que labora en ellos. –aprovecha para hacerlo razonar con cordura. –A los gritones como tú, los sedan o los mantienen dormidos para que no molesten. –le gusta asustarlo a propósito. –Quédate quieto, si te quieres curar más rápido y con menos traumas secundarios. –aconseja, acariciando el sudoroso cabello. –Apenas te quiten los aparatos nos vamos a casa. –trata de adivinar sus temores. –Si lo que te disgusta es la soledad, tu novia llegará dentro de poco, si ella todavía no puede atenderte, –se ofrece cortés, conociendo de antemano su rechazo .–También estoy yo, para cuanto se te ofrezca. –capta de inmediato su reacción adversa. –O una enfermera particular sólo para ti, –agrega rápida, disimulando la pesadumbre causada por su abierta aversión.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...