Parte sin título 9

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A Samuel cuesta un mundo acostumbrarse a aquel ambiente. De no ser por la metiche Irene, con sus amenazantes gritos, preferiría volver al barrio. Nunca pensó extrañarlo, al contrario, soñaba con poder mudarse junto con Maru a un lugar tranquilo para ellos dos solos. Si allá estorbaba, aquí está  fuera de lugar. A pesar de tener un cuarto para él, abundante ropa, comida hasta reventar y juguetes nuevos; se siente excluido, incómodo, vigilado, o incluso en peligro...
—¿Quién eres? – indaga expectante Magda, lleva rato observándolo. Se le hace fácil descubrirlo escondido entre las cortinas y el porrón de la palmera.
—Samuel –salta sobresaltado, creyó estar bien oculto. Se trata de una niña más pequeña que él, pero sin duda, más atrevida.
—¿Samuel qué? –jamás ve otros niños en la casa a menos que haya alguna fiestas o celebración. Despierta curiosidad el color de su cabello, cual fogata nocturna.
—El hijo de Maru. − ¡Vergación! Nunca se ha preguntado eso, su madrina debe saberlo.
—¿Maru o Mariana? –continúa averiguando, quiere saber si se quedará a vivir o es sólo una visita.
—¡Eres muy preguntona! –se levanta molesto, dispuesto a salir corriendo como siempre al creerse acorralado.
− Y tú un niñito... —entrecierra los ojos amenazante, buscando las palabras que se niegan a salir —¡Miedoso!
— Te salvas por ser hembra. —estira su delgado cuerpo para parecer más alto.
—¿Me salvo de qué? –no se amilana ante él, al contrario, lo reta. —Si te atreves a tocarme, te acuso con mi papi Alejandro.
—¡Ja, ja, ja! —ríe con sorna –Es un gallina, huye de Maru porque le tiene miedo.
—Sí. —accede desafiante. —Porque sabe que las niñas SIEMPRE le ganamos a los varones. —no le teme, aunque sea mayor que ella.
—¡Mentira! – niega enojado. – Los hombres somos...
—¿Cobardes como mi papi? –ahora es su turno de burlarse.
—¡NO! –es demasiado molesta esa niñita. —No todo el mundo es igual. —recurre a las enseñanzas de Maru, en un último intento.
—Es cierto. —asiente, bajando por primera vez, el tono de voz.  —Me llamo Magdalena y me gusta el chocolate. –alarga su pequeña mano conciliadora.
− A mi también. —al fin concuerdan en algo.
—Sé cómo llegar a la despensa para comer galletas rellenas, sin ser vista. —sonríe satisfecha. —¿Vienes?
—Bueno, –se atreve a agarrarla. –Tú ganas, por ahora... —corre tras ella internándose por los diferentes pasillos.


Por más que le da vueltas a la cabeza, no logra entender el último capricho de su padre al heredar a una completa desconocida. Está seguro que la maldita bastarda no tiene ni un milímetro de la sangre Murray corriendo por sus venas. Su insigne apellido, de origen europeo es famoso por la excelente calidad de sus miembros, entre los que destaca un Lord inglés y tres premios Nobel. Además ellos son blancos, rubios o pelirrojos; aquella... Mestiza es piel canela, ojos negros con cabello lacio como cualquier indígena mal oliente.
¿Es hija de alguna de sus amantes o les impuso su presencia solamente para seguir mortificándolos aún después de muerto? Tantos millones de dólares son demasiado dinero para una vulgar callejera. No deja de cavilar sobre el engorroso asunto, mientras camina de un lugar a otro del lujoso despacho en su mansión. ¡No le encuentra lógica por ninguna parte! Mario Murray Zuluaga se acostumbró a las "excentricidades" de su padre (siempre le parecieron atrocidades) pero encargar a Alejandro cuidar una prostituta, es el colmo de los colmos.
Debe haber una forma "inocua" (al menos en apariencia) de deshacerse del par de marginales sin levantar ningún tipo de sospecha.
¿Cómo justificar su presencia en la alta sociedad caraqueña? ¿Qué pensaran sus socios los Capriles? ¿Qué les dirá a los padres de Jackeline? ¿Cómo lo tomaran sus amigos? No soporta la idea de ver a su hijo, un famoso ingeniero automotriz Licenciado en Europa, con Post grados en la Universidad de Oxford, inventor, diseñador electrónico; debiendo codearse con gente de la peor ralea... De existir una manera diplomática de borrarlos él la hallará. Siempre logra todo cuanto se propone, esta vez no será una excepción... De repente se le ocurre una magnífica idea: Le volteará la tortilla al desquiciado de su padre. Usando a la indigente para quedarse al final con todo como debe ser. Es mejor que califiquen a Alejandro de Maniático desquiciado por enredarse con semejante mujer (porque viéndola fríamente como una hembra, para revolcarse con ella, hasta apetitosa se ha vuelto) a que tilden a su padre de loco senil.
Casi corriendo sube las escaleras del ala norte. Se detiene frente a la habitación de Alejandro para recuperar el aliento, antes de entrar sin siquiera tocar. Lo encuentra trabajando en la computadora como de costumbre.
− ¡Ya tengo la solución a nuestro problema! –anuncia ufano, por todo saludo. –Debes enamorar a la zorra esa. –interrumpe sus cálculos e invade su espacio personal. –Casarte con ella para después poder acusarla de adultera, dejándola en la calle sin nada de lo que por derecho nos pertenece.
−¿Olvidas a Jacky? –pregunta con indiferencia, no le importan para nada los planes de su progenitor.
−Le das una buena cantidad y asunto resuelto –se frota las manos satisfecho, seguro que Ale lo secundará. –Además todos sabemos que su relación es sólo una farsa para mantener alejado al idiota de Francisco y el acoso de tus admiradoras.
−No tengo admiradoras. –comienza a contrariarlo. –Mariana apenas me soporta. –sigue trabajando sin apartar los ojos del monitor –Tampoco me interesa estafar a una inocente.
−Si "esa" –hace una mueca de desdén –Es inocente. Yo soy la madre Teresa de Calcuta.
−Basta papá –de nada vale opinar, Mario no escucha más que sus propios razonamientos. –Tienes la pésima costumbre de incluirme en tus planes, sin preguntar primero mi opinión.
−Si comienzas a seducirla desde ahora –saca cuentas mentalmente, obviándolo. –Cuando cumpla la mayoría de edad se estarán casando – da todo por sentado, sin prestar atención a su hijo. –La gozas, digamos unos dos meses, después nos deshacemos tranquilos de tan insoportables estorbos.


−Maru –pregunta Samuel sigiloso, mientras lo ayuda con los deberes escolares. − ¿Tú piensas que los hombres somos cobardes?
− ¿Por qué debo creerlo? –acostumbra contestar con otra pregunta para motivarlo.
−Porque Alejandro huye de ti. –repite lo dicho por la niña. –Y yo de Magda, aunque me gusta estar con ella.
−Primero, no eres un hombre sino un niño. –trata de aclarar su punto de vista. –Te faltan muchas cosas por aprender.
−Pero Magdalena dice...
−No te dejes dominar por una niña más pequeña que tú.
−Eres más pequeña que Alejandro. –repite sus propias palabras –Y él te tiene miedo.
−Es diferente. –es agradable suponer que en verdad le teme. –Ustedes son niños.
− ¿Por qué es diferente con los grandes?
−Las personas cambian con la edad. –ahora sí la deja sin palabras. Debe pensar mucho antes de responder.
−Pero si ahorita ella es más lista que yo. –trata de razonar – ¿Quiere decir que él cuando era de mi tamaño, no les tenía miedo a las niñas, pero ahora sí?
−Eso debes aclararlo directamente con él –será una buena forma de entretenerlo mientras ella sale.
−¿No te molesta que lo trate? – interroga curioso. Le extraña que lo mande a hablar con alguien que desde un principio no le cae bien. Siempre le aconseja seguir sus instintos y alejarse de cualquier persona mayor, sobre todo si es hombre.
−No, a veces hasta simpático es. –admite sincera para estimular al pequeño. Quizá sea tiempo de soltarlo un poco. 

MarianaWhere stories live. Discover now