XIV

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Aún cuando al siguiente día Eren tiene que ir a clases no deja de recordar aquello, es más, ni siquiera ha dormido por mantener dicha imagen en su cabeza. Es algo que le enfada y que no le gusta, porque ella no quiere pensar más en ello, pero por primera vez en su vida no puede tener control absoluto sobre sus sentimientos.

Sabe que no está bien, y que incluso si lo está, nada será posible. Pero, a su vez, ella desea, más que cualquier cosa, vivir y disfrutar de su primer amor. A pesar de que a veces sea doloroso.

Cansada, adormilada, triste tal vez, ella se fuerza a si misma a continuar con su día y así poder superar la situación. Pero su cuerpo no está muy de acuerdo con ella cuando a mitad del juego de voleibol que mantienen contra las chicas de segundo año, ella se marea y no puede controlar el peso de su cuerpo y cae sobre su tobillo. El balón rebotando estruendoso en la duela, un dolor electrizante recorriendo su pie...

Pero al final no resulta ser tan malo cuando ante su imposibilidad para caminar y la preocupación latente de todos, su cuerpo es levantado con facilidad entre los brazos de su profesor.

Eren podría morir en ese instante, y lo haría feliz.

El profesor le dice que le llevará a la enfermería. Eren se fuerza a no mirarlo pero al final su ansiedad gana y lo hace, se miran fijamente a los ojos; así tan cerca, al ver lo azul de su mirada, Eren piensa en bosque, en montañas, en aire fresco y tempestad. Todo al mismo tiempo. Un revoloteo sucede en su interior por un segundo y solo entonces Eren aparta la mirada.

Sentada en la camilla, con el profesor Levi pendiente de su condición, Eren vuelve a decirse que, incluso si Levi no puede saberlo, ella debe disfrutar de ese primer amor.

La idea le alegra lo suficiente como para que no le importe el esguince en su tobillo.

En la ausencia de luz, prometo mantener  el calorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora