Capítulo 37

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―¿De qué coño os reís? ―espetó Jace mirando a nuestro alrededor y de repente, todos escondieron sus teléfonos para evitar conflictos con él. Seguidamente se sacó la chaqueta y me rodeó con ella la cintura para taparme lo máximo posible. ―Vámonos de aquí, que la gente es muy inútil ―echó una última mirada asesina a la gente que nos estaba observando y salimos del local.

Sabía que mi prima tenía segundas intenciones pero nunca me había imaginado que sería tan mala como para dejarme en ridículo delante de tanta gente. Sentía una impotencia enorme por dentro, no podía haber empezado peor el año y encima iba tan borracha, que no podía ni andar.

―Quiero irme a casa ―pedí intentando reprimir las lágrimas―. Tengo frío, y hambre, y también me duelen los pies ―me agaché y me saqué esos malditos tacones que me estaban matando.

―Va tranquilízate y no empieces a hacer tonterías. No te puedo llevar a casa pero déjame que piense, que seguro que se me ocurre algo ―me señaló los tacones para que me los volviera a poner y suspiré pesadamente.

―Jace, no puedo ir así por la calle, se me ve todo ―intenté cubrirme más con la chaqueta pero era imposible que me tapara totalmente y ya estaba empezando a desesperarme.

―A mí no me molesta que vayas así, la verdad es que esa ropa interior te queda bastante bien ―respondió bajando la mirada. Inmediatamente le di un golpe en el codo y le fulminé con la mirada. ―Era broma, era broma ―dijo levantando los brazos―. Bueno en realidad sí que te queda espectacular...

― ¡Jace! ―puse los ojos en blanco y él se rió ―necesito urgentemente encontrar una parte de abajo, al menos para poder andar por ahí sin tener que sujetar todo el rato la chaqueta.

―¿Y si vamos a la playa a sentarnos en la arena?

Esa idea no me daba mucha confianza pero acabé aceptando porque en realidad no era tan mala opción. Estaríamos tranquilos con la luz tenue de la luna y así evitaría llamar la atención.

Puse la chaqueta bajo mi culo y Jace se sentó con las piernas estiradas. Giró la cabeza y se quedó mirándome sin decir nada. Alcé la cabeza para que hablara y unos segundos después, dijo lo que llevaba rato meditando.

―¿Qué tienes con Matt? ―preguntó apoyando sus manos en la arena―. Pensaba que después de la pelea no habíais vuelto a hablar pero se ve que sí. En la fiesta aceptaste el reto y luego me enteré de que se había ido contigo ―pues tenía razón pero, ¿qué más le daba lo que hiciera con Matt? ―. Además, hoy te ha invitado él a salir, ¿no? ―soltó acabándome de sorprender.

―Creo que ni debería responderte a eso. Sinceramente, no es asunto tuyo, tú tienes tus cosas y yo las mías ―le giré la cara y me quedé mirando el agua―. Tú también besaste a Rebeca sin problemas y a saber qué más hicisteis, pero no es asunto mío ―fruncí el ceño―. ¿Y Emma qué? Me dijiste que vuestra relación era tóxica y estos días os he visto como si no hubiera pasado nada de eso entre vosotros.

Nos quedamos los dos callados y sin esperármelo, Jace se levantó de la arena y empezó a andar hacia el paseo. Inmediatamente me levanté y le agarré del brazo para que se girara a mirarme.

―No sabía eras tan cobarde ―apreté más su brazo―. No puedo estar así, necesito hablar del tema, voy a explotar como sigas así, me tienes la cabeza echa un lío.

―Tú sí que me tienes la cabeza echa un lío ―contestó deshaciéndose de mi brazo―. Parece que te atraiga, pero aun así, te vas tirando a Matt, ¿cómo crees que me sienta eso?

―¿Qué yo qué? ―no sabía de dónde había sacado eso, yo no había tenido nada con Matt pero igualmente, él no era el más indicado para hablar ya que hacía pocas noches, se había tirado a Emma. Por no decir que igualmente no éramos absolutamente nada, no tenía razones para quejarse.

[Versión desactualizada] | Todo comenzó en esa estación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora