Capítulo 42

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La maldita cena fue mejor de lo que me esperaba, teniendo en cuenta que había un porcentaje muy alto de que todos acabáramos intoxicados con la comida. Además, nuestros padres se acabaron llevando maravillosamente bien y lo mejor era que había conseguido que me dejaran ir a París, aunque después de lo que me había dicho Jace, no sabía si emocionarme o asustarme.

Me había pasado toda la mañana haciendo la maleta antes de que me viniera a buscar, y teniendo en cuenta que solo me iba dos días, decidí llevarme únicamente lo necesario para estar medianamente presentable.

Cuando acabé de preparar todo fui al comedor y me despedí de mis padres porque Jace ya estaba abajo con el coche. Les costó bastante dejarme ir pero finalmente salí de casa y bajé antes de que cambiaran de opinión.

Llegamos al aeropuerto y pasamos bastante rápido al avión, supuse que eran ventajas de ir en primera clase. Cuando me senté y acomodé, el miedo me empezó a reconcomer por dentro, nunca había viajado por el aire así que estaba un poco cagada. Jace al instante lo notó y me esbozó una perfecta sonrisa indicando que todo saldría bien, eso por suerte me tranquilizó, pero por poco rato.

—Jace, esto vibra. ¡Joder esto vibra! Estará algo mal colocado, no debería vibrar —miré por el pasillo y vi que todos los asientos vibraban o a lo mejor era el avión que se estaba moviendo—. ¿Por qué damos vueltas? ¿Quieren que pote? Esto no va bien. ¡Ayuda!

—¿Podrías decirle a tu hermana que se calle la boca? —preguntó en tono molesto un chico que se sentaba detrás de nosotros.

—A mí no me hables en ese tono —contestó Jace levantándose del asiento con el ceño fruncido. Inmediatamente tiré de su brazo hacia abajo y se volvió a sentar.

—¡Jace no te levantes! La de seguridad ha dicho que nos quedemos en el asiento. ¡Ay que nos caeremos por tu culpa! —fijé la mirada hacia el suelo y me tapé la cara con las manos para no ver el momento en que moríamos.

—Deja de decir tonterías, no nos vamos a caer, más que nada porque aún no hemos ni despegado —soltó una pequeña risa y sentí vergüenza al instante—. Además, el avión es el transporte más seguro que existe —apartó las manos de mi cara y las junto con las suyas—. Coge aire, retenlo, y cinco segundos después expúlsalo con calma.

Hice lo que me aconsejó y mi corazón empezó a disminuir poco a poco su ritmo cardíaco. Me sentía más relajada y decidí apoyar mi espalda en el respaldo y dejar de dar la nota durante el viaje.

—Kate, me estás dejando todo el hombro lleno de babas —oí que decía alguien.

Moví la mano con desdén y al momento me di cuenta de que me había dormido.

—¡AH! —grité sobresaltada y quité mi cabeza de su hombro—. Perdón, no me he dado ni cuenta —me froté los ojos y miré a mí alrededor—. ¿No estamos muertos? —me di golpecitos en el cuerpo para comprobar que no era un fantasma y sonreí satisfecha.

—Cada día me pareces más rara —dijo con una pequeña sonrisa—. Va levántate, que ya hemos llegado —abrí los ojos con sorpresa al darme cuenta de que me había perdido todo el recorrido por el cielo y cogí la maleta de mano para seguirlo hasta la salida.

Llegamos al hotel y mientras esperábamos a que nos atendieran pude apreciar el glamour de ese lugar. Era precioso, en tonos dorados y blancos, y me estaba dejando realmente impresionada, seguro que pasar una noche allí valía más que toda mi casa.

—Bienvenidos, esperamos que tengan un servicio que sea de su agrado y que pasen una estancia maravillosa. El número de habitación asignado es el 203 y se encuentra en la segunda planta. Si necesitan cualquier cosa o tienen algún problema, no duden en pedírnoslo —presentó el recepcionista con una gran sonrisa.

[Versión desactualizada] | Todo comenzó en esa estación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora