—Tranquilo. —se agacha a dejar la pistola en el suelo, buscando ganar tiempo. Pero para sorpresa de ambos, Jorge se interpone entre los dos.
— Primero deberás matarme a mí. —declara sin titubeos con el cañón en la frente.
—Fácil, esta puede atravesar hasta seis juntos. —vacila, al verlo bajar una mano hacia el bolsillo del pantalón. Preciosos cuatro segundos que son aprovechados por el policía para con un rápido movimiento de muñecas (similar al usado por los magos) quitarle la pistola y noquearlo de un puñetazo detrás de la mandíbula; dejando atónita incluso a Brizna, acostumbrada a escuchar hablar mal de los gorditos.
—Maru siempre dice que las apariencias engañan. —se atreve a alardear. —halándola por una mano. —Ahora me debes una salida.
—Quien es capaz de ponerse entre una bala y yo, merece mucho más que eso. —,empujándolo contra la pared, le da un largo beso en la boca, al devolverle su pistola.
Alarmados por lo sucedido, los amigos de Maru corren tras el tipo de la grúa. Confusión aprovechada por el padre de Alejandro para agacharse a su lado y clavarle un revolver en las costillas, a la culpable de todos sus males. –Si te mueves o gritas, lo remato. —la obliga a levantarse. —Camina quietecita y sin alborotos.
—¡Don Mario Murray! –exclama suficientemente alto para ser grabado por Luna. –Usted no se atrevería a dañar a su propio hijo, estando tan malherido. — debe hacer confesar al muy desgraciado, se la debe a Alejandro.
—No imaginas a cuánto estoy dispuesto, por lo mío. —la empuja hacia la salida. De lejos no levantan sospechas. Lucen como cualquier pareja, caminando abrazados. En la puerta los espera un taxi, al cual la obliga a subir con premura.
—¿Dónde me lleva en este taxi? —continúa dando pistas a quien la escucha.
—¡Cállate! —lo irrita su falta de miedo.
—¿Qué más puedo hacer, si no deja de apuntarme?
—Con un poco más de tiempo te gozaría un rato. –roza excitado, sus pezones con el cañón. —Pero debo concentrarme en otras cosas. —mira el intercambio de disparos, entre sus escoltas y quienes los siguen. En varias ocasiones tratan de interceptarlos en la vía, pero su experto chófer logra esquivarlos.
—En el aeropuerto lo atraparán. —busca de sacar más información. —Ya mis amigos habrán dado la alarma y estarán revisando todas las avionetas privadas.
—¡Perfecto! —declara satisfecho, sin dejar de apuntarla, a pesar del bamboleo del automóvil. — Es justo lo que espero que hagan, mientras nosotros salimos en un vuelo comercial.
—¿Nosotros? —lo mira extrañada. —¡Ni lo sueñe! —continúa enfrentándolo. —Si de todas maneras me va a matar, no pienso facilitarle nada.
—Por supuesto que lo harás o mis hombres, se encargarán de tu hijo. —afirma jactancioso.
—Así que fue usted quien nos mandó a secuestrar, sin importar que inculparan a Alejandro. —debe hacerlo confesar, aunque muera en el intento.
—Mejor el que yo. —le enfurece su actitud. —Es un estúpido sentimental, siempre retándome para defender al loco de mi padre. — introduce a la fuerza el cañón en su boca para amedrentarla. —Aunque me costó bastante, al final logré eliminarlo, sin dejar rastros. —Igual que haré contigo, después de poseerte como me venga en ganas. —obligándola a recostarse, manosea con saña, su firme busto y se percata del broche que lleva.
—¡Estás cableada maldita! – enloquecido, sin medir las consecuencias de sus actos, la golpea con el puño cerrado, noqueándola.
Desesperado, detrás de Brizna, llega Jorge corriendo al lado, de Alejandro. Rápido, le quita la franela y el chaleco para disminuir la presión en su pecho. A pesar de sus años de servicio y las múltiples heridas vistas, no deja de impresionarle el torso desnudo, flaco, sumamente marcado. De veras se habían ensañado con él. Sin querer, se arrepiente de haber sido quien indicara la primera paliza; al fijarse como miraba a Maru. —¿Qué coño pensaba hacer, en estas condiciones? —admira su valor. —Debería estar hospitalizado o por lo menos de reposo.
—El gobierno, pretende desconocer la realidad carcelaria. –lo examina Brizna con premura. —Dice que no hay pena de muerte en el país, siendo justo a lo que te condenan, al enviarte a cualquiera de los sitios de reclusión. ¡No respira! –observa alarmada, extendiendo de inmediato su cuello, tapa la nariz para insuflar aire por su boca.
—Más aún, si ingresas por atentar contra un niño y violación. —trata de calmar su conciencia, trabajando en conjunto con ella. Recuerda sus clases de primeros auxilios, al dedicarse a dar masajes cardíacos, hasta hacerlo volver en sí.
—¿Maru? —pregunta sin abrir los ojos.
—Tu papá se la llevó. -responde Brizna.
—¿Cómo? —termina de reaccionar alarmado, intentando incorporarse, sin poderlo lograr, debido al renovado dolor en la espalda. —Tenemos que buscarla.
—Ya salieron a perseguirlos, pero tú no deberías...
—¡Ayúdame! —pide sin siquiera escucharla, comenzando a vestirse, se coloca el receptor del micrófono en el oído. Casi ensordece por la detonación. —¡Acaba de disparar!— se desespera. —Vamos a impedir una tragedia. —con la ayuda de ambos logra levantarse.
—Pero si apenas puedes moverte.—trata de persuadirlo Jorge, a pesar de la determinación reflejada en sus ojos de enamorado.
—Yo no importo. —asegura decidido. –Papá, enloqueció, debo detenerlo.
Luego de hacerlo confesar y saberse descubierta, Maru se atreve a arriesgar el todo por el todo. Si ese monstruo degenerado, es capaz de atentar contra su propia familia por el cochino dinero. ¿Qué no hará con ella? Mientras lucha por someterla a la fuerza, ella aprovecha su posición; levantando las rodillas, arremete contra sus genitales sin piedad. Mario, pretende noquearla de nuevo, pero Maru, moviéndose con suma habilidad, no cesa de patearlo, mientras lo intenta desarmar. Durante el forcejeo se escapa un tiro, hiriendo al conductor, el cual pierde el control del vehículo.
—¡Maldita perra, por tu culpa nos vamos a matar! —desea someterla, pero Maru tiene más agilidad que él, sabe cómo moverse a pesar del bamboleo del auto que los bate hacia uno y otro lado.
—Prefiero eso a que nos siga jodiendo la vida. —lo golpea enardecida hasta lograr desarmarlo. En ese preciso instante, el carro, se sube sobre la acera, choca contra las puertas de vidrio, destruyendo una de las entradas, al aeropuerto Internacional de Maiquetía.
Al estar encima de ella, Mario Murray, recibe la peor parte, sirviéndole como amortiguador de golpes a Mariana. El alboroto causado por el estrepitoso accidente, es general. Los vigilantes de seguridad, la guardia y los paramédicos corren a auxiliar a los heridos. La única que está plenamente consciente es Maru. Al ver acercarse a los periodistas con cámaras de televisión, aprovecha para denunciar frenética a su captor. —Ese desgraciado trató de matarme. –fuera de sí, olvida los modales, aprendidos convirtiéndose de nuevo en la indomable Marucha. Hacen falta varias personas para impedir que se suelte y siga golpeando, al ahora inconsciente padre de Alejandro. —Nos mandó a secuestrar a mi hijo y a mí para quedarse con todo. —la adrenalina en su cuerpo le da una fuerza inusual. —También inculpó a Alejandro Murray por algo que solamente él planeó, por eso al saberse descubierto por mí me disparó, hiriendo a su chofer. –se envalentona, viendo llegar junto con más periodistas a Luna, Brizna, Jorge y a... ¡Alejandro sano y salvo! —Incluso tengo la confesión de cómo mató a su propio padre.
—¡Esa mujer está loca! —apenas es capaz pronunciar, defendiéndose desde la camilla donde lo colocan con la boca partida y los ojos amoratados, por los golpes de Maru. —Yo siempre he sido un ciudadano ejemplar, conocido por todos. —hasta respirar y hablar al mismo tiempo se le dificulta. —En cambio, ella no es más que una prostituta, roba autos, delincuente estafadora que timó a mi padre para quedarse con la fortuna Murray. —aparenta mayor malestar del sentido para inclinar la opinión pública a su favor.
—Este no es el lugar, ni el momento para ventilar asuntos familiares. —interviene Luna con su absoluta sobriedad y dominio de grupo que la caracterizan, acabando con el espectáculo. –Sin embargo, tenemos pruebas contundentes, como probar que las declaraciones de esta dama son verídicas. En breve, las daremos a conocer legalmente a través de nuestros abogados. —con una simple mirada, instruye a su personal. Disolviendo la multitud, sin perder tiempo.
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Mariana
RomanceLa desesperación por la supervivencia en Caracas (Venezuela) con su pobreza crítica, marginalidad, violencia y falta de dinero llevan a Mariana al borde. "Hago lo que sea pa' que mi chamo no se acueste sin na en la barriga ". Sólo por su hijo es...