Epílogo

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Pov Zidf:



¡CRASH!

Hay no... ¿Y ahora qué pasó? Dejo la cuchilla a un costado de la tabla donde estaba cortando el pollo y me limpio las manos en el repasador, solo para darme vuelta para apoyar la cadera contra el borde de la mesada y contar hasta tres. En ese mismo instante, mi pequeño Laima con una marca roja en su frente y las manitos retorciéndose entre sí con nerviosismo. Nadie diría que hoy cumplen tres años, porque parece de cinco al igual que mi princesa Nasya, la princecita de su papi sobre todo. Mi pequeño no dice nada, solo mira a cualquier otro lado evitando mi mirada.

-¿Y bien?

Sus ojitos dorados me miran inocentemente, indeciso, como si no supiera qué hacer.

-Yo no fui mami.

-¿Qué no fuiste vos?

-El florero de la mesita del living se cayó y se rompió... ¡Pero yo no fui mami!

Suspiro y me masajeo el puente de la nariz mientras me arrodillo, haciendo que mi pequeñito se acerque a mí hasta quedar entre mis brazos y lo abrazo. Tanto Laima como Nasya son dos traviesos pero la princesa de papi sabe como manipular a su papi para que éste no la rete por sus travesuras y mi pequeñito se delata solo, como acaba de hacer ahora mismo, pero no puedo enojarme con ellos, son lo más importante de mi vida y los amo, solo intento que aprendan la lección sin gritos ni enojo desmedido.

Con suavidad, separo a mi pequeño de mí y reviso el golpe que tiene en su frente: solo parece haberse chocado o algo, no hay sangre ni raspón, así que imagino que está todo bien.

-¿Qué fue lo que en verdad pasó?

Las mejillas de Laima se ponen rojas y me mira con cara de circunstancias, avergonzado de saberse descubierto.

-Estaba jugando con Midnight y la pelotita que estábamos usando se fue debajo de la mesita. Me metí para sacarla y cuando me levanté, mi cabeza se chocó contra el costado y el florero rodó hasta el piso...

Para este punto de la narración, sus dorados ojitos, que son tan hermosos como los de su padre, están brillantes de lágrimas y su labio inferior tiembla. Mi hijo es igual a su padre, una copia exacta de tres años (que parece de cinco) en miniatura, cada vez que lo veo, no puedo evitar imaginar a Black de chiquito, en manos de Mércile, sufriendo, cuando pudo tener una familia que lo quisiera y lo cuidara como él y yo cuidamos a nuestros hijos. Con delicadeza, seco las lágrimas que ahora se deslizan por las sonrojadas mejillas de mi bebé y le beso la frente, volviendo a abrazarlo para que se tranquilice.

-No te preocupes mi amor, fue un accidente, todo está bien.

-¿No estás enojada conmigo mami?

-No cariño, estoy feliz de que estés bien, pero la próxima ten más cuidado, no quiero que te lastimes.

En ese momento, Midnight aparece por la puerta de la cocina y se acerca a Laima, frotando su cabecita peluda contra el brazo de mi hijo y consiguiendo que éste sonría feliz. La bola de pelos negra me mira y yo le devuelvo la sonrisa, alzando a mi niño en brazos y poniéndome de pie, justo cuando escucho la puerta de la casa abrirse y los pesados pasos de mi compañero, acompañados de las risas tanto de él como las de mi princesa. Con mi bebé en brazos, voy a su encuentro y la imagen que aparece ante mí me hace hinchar el pecho de felicidad: mi pequeña Nasya está sentada en los hombros de su padre, con su pelo largo y lacio (exactamente igual al mío) flotando en el aire mientras Black gira sobre sí mismo y la hace reír haciendo como que se va a caer. Mi princesa chilla feliz y yo suspiro: amo a mi compañero profundamente y, el ver lo buen padre que es, solo me confirma lo que yo ya sabía, que es que, a pesar de lo que pasó ese fatídico día, que todo se diera como se dio (a pesar del dolor y los sufrimientos que pasé), valió la pena.

Amor en combateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora