Parte sin título 20

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−Ya sabes. –la amenaza antes de darse a la fuga con los otros dos. –Tenemos a tu hijo, si nos denuncias, se muere.

Sin poderse contener más, se cubre los desnudos senos, rompiendo en llanto desesperada. Casi de inmediato, estaciona a su lado una patrulla. Asustada aún, se echa encima su infaltable chaqueta que siempre coloca en el asiento del copiloto. Con las piernas temblorosas, se baja con la intención de volverse a colocar al volante, siendo iluminada por la luz de una linterna. "Si hablas se muere tu hijo" Recuerda, terminando de abotonarse. –No se preocupe oficial. –evita levantar la cabeza para que no le vieran la boca rota –Escuché un ruido extraño en el auto.

−¡Válgame Dios Maru! – la abraza uno de los hombres, alarmado, sin dejarla hablar. – ¿Cómo estás?

-¡Jorge! –aliviada lo reconoce y trata de disimular su estado. – ¿Qué hacen aquí? –se fija en sus amigos del barrio.

−Te seguimos como todas las noches, pero nos extrañó que cambiaras tu ruta de costumbre. –no la suelta, aprovechando para acariciarla sin recibir agresiones de su parte. –Tratamos de alcanzarte, pero en esa lata. —señala con desdén la carcacha que usan de patrulla.

–Casi nos quedamos accidentados. —acota Yuguar, más tranquilo al verla sana y salva.

−Llegamos gateando pana. —se alegra Maikel, el más joven del grupo.

—¿Qué te pasó? —indaga Estiven.  Vimos a los tipos bajarse corriendo.— Deciden mantenerla vigilada, por La cara de sádicos aberrados, de los malandros que llevaban varios días rondándola.

−¡Secuestraron a Samuel! —confiesa aterrada, olvidando su advertencia. —Si hablo lo matan.

—¡Verga chama! —se asombra Yuguar. —¿No lo dejastes en la casota que vives ahora?

—¿No tienen vigilancia con tanta plata? —se extraña Jorge, soltándola al fin.

—Mejor nos piramos rápido de aquí por si acaso vuelven. —opina intranquilo Maikel. —No es seguro, con tanta oscuridá.

—¿Cuánto te pidieron? —indaga Jorge, el policía del sector que siempre la ha pretendido, esperanzado de poder llegar a conquistarla.

—Es extraño. —puntualiza Maru, sin llegar a comprender. –Pero no mencionaron cantidad. –repasa todas sus advertencias. —Lo que si dejaron bien claro, es que si los delato, lo asesinan.

−¿Quién te garantiza que todavía esté vivo? – Jorge,conoce muchos casos donde los secuestradores, incluso cobraban el rescate, habiendo matado al rehén desde el principio. —Denunciarlos es un riesgo que debes correr. —sabe cuánto significa el niño en su vida; sin embargo, también conoce de todos los niños que el cuerpo especial de la policía científica, ha logrado salvarles la vida y apresar a los culpables. —Si lo sacaron de la casa puede haber complicidad interna, entonces hasta tú estarías en peligro. —la ayuda a subir a su camioneta. —Incluso, es más conveniente que no regreses, te quedas conmigo en el módulo. —sugiere preocupado

—Estoy desesperada. —siempre la anima hablar con su gente. —Pero todavía no se me ha volado la cotufa. — le cuesta un mundo, digerir lo ocurrido. —Aunque tienes razón: Si lo denuncio, no es buena idea volver.

—En el galpón siempre tenemos tu espacio, siempre listo y esperando por ti . –se ofrecen atentos los muchachos. –Nosotros te cuidamos, entre todos buscaremos a Sammy.

−¡Gracias! −se esfuerza por no llorar. –De no haber llegado ustedes... –se le quiebra la voz.

—Los desgraciados, se habrían dado tremendo banquete contigo. — intenta bromear Jorge para distraerla, a pesar del terrible riesgo que acaba de correr. —Es mejor que yo maneje. —decide, viéndola temblar aún por el susto. —Llévate la perola pal barrio Yuguar.

—¿Tas loco? –sabe manejar desde niño, pero no quiere pleitos con los demás policías –Soy menol, si me pillan me jodo.

—¡Tranquilo, pana! —termina de convencerlos. —Somos patria o muerte, cualquier cosa ya saben que estoy con ustedes. — encamina también a los otros jóvenes. –Si llegan a verlos (lo cual dudo mucho). Les explican que llevo a una ciudadana a formular una denuncia, en la delegación, sobre un supuesto secuestro.

—¡No voy a hacer eso! —se alarma más Maru, —Prefiero irme con los muchachos a organizar nosotros mismos la búsqueda y...

—Mientras más tardes en hacer la acusación, menos serán las probabilidades de encontrar a Samuel con vida. —le urge hacerla reflexionar.–Es bueno que todos te ayudemos, pero los expertos son más rápidos.

—Tú no sabes Jorge... —vacila, en contarle todo.

−Más de lo que te imaginas. —aclara sus dudas. –Estoy seguro que en esto esta metida la mano de los ricachones con quien vives. –no le merecen ni una pizca de confianza. –Te quieren quitar del medio, para quedarse ellos con la plata. –explica convencido. –Te salvamos porque empezamos a seguirte todas las noches, después que salías del barrio.

—Si, vimos unos tipos raros merodeando y nos dio mala espina. –agrega Maikel.

—Tienes razón. – decide a arriesgarse. No puede dejar pasar tantos atropellos. –Debo levantar cargos formalmente en su contra. – prefiere que le pase lo peor a ella. Samuel desaparecido, la enloquece sacando lo peor de "Marucha la come fuego". –Pero quiero que me llames en cuanto lo detengan.– ¿Cómo podía haberse equivocado tanto al juzgar a una persona? Aparentaba ser tan integro y noble. Debería mandarse a ahorcar a sí misma, por estar creyendo en unos ojos bellos, a estas alturas de su vida.

—No te preocupes. –prefiere escucharla, gritar o proferir insultos, a verla sumida en aquel silencio tan desesperante. –Con el favor de Dios, vamos a encontrarlo pronto. –lleva muchos años conociéndola, por eso intuye que hay algo afectándola, más allá del secuestro del niño.

—Quiero que se pudra en la cárcel. –como siempre que algo la descontrola, habla consigo misma en voz alta. –No importa cuanto cueste, cuantos jueces haya que sobornar, ni cuantos choros deba contratar. –sus ojos brillan con más intensidad que las estrellas, de tanta rabia. –Lo quiero preso, maltratado, vejado hasta que desee morir, si a Samuel llegan a tocarle un solo cabello.

—Eso no lo puedes siquiera mencionar. –la aconseja preocupado, –Te estarías poniendo a la altura de tus agresores.

—Ellos no son más que los robots del peor: calculador, desalmado y avaricioso animal que haya enfrentado. –aprieta los puños, mirando pasar las luces de la silenciosa ciudad, que a esa hora yace solitaria. –Quiero que lo vuelvan mierda.

−Hablas como si conocieras al culpable. –se acercan a la comisaría. –No digas nombres sin estar segura, mira que esa gente tiene mucho dinero y poder. –llegan a su destino, estacionando la camioneta.

—No más que yo –recuerda su maldita herencia. –No hay nada más fuerte y poderoso que una madre, angustiada por su hijo.

−O una mujer traicionada. –deja escapar sus celos – ¿Sospechas del sifrinito por quien babeas?

MarianaWhere stories live. Discover now