LI

299 47 2
                                    

Hay discusiones, Eren no negará ese hecho, aunque ahora resultan menos frecuentes y menos serias a diferencia de aquellas que surgieron durante sus primeros años. Como cuando comenzaron a vivir juntos (tres maravillosos años ya de eso), por ejemplo. Y cada uno comenzó a descubrir aquellas partes que no conocían de la otra persona; como el mal hábito de Eren de andar descalza en casa y que a Levi no le agradaba, pero había terminado por permitirlo; o Levi y su fijación por mantener todo limpio y en orden, y los constantes regaños a Eren cuando no hacía las cosas a su altura, pero que eventualmente logró dominar y superar. O el mal hábito de Eren de sentarse sobre cualquier lugar con los rodillas contra su pecho, y la sucia y mezquina boca de Levi la mayor parte del tiempo.

Al final resulta de la misma manera cada vez; Eren siendo incapaz de dejar que su relación se fracture; y Levi, el insensible Levi, incapaz de permitir que eso suceda también. Antes del final del día alguno cedería y se acercaría al otro sin decir nada y le abrazaría con todas sus fuerzas, un acto silencioso de perdón, luego se reirían uno del otro por sus tonterías, y se besarían.

Habían aprendió también el lado fuerte y las facilidades del otro. Por ejemplo, cuando intentan repartirse las tareas de la casa en un intento de innovar terminan siempre de la misma manera, porque Levi es un desastre en la cocina y a Eren le cuesta horrores limpiar las áreas difíciles sin dejar una mota de polvo. Con el dinero, otro ejemplo, no hay dramas –a pesar de que Eren se sintió incómoda ante su pequeño sueldo de medio tiempo al principio. Ambos son ahorradores así que se las arreglan para administrar todo con prudencia. En cuanto las actividades diarias, les es más sencillo apoyarse, porque Levi es un excelente profesor que aún está dispuesto a ayudar y aconsejar a una astuta antigua alumna suya.

Y, a veces, cuando ingresan agitados en la habitación, dándose besos voraces y empujándose prácticamente hasta la cama, a Eren le da un impulso de reír (y realmente lo hace), porque incluso en ese momento le cuesta dimensionar que ellos quizá hubieran nacido para estar así; que desde siempre deberían quererse y que solo habría que esperar el momento justo para que el destino decidiera enlazarlos.

En la ausencia de luz, prometo mantener  el calorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora