−Debes mantener la cabeza erguida y los hombros hacia atrás –Instruye Jackeline a Mariana en el salón de música, acondicionado ahora para las clases. –La espalda recta –coloca su mano abierta entre los omoplatos de la joven, obligándola a enderezarse. –Gracia y estilo –sigue explicando –Un pie debe ir delante del otro, trazando una línea imaginaria –observa caer el libro que lleva en la cabeza, al intentar ver la supuesta línea.−Concéntrate sólo en eso –sugiere fijándose en su distracción.
−¿Qué tiene esto que vé con la plata? –pregunta cansada de tantas exigencias.
−Plata no. –corrige –Dinero. Debes convertirte en una distinguida dama para poder recibir tu herencia.
--Si no fuera por Samuel, mandaría a todos a comé mier...
--También debemos mejorar tu vocabulario. –impide su acostumbrada sarta de vulgaridades.
--¡Al diablo! –se deja caer cansada en el resplandeciente piso de parquet. –Ya no aguanto más.
Casi al mismo tiempo entra Alejandro e ignorándola por completo, se dirige directo a su novia, estampando sendos besos en las mejillas −¡Buenas! Hace rato pasan de las doce. ¿No piensan almorzar?
−Ya casi –lo pellizca en silencio, obligándolo a saludar a su aprendiz.
−¡Hola Mariana! –simula una sonrisa. –¿Cómo pasaste la noche?
−Sola, en una casa extraña, con mi supuesto cuidador fugado con su novia. –ataca sin disimulos.
−¿Y Samuel? –ignora a propósito su violencia.
−Contraté un profesor para tratar de nivelarlo antes de ir al colegio. –interviene conciliadora Jackeline en la guerra verbal. –Deben estar por terminar también, comenzaron muy temprano.
−¿Siempre huyes cuando te sientes en peligro? –insiste Mariana en molestarlo. –¡Tan grandote y tan cobarde!
−No huí. –le sorprende su perspicacia y lo bien que sabe expresarse cuando se lo propone. –Tenía asuntos pendientes con Jacky.
-¡Si claro! –sigue sin creerle –Más urgente que ayudame a adaptá. Voy a comé.
−Comer – corrige Jackeline –Debes cambiarte primero. –señala la malla de ejercicios que lleva por toda vestimenta –Yo te acompaño. –se ofrece cortés. –Así escogeremos algo apropiado para el almuerzo. –salen juntas, dejando a Alejandro solo e intrigado por la actitud de ambas. ¿Cómo puede usar buen vocabulario a ratos para después hablar como cualquier arrabalera? ¿Es una mujerzuela o una chica asustada? ¿Será siempre tan agresiva o sólo es con él? Y Jacky... ¿Por qué en lugar de ponerse de su lado la secunda? ¿Qué sucede? ¿Son imaginaciones suyas? O... ¿Lo fastidian a propósito? Camina hasta la banqueta del piano, sentándose cansado. Los espejos que cubren la mayor parte de la estancia, le devuelven su imagen desde diferentes ángulos. Siente haber envejecido años en una sola noche y apenas aquello comienza. Seis meses... ¿Aguantará sin enloquecer en el intento?
Mariana no deja de asombrarlo. Contrario a lo esperado por él, esta vez come con muy buenos modales, utilizando los cubiertos, sin chuparse los dedos.
−En la mañana estuvimos practicando las reglas de etiqueta en la mesa. –explica satisfecha Jackeline. –Tiene muy buenas bases de su niñez. –continua elogiándola para animarla a continuar progresando. –Lo que no comprendo es la razón para dejarlo todo de lado después de la muerte de su padre.
¿Son adivinos estos dos? Se pregunta en silencio Mariana (está aprendiendo a mantener la boca cerrada el mayor tiempo posible, aunque le cuesta un mundo) Ella no les ha dicho nada y parecen conocer su vida al dedillo. Eso no le gusta para nada. Prefiere mantener sus asuntos personales lo más resguardados posible. No confiar en extraños es su regla de oro, le ha servido para sobrevivir. Se adaptará por Samuel, sin confiarse ni un segundo. Debe estar mosca, no debe olvidar su objetivo principal.
−¿Tienes planes para después de almuerzo? –pregunta Jacky a Alejandro, terminando de comer. Lo han hecho en el comedor de la terraza, sólo ellos tres y los niños. El padre y madre de Alejandro no se encuentran en casa.
−No. ¿Por qué? –no logra salir aún de su asombro. Mariana lleva mucho rato callada y come decentemente. ¡De veras es una maravilla Jacky en su especialidad!
−Samuel tiene cita con el pediatra a las tres, a la misma hora tengo otro compromiso, ineludible.
−¿El pediatra es Francisco? –sonríe burlón, levantando una ceja.
−Sí –arruga el entrecejo − No te atrevas a comentar nada. –lo corta amenazante, aunque al observar la reacción de Magdalena y Samuel, disimula.
−No te preocupes. – prefiere no provocar su enojo. –Yo los llevo .–hace un gesto indulgente. Lo menos que desea es discutir delante de Mariana y los chicos. Es prioritario lucir en armonía, mostrar lo sólido de su relación.
−Si me dicen dónde queda, voy sola. –salta Mariana, contrariada ante la idea de pasar una tarde con Alejandro. Mientras menos roce tenga con él, mejor. No le gusta su mirada estudiándola a cada paso. Evitar cualquier de nexo, más allá de lo estrictamente necesario, es una de sus metas. –No necesito guardaespaldas.
−No somos tus guardaespaldas. –se defiende Jackeline –Sólo queremos hacerte lo más grata y fácil posible tu adaptación a nuestro ambiente.
−¡Entonces compren un carro pa' mi sola! Conozco Caracas de punta a punta. –exige dejando ver su enfado, olvidando por un instante que no están solos −¡No quiero a nadien vigilándome!
−De acuerdo, le diré al chofer que te lleve. – él tampoco desea salir con la malcriada aquella.
−¡A nadie! –enfatiza a punto de estallar.
−Como quieras –comienza a molestarse. –Está visto, te encanta contrariarme.
−A ti y a cualquiera que intente someteme –aclara frenética.
−Rechazo a la autoridad y a las reglas establecidas –comenta Alejandro, levantándose de la mesa. –Algo muy típico de la rebelde adolescencia.
−No soy ninguna adolescente. – ataca furiosa, empinándose para tratar de alcanzar su altura –Si quieres puedes acompañame pa' demostratelo. –lo reta con los negrísimos ojos chispeantes cual tizones encendidos. –Si es que te atreves, claro. –dando la espalda, se dirige tranquila agarrar a su hijo para calmarlo. Sabe que lo asusta el verla enojar. –¡Ah! –se vuelve antes de salir –No olvides lo del carro.
A la hora en punto señalada, llegan al consultorio. Contrario a lo esperado por él, Mariana viste un sencillo camisero rosa con sandalias haciendo juego y labial del mismo tono como único maquillaje. El cabello lo lleva suelto, apenas sujeto con un cintillo. Samuel luce asustado, agarrando con fuerza la mano de su madre. Resulta, imposible ignorar su drástico cambio. En poco tiempo ha ganado peso y tiene más color en sus pecosas mejillas.
−El Doctor los espera –anuncia la secretaria, invitándolos a entrar.
El galeno (muy joven para el gusto de Mariana, prefiere los de más edad para estar segura de su capacidad) saluda a Alejandro con una amplia sonrisa y un afectuoso abrazo.
−¡Cuánto tiempo sin verte hermano! –corresponde amable su gesto.
−Sí, desde que me quitaste la novia–le da fuertes palmadas en la espalda, susurrando con disimulo.
−Sabes perfectamente que no fue así, ella eligió quedarse conmigo –contesta en el mismo murmullo jocoso.
−A propósito ¿Por qué no vino? – sigue murmurando para o ser escuchado por los demás. Esperaba verla llegar tras ellos
−Ya deberías estar acostumbrado. – lo desilusiona –Lleva tiempo evitándote.
−Creo que nunca perderé las esperanzas. –declara quedo, disimulado su pesar –Es lo que me mantiene vivo. –deja escapar por milésimas de segundos la tristeza arrastrada por dos años que consume poco a poco sus ganas de vivir.
−Bueno –cambia el tema Alejandro para tratar de animarlo, subiendo el tono de su voz –Este es Samuel y Mariana, su mamá. –los presenta amablemente –Van a vivir un tiempo en casa, deseo le hagas un reconocimiento general, antes de empezar el colegio.
−¡Muy bien! –retoma su actitud de profesional de la medicina, ofreciéndoles asiento. –¿Quieres que Ale se quede o prefieres estar a solas mientras realizamos la evaluación? –pregunta a Mariana, fijándose en su incomodidad.
−No se preocupe doctor. –utiliza su más pulcro lenguaje. –No tengo ningún inconveniente. –está dispuesta a mostrarle a quién se enfrenta. –Así se percatará de algunas cosas. – lo fulmina con la mirada.
−Primero realizaremos la entrevista, después haremos la evaluación física. –explica antes de comenzar a interrogar a Samuel – ¿Cuantos años tienes?
−Cumplo siete el tres de Octubre –contesta orgulloso el niño.
−¿Siete? –levanta una ceja incrédulo, intentando calcular la edad de la supuesta madre.
−En realidad yo no lo parí. –aclara Mariana –Es mi ahijado. –acaricia los rizados cabellos –Su mamá tuvo un embarazo difícil, murió durante el parto por un ataque de eclampsia. –para sorpresa de Alejandro, explica todo el proceso con lujo de detalles. –Desde entonces estamos juntos; lo considero mi hijo de verdad, verdad –enfatiza convencida.
−¡Te felicito! –declara satisfecho Francisco. –Muy pocas adolescentes son capaces de cuidar de sí mismas, menos aún a un recién nacido.
Alejandro está totalmente confundido: Aquella dulce, amable y educada madrecita no tiene nada que ver con la gritona, mal hablada, busca pleitos "Marucha" a quien cada rato enfrenta sacándolo de sus casillas.
Buscando en su bolso de mano, encuentra una tarjeta para entregar al pediatra explicando:
−Tiene todas las vacunas administradas gratuitamente en los módulos de Salud. –continúa sin dejar de lanzar miradas llenas de indignación a su acompañante. –Las demás, podemos comenzarlas ahora que tengo como pagarlas.
A través del interrogatorio y el examen físico del niño, Alejandro admite su error al juzgar la madurez de "su pupila". Habla como una persona de más edad, en efecto toma en serio su rol de madre. Escuchándola describir todo el desarrollo de Samuel, nota con cuanto fervor lo ama.
Aparte de la anemia, es un niño inteligente, sano, colaborador. Luego de tallarlo y pesarlo, le coloca una vacuna contra la hepatitis e indica algunos exámenes de laboratorio, hierro más polivitaminas.
−Eres muy valiente y fuerte –observa Francisco, mientras pasa mano por la rojiza cabeza, alentándolo luego del pinchazo. –Sigue así, cuidando a tu madre. ¡Está muy guapa!
−¿Ya podemos irnos? –pregunta apresurado por salir corriendo como último recurso para aliviar el dolor.
−¡Por supuesto! – hace disimuladamente un gesto a Alejandro, indicándole quedarse.
−Al frente hay un parque, pero si tienen algún pendiente pueden irse. –entrega las llaves del auto, deseoso de mantenerse lo más alejado posible de la impredecible madre.
−Mejor te esperamos. – lo sorprende el niño, adelantándose a cualquier plan de su madrina.
−De acuerdo –intenta no dejar entrever su decepción. –En un momento los acompaño –mantiene su rostro impasible hasta verlos salir, cerrando tras de sí. –¿Le ocurre algo a Samuel? –se preocupa.
−Nada que no se corrija con el tratamiento indicado y una alimentación con al menos tres meriendas diarias consistentes en frutas, cereales o lacteos. Debe comer cada tres horas para acostumbrar su cuerpo poco a poco a la nueva dieta.. –aclara sus dudas. –Es de Jacky de quien quiero hablarte –suspira emocionado. –Necesito me ayudes a acercarme. –deja entrever su angustia de nuevo. –Creo que dos años de separación son suficiente castigo por un estúpido desliz.
−Un video "en plena acción" con tu amante es más que "Un estúpido desliz" para una mujer enamorada en vísperas de su boda.
−¡Esa mujer nunca fue mi amante! –se defiende ofendido. –Sólo estuve con ella durante la maldita despedida de soltero. –vuelve a relatar el cuento harto conocido por Alejandro. Insiste en haber caído en una trampa, de no ser por aquel fatídico video no recordaría con claridad lo ocurrido.
Siempre le ha parecido cruel el amor. No es bueno un sentimiento capaz de dejarte tan indefenso, a merced de otro, quien puede hacer contigo cuanto se le antoje: Elevarte hasta la gloria o lanzarte al peor de los infiernos, sin tomar en cuenta para nada tu opinión. Prefiere no tener que pasar nunca más por semejante tortura. Comprendiendo el sufrimiento de su amigo, decide hacer lo posible por aliviar un poco su mal o tal vez... Hacerlo desaparecer para siempre. Por el bien de ambos.
−Como escuchaste, Samuel cumple años el mes entrante, Jacqueline planea una fiesta para presentarlos a nuestro circulo social. –explica paciente –Siendo el pediatra del niño, es lógico ser invitado. –nota su indecisión.
−Pero con tantas personas, será muy difícil hablarle. –vacila nervioso. Su sola mención lo desarma.
−Usa tu ingenio. –trata de animarlo. Se conocen desde la universidad, comparten gustos y amistades. Le duele verlo sufrir. –Después te invito a la celebración de Halloween, y así vas poco a poco rompiendo el hielo, luego ya se te ocurrirá algo. −Quien persevera, vence.
−¡Gracias amigo! –agradecido, vuelve a abrazarlo. –¿Y qué piensas hacer con tu pupila? –recuerda para alejar sus propias dudas –Se nota que no te soporta.
−Es un sentimiento mutuo. –admite sincero –Pero debemos estar juntos seis meses.
−Ten cuidado – intenta bromear para olvidar su tristeza. –Ya conoces el dicho: "Del odio al amor..."
−No la odio –comenta evasivo –Solamente me molesta su...
−Inteligencia, sagacidad, ingenio, ocurrencias. –se divierte fastidiándolo a propósito para alejar por un momento a Jackeline de su atormentada mente.
−No, su descarado irrespeto hacia sus mayores. –puntualiza, abandonando el consultorio hastiado de sus bromas pesadas. No sabe que es peor: Si aguantar a Francisco o soportar a Mariana.
Se resigna a pasar el resto de la tarde peleando con su "protegida", aunque está seguro de ser él quien necesitará toda la protección celestial para no caer en sus provocaciones. Al salir a la calle, termina de decepcionarse. Abrigó la esperanza que se cansaran de esperarlo, yéndose por su cuenta; pero no, allí siguen todavía. Disimulando su desgano, finge su mejor sonrisa.
−¿Qué te dijo el doctor? ¿Tiene algo Sam? –lo intercepta Mariana preocupada.
−Por el contrario. –mirándolo acercarse la tranquiliza. –Este niño se portó muy bien hoy, merece un premio. –acaricia su cabeza, al llegar a su lado corriendo.
-¿De pana? –todavía duda de las verdaderas intenciones de quien se atreve a retar a su madrina, sosteniendo su oferta a pesar de la negativa reflejada en su cara. –¿Entonces puedo pedir lo que sea?
−Bien sabes que yo soy la única persona a quien puedes pedir algo Sammy –instintivamente, lo aparta de sus manos. Evitará el menor roce entre ellos. Sospecha que sólo lo utiliza para mortificarla, sin importar para nada cómo pueda afectar al pequeño.
Aquella reacción confunde a Samuel. Mariana sólo lo había llamado así en dos ocasiones: Cuándo casi se lo lleva el río durante un aguacero y cuando lo atropelló un carro. ¿Qué la asusta ahora? ¿Corren peligro con Alejandro? ¿Será tan malvado como la mayoría de los tipos? La curiosidad supera su incertidumbre por lo que osa pedir: –Está bien, llévame al parque mecánico más grande de Caracas. –sonríe entusiasmado. Es la primera vez que la contradice, sin recibir un pellizco como respuesta inmediata.
−Conozco el lugar ideal para ti. –ofrece gentil su mano al niño, el cual no la rechaza a pesar de la extraña actitud de su mamá. –Queda un tanto alejado, pero he diseñado algunas de sus atracciones. –le agrada la sensación del contacto con la pequeña mano. Suspira pensando en la que jamás logró tocar. Obligándose a centrarse en el presente, arguye. −Me gustaría escuchar la opinión de un verdadero experto en el arte de divertirse. –caminan juntos hacia su auto, sin interesarles la opinión de su huraña compañera.
−Déjame manejar a mí. –pide resignada, llegando al estacionamiento –Me gusta tu camioneta.
−Sólo si prometes comportarte como una dama. –la reta a propósito, notando la rabia contenida en sus brillantes ojos negros que amenazan con hundirlo en la inmensidad de sus tinieblas.
−Como quieras. –acepta, tomando las llaves de sus manos. –Creo haberte demostrado allá dentro que puedo ser tan... –busca las palabras que demuestren cuanto piensa de los de su clase − Hipócrita como ustedes.
Decidido a no morder su anzuelo, evita cualquier enfrentamiento verbal. Sentándose en la parte trasera, se dedica a describir los juegos al niño, luego de indicar la dirección a Mariana.
−La seguridad es excelente: Al entrar nos colocan un brazalete a cada uno con el cual podemos utilizar todos los aparatos del parque.
−Yo esperaré afuera, estoy muy crecida para semejante ridiculez. –sigue de mal talante.
−Pero Maru, siempre nos hemos entretenido juntos. –se entristece Samuel.
−Te aseguro que al llegar terminará uniéndose a nosotros. –deja escapar un poco la satisfacción producida por su trabajo. –Hay tanta variedad que incluso personas de la tercera edad llegan a sentirse como niños de nuevo. Los he creado desde los más simples; completamente mecánicos, como el simulador de manejo, consistente en engranajes, juegos de luces, espejos con ventiladores. Hasta los más complejos y versátiles que reproducen exactamente desde el timón de un barco pirata hasta "El Halcón Milenario": la nave de Han Solo en La Guerra de Las Galaxias.
−Eres un bocón, exagerado. –continúa mortificándolo. –Si como hablas trabajas, serías un genio multimillonario sin necesidad de soportarme por seis largos e interminables meses. –aparca el auto frente al Parque Del Este, pues "La maravilla mecánica " queda justo al frente, en el museo de transporte.
La visita de Alejandro, causa gran agitación en el lugar. Todos se esmeran en atenderlos, haciéndolos sentir importantes. –Ha debido avisarnos ingeniero, para preparar algo especial. –se disculpa el encargado apenado. –Dada la hora estamos con el personal mínimo.
−No te preocupes Ron –comenta conciliador. –Solamente quise darle la sorpresa a Samuel, no fue nada planificado. –aclara espontáneo, sin ínfulas de ningún tipo. – Además como sabes, puedo operar cualquier equipo.
−Por supuesto, pero hoy vino a divertirse, no a trabajar .–se ofrece gentil. – Y pongo a disposición mi cargo si no lo logra. – exagera bromeando satisfecho.
−¿Dónde está el simulador de manejo? –pregunta impaciente Samuel asombrado por la cantidad de aparatos existentes. El parque es amplio dividido por zonas, en cada una hay diferentes juegos. Un poco más alejado se aprecian autos antiguos –Mi madrina me está enseñando, quiero ver cómo es. –sujetándola por una mano, arrastra a la renuente Mariana hasta el lugar indicado por Alejandro. Luego de mucho pensarlo, se decide por un Ford Mustang modelo 1964 – ¿Qué te parece este? –indaga jactancioso.
−¡Buena elección! –celebra Alejandro complaciente. –Durante los primeros meses de su comercialización, se vendieron más de 100 000, convirtiéndolo en el mayor éxito inmediato de ventas Ford desde el lanzamiento del modelo T. –Explica antes de subirse ambos a la parte delantera del vehículo. –El mecanismo esta diseñado para funcionar en apariencia como un auto convencional: Volante, freno, embrague, palanca de cambios y acelerador...
−¿Igual a los carritos chocones? –pregunta entusiasmado, moviendo el volante sin haber pasado aun la llave de encendido.
−Primero debes colocarte el cinturón de seguridad –aconseja, haciendo él lo propio.
−No sé para qué tantas estupideces con un simple juego de video grande. –se burla Mariana, sentada en la parte trasera con el deliberado propósito de fastidiar a Alejandro.
−Es mucho más que eso. –aclara, sin prestar atención a su pésimo humor. –Primero debes pasar el suiche como te debe haber enseñado tu madrina. –se dirige exclusivamente al niño, obviando a Mariana por completo. –Colocas la palanca de cambios en primera, aceleras un poco. –se escucha rugir el potente motor.
−Sólo un poco, Samuel –comenta sorprendida Mariana ante la extraordinaria semejanza con un automóvil autentico. Sin malicia ya en su voz, pregunta: – ¿Cómo logras que se sienta el movimiento?
−Con un sistema de amortiguadores en cada uno de los cauchos, los cuales giran de acuerdo a la velocidad que le imprimas al acelerador.
−¿Y el paisaje? Parece como si en realidad estuviéramos rodando por una carretera solitaria –cada vez se interesada más. – ¡Hasta puedo sentir el aire correr!
−El escenario se logra proyectando un holograma tridimensional sobre los vidrios del auto, el cual se programa de acuerdo al nivel de dificultad que desees alcanzar. Este por ejemplo es para aprendices, con curvas suaves y ligeras inclinaciones para ir adaptándote poco a poco al sistema. – le agrada su cambio de actitud. – La idea es que la persona pueda practicar en un auto, con movimientos reales, casi todas las implicaciones que conlleva estar frente a un volante, pero sin los riesgos de cualquier vía .–explica siendo impulsado hacia delante y luego hacia atrás, por un inesperado frenazo de Samuel. –Debes disminuir la velocidad paulatinamente. –se concentra de nuevo en el niño. –No puedes hundir el freno de esa manera o nos sacarás por el parabrisas.
−Me asustó ese camión. –se justifica, señalando el vehículo que parece haberlos adelantado. –Creí que nos golpearía.
−Acuérdate lo que hemos aprendido. –interviene Mariana –Lo más importante cuando manejas es mantener la calma, sin hacer movimientos bruscos innecesarios. –cada vez la intriga más la versatilidad de aquel instrumento. – ¡Te felicito! ¡De veras eres genial! –acepta, antes de pedir sumisa: – ¿Puedo probar uno? –se deja llevar por el entusiasmo de su ahijado.
−¡Por supuesto! – nota sorprendido cuánto le agrada complacerla. –Te recomiendo el Mercedes Benz 300SL de 1957 que alcanza los 230 kilómetros por hora.
−¡Exagerado! –se niega a creerle.
−Es cierto. –enfatiza orgulloso de su trabajo –Puedes incluso sentir la presión del aire en la cara, hasta la tensión de las curvas a medida que aceleras.
Deja solo por un momento a Samuel para llevar a Mariana hasta el otro simulador. Fijándose en su expresión de gozo al verlo, se dedica a describirlo con detalles.
−Antes se construían automóviles potentes y estilizados, de altas prestaciones. Este también era conocido como Ala de Gaviota. –activa el control remoto. Para sorpresa de la muchacha, sus puertas se abren hacia arriba, dándole forma de gaviota con alas extendidas.
−¡Es bellísimo! –exclama extasiada. Siempre ha sentido una pasión particular por los autos, la velocidad, las competiciones. Es como un sueño hecho realidad y lo más sorprendente de todo... Cumplido por la persona menos esperada.
−Es una réplica casi exacta del original –contento de haberla sorprendido, le entrega las llaves. –Traté de crearlo sin ninguna alteración de forma para conservar en secreto los detalles técnicos de su funcionamiento.
−¡Presumido! – acusa antes de subirse, aunque sin malicia.–¿No puedes dejar tu ego tranquilo por un rato?
Le gusta su nueva forma de expresarse, de seguir así será más fácil de lo esperado, convertir a una callejera en una dama. Con esa convicción en mente vuelve a acompañar a Samuel.
Son pasadas las ocho de la noche cuando regresan. Luego de cenar hamburguesas con papas fritas en un centro comercial, a petición del niño.
Alejandro sube con Samuel en brazos, rendido por la agitada tarde. Deja al niño acostado en la cama de Mariana, mientras ella entra al vestier a toda prisa a cambiarse de ropa. Pensando que se estaría preparándose para dormir, baja tranquilo a la cocina a buscar un poco de agua. Ya la servidumbre se ha retirado a sus aposentos, la estancia está sola, por lo que aprovecha para reflexionar un poco sobre los acontecimientos del día: Mariana, la sorprendente Mariana... Con los ojos cerrados, la cabeza recostada en el respaldar de la silla, toma con lentitud el helado líquido. Lo siente recorrer sus entrañas, aplacando el inexplicable fuego que bulle en él. −Debes mantener la cabeza erguida y los hombros hacia atrás –Instruye Jackeline a Mariana en el salón de música, acondicionado ahora para las clases. –La espalda recta –coloca su mano abierta entre los omoplatos de la joven, obligándola a enderezarse. –Gracia y estilo –sigue explicando –Un pie debe ir delante del otro, trazando una línea imaginaria –observa caer el libro que lleva en la cabeza, al intentar ver la supuesta línea.−Concéntrate sólo en eso –sugiere fijándose en su distracción.
−¿Qué tiene esto que vé con la plata? –pregunta cansada de tantas exigencias.
−Plata no. –corrige –Dinero. Debes convertirte en una distinguida dama para poder recibir tu herencia.
--Si no fuera por Samuel, mandaría a todos a comé mier...
--También debemos mejorar tu vocabulario –impide su acostumbrada sarta de vulgaridades.
--¡Al diablo! –se deja caer cansada en el resplandeciente piso de parquet. –Ya no aguanto más.
Casi al mismo tiempo entra Alejandro e ignorándola por completo, se dirige directo a su novia, estampando sendos besos en las mejillas −¡Buenas! Hace rato pasan de las doce. ¿No piensan almorzar?
−Ya casi –lo pellizca en silencio, obligándolo a saludar a su aprendiz.
−¡Hola Mariana! –simula una sonrisa. –¿Cómo pasaste la noche?
−Sola, en una casa extraña, con mi supuesto cuidador fugado con su novia. –ataca sin disimulos.
−¿Y Samuel? –ignora a propósito su violencia.
−Contraté un profesor para tratar de nivelarlo antes de ir al colegio. –interviene conciliadora Jackeline en la guerra verbal. –Deben estar por terminar también, comenzaron muy temprano.
−¿Siempre huyes cuando te sientes en peligro? –insiste Mariana en molestarlo. –¡Tan grandote y tan cobarde!
−No huí. –le sorprende su perspicacia y lo bien que sabe expresarse cuando se lo propone. –Tenía asuntos pendientes con Jacky.
-¡Si claro! –sigue sin creerle –Más urgente que ayudame a adaptá. Voy a comé.
−Comer – corrige Jackeline –Debes cambiarte primero. –señala la malla de ejercicios que lleva por toda vestimenta –Yo te acompaño. –se ofrece cortés. –Así escogeremos algo apropiado para el almuerzo. –salen juntas, dejando a Alejandro solo e intrigado por la actitud de ambas. ¿Cómo puede usar buen vocabulario a ratos para después hablar como cualquier arrabalera? ¿Es una mujerzuela o una chica asustada? ¿Será siempre tan agresiva o sólo es con él? Y Jacky... ¿Por qué en lugar de ponerse de su lado la secunda? ¿Qué sucede? ¿Son imaginaciones suyas? O... ¿Lo fastidian a propósito? Camina hasta la banqueta del piano, sentándose cansado. Los espejos que cubren la mayor parte de la estancia, le devuelven su imagen desde diferentes ángulos. Siente haber envejecido años en una sola noche y apenas aquello comienza. Seis meses... ¿Aguantará sin enloquecer en el intento?
Mariana no deja de asombrarlo. Contrario a lo esperado por él, esta vez come con muy buenos modales, utilizando los cubiertos, sin chuparse los dedos.
−En la mañana estuvimos practicando las reglas de etiqueta en la mesa. –explica satisfecha Jackeline. –Tiene muy buenas bases de su niñez. –continua elogiándola para animarla a continuar progresando. –Lo que no comprendo es la razón para dejarlo todo de lado después de la muerte de su padre.
¿Son adivinos estos dos? Se pregunta en silencio Mariana (está aprendiendo a mantener la boca cerrada el mayor tiempo posible, aunque le cuesta un mundo) Ella no les ha dicho nada y parecen conocer su vida al dedillo. Eso no le gusta para nada. Prefiere mantener sus asuntos personales lo más resguardados posible. No confiar en extraños es su regla de oro, le ha servido para sobrevivir. Se adaptará por Samuel, sin confiarse ni un segundo. Debe estar mosca, no debe olvidar su objetivo principal.
−¿Tienes planes para después de almuerzo? –pregunta Jacky a Alejandro, terminando de comer. Lo han hecho en el comedor de la terraza, sólo ellos tres y los niños. El padre y madre de Alejandro no se encuentran en casa.
−No. ¿Por qué? –no logra salir aún de su asombro. Mariana lleva mucho rato callada y come decentemente. ¡De veras es una maravilla Jacky en su especialidad!
−Samuel tiene cita con el pediatra a las tres, a la misma hora tengo otro compromiso, ineludible.
−¿El pediatra es Francisco? –sonríe burlón, levantando una ceja.
−Sí –arruga el entrecejo − No te atrevas a comentar nada. –lo corta amenazante, aunque al observar la reacción de Magdalena y Samuel disimula.
−No te preocupes. – prefiere no provocar su enojo. –Yo los llevo .–hace un gesto indulgente. Lo menos que desea es discutir delante de Mariana y los chicos. Es prioritario lucir en armonía, mostrar lo sólido de su relación.
−Si me dicen dónde queda, voy sola. –salta Mariana, contrariada ante la idea de pasar una tarde con Alejandro. Mientras menos roce tenga con él, mejor. No le gusta su mirada estudiándola a cada paso. Evitar cualquier de nexo, más allá de lo estrictamente necesario, es una de sus metas. –No necesito guardaespaldas.
−No somos tus guardaespaldas. –se defiende Jackeline –Sólo queremos hacerte lo más grata y fácil posible tu adaptación a nuestro ambiente.
−¡Entonces compren un carro pa' mi sola! Conozco Caracas de punta a punta. –exige dejando ver su enfado, olvidando por un instante que no están solos −¡No quiero a nadien vigilándome!
−De acuerdo, le diré al chofer que te lleve. – él tampoco desea salir con la malcriada aquella.
−¡A nadie! –enfatiza a punto de estallar.
−Como quieras –comienza a molestarse. –Está visto, te encanta contrariarme.
−A ti y a cualquiera que intente someteme –aclara frenética.
−Rechazo a la autoridad y a las reglas establecidas –comenta Alejandro, levantándose de la mesa. –Algo muy típico de la rebelde adolescencia.
−No soy ninguna adolescente. – ataca furiosa, empinándose para tratar de alcanzar su altura –Si quieres puedes acompañame pa' demostratelo. –lo reta con los negrísimos ojos chispeantes cual tizones encendidos. –Si es que te atreves, claro. –dando la espalda, se dirige tranquila agarrar a su hijo para calmarlo. Sabe que lo asusta el verla enojar. –¡Ah! –se vuelve antes de salir –No olvides lo del carro.
A la hora en punto señalada, llegan al consultorio. Contrario a lo esperado por él, Mariana viste un sencillo camisero rosa con sandalias haciendo juego y labial del mismo tono como único maquillaje. El cabello lo lleva suelto, apenas sujeto con un cintillo. Samuel luce asustado, agarrando con fuerza la mano de su madre. Resulta, imposible ignorar su drástico cambio. En poco tiempo ha ganado peso y tiene más color en sus pecosas mejillas.
−El Doctor los espera –anuncia la secretaria, invitándolos a entrar.
El galeno (muy joven para el gusto de Mariana, prefiere los de más edad para estar segura de su capacidad) saluda a Alejandro con una amplia sonrisa y un afectuoso abrazo.
−¡Cuánto tiempo sin verte hermano! –corresponde amable su gesto.
−Sí, desde que me quitaste la novia–le da fuertes palmadas en la espalda, susurrando con disimulo.
−Sabes perfectamente que no fue así, ella eligió quedarse conmigo –contesta en el mismo murmullo jocoso.
−A propósito ¿Por qué no vino? – sigue murmurando para o ser escuchado por los demás. Esperaba verla llegar tras ellos
−Ya deberías estar acostumbrado. – lo desilusiona –Lleva tiempo evitándote.
−Creo que nunca perderé las esperanzas. –declara quedo, disimulado su pesar –Es lo que me mantiene vivo. –deja escapar por milésimas de segundos la tristeza arrastrada por dos años que consume poco a poco sus ganas de vivir.
−Bueno –cambia el tema Alejandro para tratar de animarlo, subiendo el tono de su voz –Este es Samuel y Mariana, su mamá. –los presenta amablemente –Van a vivir un tiempo en casa, deseo le hagas un reconocimiento general, antes de empezar el colegio.
−¡Muy bien! –retoma su actitud de profesional de la medicina, ofreciéndoles asiento. –¿Quieres que Ale se quede o prefieres estar a solas mientras realizamos la evaluación? –pregunta a Mariana, fijándose en su incomodidad.
−No se preocupe doctor. –utiliza su más pulcro lenguaje. –No tengo ningún inconveniente. –está dispuesta a mostrarle a quién se enfrenta. –Así se percatará de algunas cosas. – lo fulmina con la mirada.
−Primero realizaremos la entrevista, después haremos la evaluación física. –explica antes de comenzar a interrogar a Samuel – ¿Cuantos años tienes?
−Cumplo siete el tres de Octubre –contesta orgulloso el niño.
−¿Siete? –levanta una ceja incrédulo, intentando calcular la edad de la supuesta madre.
−En realidad yo no lo parí. –aclara Mariana –Es mi ahijado. –acaricia los rizados cabellos –Su mamá tuvo un embarazo difícil, murió durante el parto por un ataque de eclampsia. –para sorpresa de Alejandro, explica todo el proceso con lujo de detalles. –Desde entonces estamos juntos; lo considero mi hijo de verdad, verdad –enfatiza convencida.
−¡Te felicito! –declara satisfecho Francisco. –Muy pocas adolescentes son capaces de cuidar de sí mismas, menos aún a un recién nacido.
Alejandro está totalmente confundido: Aquella dulce, amable y educada madrecita no tiene nada que ver con la gritona, mal hablada, busca pleitos "Marucha" a quien cada rato enfrenta sacándolo de sus casillas.
Buscando en su bolso de mano, encuentra una tarjeta para entregar al pediatra explicando:
−Tiene todas las vacunas administradas gratuitamente en los módulos de Salud. –continúa sin dejar de lanzar miradas llenas de indignación a su acompañante. –Las demás, podemos comenzarlas ahora que tengo como pagarlas.
A través del interrogatorio y el examen físico del niño, Alejandro admite su error al juzgar la madurez de "su pupila". Habla como una persona de más edad, en efecto toma en serio su rol de madre. Escuchándola describir todo el desarrollo de Samuel, nota con cuanto fervor lo ama.
Aparte de la anemia, es un niño inteligente, sano, colaborador. Luego de tallarlo y pesarlo, le coloca una vacuna contra la hepatitis e indica algunos exámenes de laboratorio, hierro más polivitaminas.
−Eres muy valiente y fuerte –observa Francisco, mientras pasa mano por la rojiza cabeza, alentándolo luego del pinchazo. –Sigue así, cuidando a tu madre. ¡Está muy guapa!
−¿Ya podemos irnos? –pregunta apresurado por salir corriendo como último recurso para aliviar el dolor.
−¡Por supuesto! – hace disimuladamente un gesto a Alejandro, indicándole quedarse.
−Al frente hay un parque, pero si tienen algún pendiente pueden irse. –entrega las llaves del auto, deseoso de mantenerse lo más alejado posible de la impredecible madre.
−Mejor te esperamos. – lo sorprende el niño, adelantándose a cualquier plan de su madrina.
−De acuerdo –intenta no dejar entrever su decepción. –En un momento los acompaño –mantiene su rostro impasible hasta verlos salir, cerrando tras de sí. –¿Le ocurre algo a Samuel? –se preocupa.
−Nada que no se corrija con el tratamiento indicado y una alimentación con al menos tres meriendas diarias consistentes en frutas, cereales o lacteos. Debe comer cada tres horas para acostumbrar su cuerpo poco a poco a la nueva dieta.. –aclara sus dudas. –Es de Jacky de quien quiero hablarte –suspira emocionado. –Necesito me ayudes a acercarme. –deja entrever su angustia de nuevo. –Creo que dos años de separación son suficiente castigo por un estúpido desliz.
−Un video "en plena acción" con tu amante es más que "Un estúpido desliz" para una mujer enamorada en vísperas de su boda.
−¡Esa mujer nunca fue mi amante! –se defiende ofendido. –Sólo estuve con ella durante la maldita despedida de soltero. –vuelve a relatar el cuento harto conocido por Alejandro. Insiste en haber caído en una trampa, de no ser por aquel fatídico video no recordaría con claridad lo ocurrido.
Siempre le ha parecido cruel el amor. No es bueno un sentimiento capaz de dejarte tan indefenso, a merced de otro, quien puede hacer contigo cuanto se le antoje: Elevarte hasta la gloria o lanzarte al peor de los infiernos, sin tomar en cuenta para nada tu opinión. Prefiere no tener que pasar nunca más por semejante tortura. Comprendiendo el sufrimiento de su amigo, decide hacer lo posible por aliviar un poco su mal o tal vez... Hacerlo desaparecer para siempre. Por el bien de ambos.
−Como escuchaste, Samuel cumple años el mes entrante, Jacqueline planea una fiesta para presentarlos a nuestro circulo social. –explica paciente –Siendo el pediatra del niño, es lógico ser invitado. –nota su indecisión.
−Pero con tantas personas, será muy difícil hablarle. –vacila nervioso. Su sola mención lo desarma.
−Usa tu ingenio. –trata de animarlo. Se conocen desde la universidad, comparten gustos y amistades. Le duele verlo sufrir. –Después te invito a la celebración de Halloween, y así vas poco a poco rompiendo el hielo, luego ya se te ocurrirá algo. −Quien persevera, vence.
−¡Gracias amigo! –agradecido, vuelve a abrazarlo. –¿Y qué piensas hacer con tu pupila? –recuerda para alejar sus propias dudas –Se nota que no te soporta.
−Es un sentimiento mutuo. –admite sincero –Pero debemos estar juntos seis meses.
−Ten cuidado – intenta bromear para olvidar su tristeza. –Ya conoces el dicho: "Del odio al amor..."
−No la odio –comenta evasivo –Solamente me molesta su...
−Inteligencia, sagacidad, ingenio, ocurrencias. –se divierte fastidiándolo a propósito para alejar por un momento a Jackeline de su atormentada mente.
−No, su descarado irrespeto hacia sus mayores. –puntualiza, abandonando el consultorio hastiado de sus bromas pesadas. No sabe que es peor: Si aguantar a Francisco o soportar a Mariana.
Se resigna a pasar el resto de la tarde peleando con su "protegida", aunque está seguro de ser él quien necesitará toda la protección celestial para no caer en sus provocaciones. Al salir a la calle, termina de decepcionarse. Abrigó la esperanza que se cansaran de esperarlo, yéndose por su cuenta; pero no, allí siguen todavía. Disimulando su desgano, finge su mejor sonrisa.
−¿Qué te dijo el doctor? ¿Tiene algo Sam? –lo intercepta Mariana preocupada.
−Por el contrario. –mirándolo acercarse la tranquiliza. –Este niño se portó muy bien hoy, merece un premio. –acaricia su cabeza, al llegar a su lado corriendo.
-¿De pana? –todavía duda de las verdaderas intenciones de quien se atreve a retar a su madrina, sosteniendo su oferta a pesar de la negativa reflejada en su cara. –¿Entonces puedo pedir lo que sea?
−Bien sabes que yo soy la única persona a quien puedes pedir algo Sammy –instintivamente, lo aparta de sus manos. Evitará el menor roce entre ellos. Sospecha que sólo lo utiliza para mortificarla, sin importar para nada cómo pueda afectar al pequeño.
Aquella reacción confunde a Samuel. Mariana sólo lo había llamado así en dos ocasiones: Cuándo casi se lo lleva el río durante un aguacero y cuando lo atropelló un carro. ¿Qué la asusta ahora? ¿Corren peligro con Alejandro? ¿Será tan malvado como la mayoría de los tipos? La curiosidad supera su incertidumbre por lo que osa pedir: –Está bien, llévame al parque mecánico más grande de Caracas. –sonríe entusiasmado. Es la primera vez que la contradice, sin recibir un pellizco como respuesta inmediata.
−Conozco el lugar ideal para ti. –ofrece gentil su mano al niño, el cual no la rechaza a pesar de la extraña actitud de su mamá. –Queda un tanto alejado, pero he diseñado algunas de sus atracciones. –le agrada la sensación del contacto con la pequeña mano. Suspira pensando en la que jamás logró tocar. Obligándose a centrarse en el presente, arguye. −Me gustaría escuchar la opinión de un verdadero experto en el arte de divertirse. –caminan juntos hacia su auto, sin interesarles la opinión de su huraña compañera.
−Déjame manejar a mí. –pide resignada, llegando al estacionamiento –Me gusta tu camioneta.
−Sólo si prometes comportarte como una dama. –la reta a propósito, notando la rabia contenida en sus brillantes ojos negros que amenazan con hundirlo en la inmensidad de sus tinieblas.
−Como quieras. –acepta, tomando las llaves de sus manos. –Creo haberte demostrado allá dentro que puedo ser tan... –busca las palabras que demuestren cuanto piensa de los de su clase − Hipócrita como ustedes.
Decidido a no morder su anzuelo, evita cualquier enfrentamiento verbal. Sentándose en la parte trasera, se dedica a describir los juegos al niño, luego de indicar la dirección a Mariana.
−La seguridad es excelente: Al entrar nos colocan un brazalete a cada uno con el cual podemos utilizar todos los aparatos del parque.
−Yo esperaré afuera, estoy muy crecida para semejante ridiculez. –sigue de mal talante.
−Pero Maru, siempre nos hemos entretenido juntos. –se entristece Samuel.
−Te aseguro que al llegar terminará uniéndose a nosotros. –deja escapar un poco la satisfacción producida por su trabajo. –Hay tanta variedad que incluso personas de la tercera edad llegan a sentirse como niños de nuevo. Los he creado desde los más simples; completamente mecánicos, como el simulador de manejo, consistente en engranajes, juegos de luces, espejos con ventiladores. Hasta los más complejos y versátiles que reproducen exactamente desde el timón de un barco pirata hasta "El Halcón Milenario": la nave de Han Solo en La Guerra de Las Galaxias.
−Eres un bocón, exagerado. –continúa mortificándolo. –Si como hablas trabajas, serías un genio multimillonario sin necesidad de soportarme por seis largos e interminables meses. –aparca el auto frente al Parque Del Este, pues "La maravilla mecánica " queda justo al frente, en el museo de transporte.
La visita de Alejandro, causa gran agitación en el lugar. Todos se esmeran en atenderlos, haciéndolos sentir importantes. –Ha debido avisarnos ingeniero, para preparar algo especial. –se disculpa el encargado apenado. –Dada la hora estamos con el personal mínimo.
−No te preocupes Ron –comenta conciliador. –Solamente quise darle la sorpresa a Samuel, no fue nada planificado. –aclara espontáneo, sin ínfulas de ningún tipo. – Además como sabes, puedo operar cualquier equipo.
−Por supuesto, pero hoy vino a divertirse, no a trabajar .–se ofrece gentil. – Y pongo a disposición mi cargo si no lo logra. – exagera bromeando satisfecho.
e−¿Dónde está el simulador de manejo? –pregunta impaciente Samuel asombrado por la cantidad de aparatos existentes. El parque es amplio dividido por zonas, en cada una hay diferentes juegos. Un poco más alejado se aprecian autos antiguos –Mi madrina me está enseñando, quiero ver cómo es. –sujetándola por una mano, arrastra a la renuente Mariana hasta el lugar indicado por Alejandro. Luego de mucho pensarlo, se decide por un Ford Mustang modelo 1964 – ¿Qué te parece este? –indaga jactancioso.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...