Capítulo 45

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Después de dos largas semanas había acabado por fin todos los exámenes y eso significaba que tenía más tiempo para mí, cosa que realmente me emocionaba. A pesar de las vacaciones y el viaje a París, la vuelta al instituto había sido toda una tortura. Entre el trabajo y los exámenes no había podido ni ver series y eso era algo sagrado para mí que tenía ganas de volver a hacer.

Esa mañana me levanté de muy buen humor, no solo porque ya no tenía que pasar por la tortura de estudiar de camino a clase sino porque me iban a dar mi primer cheque, el cual me hacía ver que todo el estrés por el que estaba pasando valía la pena.

Desperté antes de tiempo, cosa demasiado rara en mí, así que decidí coger el desayuno en una cafetería y empezar el día con tranquilidad. Eso me serviría para tomarme un respiro y que todo fuera viento en popa.

Me despedí de mis padres y paré en el primer sitio que vi de camino a clase. Encargué para llevar un café para cargar energías y cogí un trozo de pastel que tenía una pinta deliciosa. Me acabé el dulce en un santiamén y me empecé a beber el café de camino al instituto.

De repente, mientras cruzaba el paso de peatones, una moto pasó a milímetros de mí a toda velocidad, haciendo que el poco café que me quedaba, se me cayera por encima.

—¡Gilipollas! ¡La próxima vez mira por dónde vas! —grité soltando toda la ira que me acababa de provocar esa persona. Ya decía yo que era raro que todo hubiera empezado tan bien, mis días nunca solían ir a la perfección y mucho menos durante la mañana.

Sin esperármelo, la moto dio la vuelta en la rotonda y volvió hacia donde estaba yo. En ese momento la tensión se apoderó de mí y empecé a maldecirme por no haberme callado la boca. Derrapó en frente de mí y al tenerle tan cerca me di cuenta de que era un chico, cosa que hizo que mi tensión fuera en aumento.

—¿Tú eres la chica que me ha gritado gilipollas sin motivo alguno? —preguntó soberbiamente con el casco aún puesto. No entendía a que venía esa gilipollez de pregunta si era evidente que sabía que se lo había gritado yo.

—¿Me estás vacilando? Casi me atropellas, me tiras el café por encima y para colmo, tienes los huevos de decirme que te he gritado gilipollas sin motivo alguno.

—Te veo estresada, deberías agradecerme que te tirara el café, no te hace ningún bien si te altera de esta manera —se quitó el casco y me miró directamente a los ojos—. Y que quede claro que la única que ha infringido la ley eres tú, que has pasado en rojo.

—Yo no he pasado en rojo —respondí sin estar segura de mis propias palabras. Sus ojos me sonaban demasiado, intenté analizar más su rostro y buscar en mis recuerdos alguna persona que se pareciera pero nada me vino a la mente.

—¿Me tengo que volver a poner el casco para que me escuches cuando te habló? —preguntó sacándome de mis pensamientos. Di un paso hacia atrás y lo fulminé con la mirada. —Es que no sé porque me miras tanto, las chicas no se suelen enamorar de mí tan rápido.

—¿Pero qué coño dices? —repliqué malhumorada—. Mira, mejor cállate, no me interesa escuchar absolutamente nada más que salga de tu boca —respondí de manera tajante mientras intentaba limpiar la mancha de café.

—Te iba a dejar una camiseta que tengo aquí guardada para que no tuvieras que irte así, pero como no te interesa nada de lo que te tenga que decir, pues te jodes —levantó los brazos y volvió a ponerse el casco—. Aunque bueno, tu tranquila, que con esa carita nadie se fijara en lo que lleves puesto —quitó el seguro y volvió a arrancar la moto para irse.

No me podía creer que ese subnormal me acabara de dejar con las palabras en la boca y mucho menos que antes de irse me hubiera soltado ese piropo. Después de esa situación estaba que echaba humo y solo quería que las clases acabaran rápido para ir al trabajo y ver a Jace.

[Versión desactualizada] | Todo comenzó en esa estación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora