Capítulo 16

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―Ay madre mía, estás fatal ―dije apartándole el pelo de la cara.

―¿Tan feo soy? ―se rió y de inmediato hizo una mueca de dolor.

―Eres tonto en serio ―le cogí del brazo y le ayudé a ponerse de pie. Seguidamente, le levanté la camiseta para examinar si Matt le había dado en la herida que tenía y me alivié al ver que la brecha seguía intacta.

―Siempre aprovechas eh ―me miró con una media sonrisa.

―Cállate ―le espeté poniendo los ojos en blanco―. Menos mal que no te ha dado donde la puñalada porque si no, tendríamos que correr al hospital ―suspiré―. De todos modos, tenemos que ir a curarte esto.

―Podemos ir a mi casa, no está muy lejos y seguro que en el baño hay un botiquín o algo ―se tocó el labio para comprobar si seguía sangrando.

―Luego soy yo la que aprovecha ―solté irónicamente y él se rió.

Lo acompañé hasta su coche cogiéndole cómo pude y lo acomodé en el asiento del conductor. Me subí en el del copiloto y nos dirigimos hasta su casa recordando que la última vez que estuve allí, me quedé a dormir. Jace esa noche me encontró y decidió cuidarme, y eso que apenas me conocía.

La verdad era que no me había parado a pensar hasta ese momento que en realidad había sido un gesto muy bonito por su parte, de no ser por él, me hubiera quedado tirada en la calle.

―¿En qué piensas? ―preguntó sacándome de mis pensamientos.

―En nada ―contesté restándole importancia―. Intenta no hablar mucho o se te hará más grande la herida del labio.

―Como tú digas enfermera ―dijo en tono vacilante.

Bajamos del coche y fuimos hacía la puerta. La abrió sin más y pasamos dentro.

―¿No están tus padres? ―me extrañaba que siendo por la tarde, aún no estuvieran.

―Ya te dije que estaban todo el día trabajando. Además, mi madre esta semana está de viaje de negocios y mi padre está en la oficina hasta la noche ―asentí y nos dirigimos al baño para coger el botiquín. Después me llevó a su habitación y le indiqué que se sentara en una silla pero, pasando totalmente de mí, se estiró en la cama.

―Mira que eres tozudo eh ―espeté rodando los ojos.

―Es que aquí estoy más cómodo ―colocó las manos detrás de su cabeza.

Puse desinfectante en un algodón y le presioné la herida del labio, después hice lo mismo en la ceja y en la mejilla. No paraba de quejarse pero decidí ignorarlo, había sufrido una puñalada y seguro que más de una pelea, un poco de desinfectante no lo iba a matar. Le puse una tirita en la ceja para evitar que goteara la sangre y fui al baño a guardar el botiquín. Cuando volví, estaba sin camiseta y mirando hacía el techo. Sin darme cuenta, me lo quedé mirando fijamente y él se percató de ello.

―Te encanta contemplarme ―me dijo con una sonrisa de satisfacción.

―Eso no es verdad ―contesté saliendo del trance y acercándome a él―. ¿Aún te duele? ―le pasé el dedo por el labio y el inevitablemente pasó la lengua por él.

―Un poco pero ya se me pasará ―me cogió del brazo y me tiró encima de él―. Tú podrías hacer que se me pase.

Estaba encima de él sin poder moverme por la tensión que sentía. Me quedé mirándole a los ojos, esos ojos color miel que destacaban tanto y él recogió un mechón de pelo detrás de mi oreja. Desde tan cerca pude ver las pequeñas pecas que se le marcaban en la cara, lo cual le daban un toque adorable. Con su dedo índice empezó a tocar mis labios y luego me tiró de la camiseta para acercarme más a él. Estábamos cuerpo con cuerpo y pude notar todos sus músculos contrayéndose.

[Versión desactualizada] | Todo comenzó en esa estación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora