Llevaba ya algunas horas en la sala de espera pero eso no parecía importarle. Las preocupaciones lo ayudaban a perder la noción del tiempo. Su mirada taciturna permanecía fija en la blanca pared del hospital hasta que una voz de mujer lo arrancó de sus pensamientos.
-Señor Coxon...- lo llamó la secretaria.
El hombre pareció sobresaltarse.
-Adelante, señor Coxon- repitió- el Dr. Leigh lo espera.
Se levantó con prisa y entró en el despacho del director del hospital.
-¡Bob, amigo!- exclamó el médico poniéndose en pie para ofrecerle un abrazo- Siento tanto la demora. Pero ya sabes, aquí siempre hay alguna urgencia.
-Descuida, Harry...- dijo el visitante al tiempo que correspondía el saludo- Gracias por recibirme, no sabes cuánto lo aprecio.
-Bob...por favor. ¿Acaso hay algo que agradecer después de más de veinte años de amistad?
-Claro que sí. Mucho, de hecho...- respondió tomando asiento frente al doctor- tu preocupación mi hijo, para empezar.
-Sabes que Graham es como un hijo para mí. Y también para Margaret- dijo con una mirada melancólica.
Desde que él y su esposa supieron que la naturaleza no les regalaría hijos, ambos desarrollaron un intenso apego por el menor de los Coxon. Su amor por el joven unido a su condición de médico le hacía imposible desentenderse de su delicada salud. Siempre había velado por él y siempre lo haría.
-Tengo buenas noticias, Bob- dijo con aire triunfal- es acerca de lo que hablamos la última vez. El programa se pondrá en marcha este mes. Todo está arreglado.
Durante años, el Dr. Leigh había bregado sin descanso por un programa de tratamiento ambulatorio para aquellos pacientes hemofílicos cuya condición les permitiese recibir cuidados dentro del hogar. Y aunque había querido convencerse de que actuaba en búsqueda del bien común, como todo médico lo haría, no podía negarse a sí mismo que el destinatario de todos sus esfuerzos había sido siempre su adorado ahijado Graham. El mismo que había pasado la mayor parte de sus 23 años entre camas de hospital, transfusiones, doctores, enfermeros y toda suerte de sufrimientos que ningún niño debería conocer si el mundo fuese un sitio justo. Su ingreso en el programa evitaría largos períodos de internación y con suerte le daría acceso a esa vida normal de la que rara vez pudo gozar.
-Mira, Bob- dijo extendiendo un papel ante los ojos de su amigo- este es el listado de acompañantes de salud. Es personal bien entrenado que llevará adelante todos los aspectos del tratamiento que puedan tener lugar en el domicilio del paciente.
-¿Me recomiendas a alguien en especial?
-Conozco a la mayoría. Son enfermeros especializados en hemoterapia y trastornos de la coagulación. Y me atrevo a responder por la calidad profesional y moral de todos.
-Entonces supongo que lo mejor será contactar a quien viva más cerca. Así no tendré que temer que un día se vea impedido de llegar por cualquier motivo.
-Eso no sucederá, Bob. Tranquilízate. Son los mejores recursos humanos del hospital. Han sido seleccionados por su especialidad pero también por sus impecables legajos. No podríamos arriesgarnos a que un tratamiento intra-hogareño se vea interrumpido por la ausencia de algún irresponsable.
Bob echó un vistazo a lista. Se sintió complacido al ver que sus generosos aportes de dinero para el programa se traducían en una inmensa nómina de profesionales que podrían ayudar a muchos pacientes como su hijo.
-Aún así, me gustaría darte un par de sugerencias- dijo el médico.
-Dime, Harry- respondió concentrando toda su atención en los consejos de su amigo.
-En primer lugar, debes considerar que quien elijas pasará mucho tiempo en tu casa. Y con Graham. Por eso sería bueno que te tomases un tiempo para entrevistar algunos candidatos hasta encontrar al indicado. Alguien que pueda congeniar con él. Tal vez tu hijo debería participar de la elección.
Bob rió.
-Eso no es posible. Se negará a hacerlo. Graham todavía no acepta que la señora Phillis se ha retirado y ya no lo atenderá. De hecho, creo que hasta prefiere tratarse en el hospital, internado.
-Entiendo- respondió indulgente- y no debe sorprenderte, Bob. Es el mundo que conoce. Afuera...afuera todo debe parecerle hostil.
-Sí, Harry...- dijo y sus ojos delataron esa tristeza honda, continua y conocida sólo por los padres que han tenido que temer y velar por la salud de sus hijos- pero me preocupa que apenas conozca la vida fuera del hospital. Creo que hasta la prefiere por sobre cualquier otra opción.
-Debes ser paciente...Graham apenas ha visto pasar la vida. Para él es como una película en la que sólo participa como espectador. Es lógico que prefiera aferrarse a lo conocido. Sus médicos, sus enfermeros de siempre, la habitación que suele ocupar aquí. Tomará tiempo pero el programa hará que evite muchas internaciones. Y eso le dará espacio para construir un nuevo mundo fuera del hospital. Encontrará nuevos intereses, nuevas personas, ya verás...- dijo confiado.
-Que el cielo te oiga...- respondió soltando un largo suspiro- pero por ahora, Pauline y yo no hacemos más que soportar su interminable berrinche por la jubilación de la señora Phillis.
El médico rió. Sabía cómo podía ser su ahijado enfurruñado.
-No pensé que le hubiese tomado tanto cariño...la señora Phillis no es precisamente entrañable.
-¡Claro que no!- protestó Bob- Era una vieja malhumorada de la que Graham siempre se quejaba...hasta ahora que ha dejado el hospital y él parece añorarla.
-¿Lo ves? Es exactamente como te lo dije. Se aferra a lo conocido aunque ni siquiera le agrade. Graham no está acostumbrado a los cambios.
-No, no lo está. Y por la paz de mi hogar será mejor que yo mismo escoja a su acompañante de salud.
-Está bien- dijo Harry, todavía risueño- ¿Quién conoce a Graham mejor que tú?
Bob bajó la cabeza con gesto abrumado. Hubiese preferido que su hijo tomara parte en la elección.
-Sé cuanto amas a tu hijo- dijo su amigo levantándose para palmear su espalda- y por eso mismo, estoy convencido de que no puedes errar. Sólo déjame advertirte una cosa más.
-¿De qué se trata?
-¿Ves el listado? ¿Ves que he marcado algunos nombres?- dijo señalando el papel que ostentaba unos cuantos renglones resaltados.
-Sí, ya veo. ¿Debería empezar por ellos?
-Como te he dicho, todos son profesionales excelentes y experimentados. Pero los que te señalé son los más jóvenes. Sería bueno que Graham, además de recibir tratamiento, comparta su tiempo con alguien de su edad. Creo que será más provechoso que alternar con otra enfermera al borde de la ancianidad.
-Tienes razón, Harry. Piensas en todo- dijo dedicando a su amigo una sonrisa cargada de agradecimiento.
Nota: Como seguramente han notado, la historia hace mención a una condición patológica de la sangre llamada hemofilia. A efectos de construir un relato creíble me he informado sobre la temática a través bibliografía y consultas a profesionales (tranquilos, no he llegado a visitar a un médico para esto, sólo he aprovechado la presencia de médicos en la familia). Con independencia de que los datos relativos a esta dolencia y su tratamiento sean reales, no me gustaría abonar al prejuicio sobre esta enfermedad. La forma en que este personaje ficticio transita su dolencia es una de muchas situaciones clínicas posibles. No quisiera que la historia dejase una imagen tergiversada de la enfermedad y de quienes la padecen. Sepan entonces que no escribo con fines informativos y el universo que rodea a esta patología excede con mucho los detalles parciales que he decidido usar en mi relato.
ESTÁS LEYENDO
El Paciente
FanfictionUna historia de amor y ambición. Ships: Dalex (Damon x Alex) - Gralex. Bienvenidos a un nuevo fanfic. Los invito a acompañarme en este recorrido en donde como siempre, sus lecturas y comentarios se valoran y agradecen. Pasen y vean. Idea original. ...