Capítulo 33

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Megan se fijó en mí y vio que los estaba mirando. Yo aún seguía en estado de shock, no sabía que se llevaban tan bien como para quedar. Más bien, no sabía ni que se hablaban. Denise me había dicho que se caían mejor pero nunca me hubiera imaginado que tanto. Se empezaron a acercar a mí y todo mi cuerpo se puso en tensión.

―¡Hola Kate! No sabía que te gustaba patinar ―dijo Megan con una gran sonrisa.

―Sí, desde pequeña ―miré a Lucas―. ¿Cuánto hace que estáis juntos? ―pregunté levantando la ceja.

―Encantada de conoceros, me llamo Rebeca ―interrumpió mi prima dándoles dos besos en las mejillas.

Se presentaron y pasados unos minutos Megan me cogió del brazo y me llevó a otro lado de la pista. Aún no me habían respondido a la pregunta que les había hecho así que supuse que quería hablar de eso.

―No estamos juntos ―se rió―. Desde que le pasé los apuntes no hemos dejado de hablar y hoy, sorprendentemente, me ha dicho de quedar ―sus mejillas se empezaron a encender―. La verdad es que estoy muy nerviosa, espero que no se note.

―Tranquila, seguro que va todo bien ―le dediqué una sonrisa.

―Pensaba que teníais algo y que te había molestado vernos juntos ―se colocó bien las gafas―. Ya te lo dije en clase y aunque me dijeras que no, aún tenía la sospecha.

―Nono, en absoluto, solo somos amigos. Me alegra que lo vuestro vaya tan bien.

Volvimos con los otros dos y Rebeca había aprovechado para hablar más con Lucas, cosa que no me parecía extraña. Por suerte, no se le había arrimado mucho y cuando llegamos a ellos, los dos nos sonrieron y nos sacaron tema de conversación.

A la mañana, cuando lo llamé, pensé que estaba rallado conmigo pero, por cómo me miraba y me hablaba, me había dado cuenta de que no. Seguramente estaba con su familia comiendo y no tenía tiempo para hablar conmigo. Lo había tomado de inmaduro y realmente, era una de las personas más maduras que conocía.

La verdad es que no me esperaba que le interesara Megan pero me alegraba mucho por ella. Sabía que estaba coladita por él desde hacía tiempo y además, formaban una pareja adorable.

―¿De qué querías hablar antes? ―me preguntó Lucas―. Perdón por estar tan antipático ―se puso la mano detrás de la nuca―. Es que mis primos, me ponen de los nervios. Encima, como me descuide un momento, me destrozan la habitación.

―No te preocupes, no era nada importante ―moví la mano con desdén quitándole importancia al asunto.

―Deberíamos irnos ya ―dijo mi madre viniendo por detrás―. ¡Lucas, sí que estás alto! ―se movió hacia su lado.

―Señora Hall, nos vimos hace poco ―sonrió ligeramente―. Pero me alegra que me vea más alto.

―Es que crecéis muy rápido ―puso cara de lástima―. Como iba diciendo, tenemos que volver, debo preparar la cena de esta noche.

Nos despedimos de ellos y volvimos hacia casa. Esperaba que la cena fuera muchísimo mejor que la comida, teníamos que dar los regalos y ese sí que era un momento tradicional y familiar que no quería que se estropeara.

Hacía siete años que en mi familia habíamos inventado un método para los regalos. Escribíamos en papeles los nombres de cada miembro y a cada uno le tocaba hacer dos. Yo le había comprado uno a mi tío y el otro a mi madre, el del padre de Rebeca era el que más me había costado porque apenas lo conocía pero al final, había decidido regalarle una cartera de marca. Con mi madre lo tenía muchísimo más fácil, le encantaban los libros así que le compré dos clásicos de la literatura: Ana Karenina y Jane Eyre, que sorprendentemente no los había leído.

[Versión desactualizada] | Todo comenzó en esa estación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora