Capítulo 29

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Advertencia: Este capítulo incluye contenido adulto.

La luz de la mañana se filtraba entre las cortinas. Graham dormía con placidez. Alex apenas podía apartar la vista de su expresión pacífica, sus mejillas ligeramente rosadas, aquel atisbo de sonrisa con el que, entre sueños, respondía a sus caricias.

Despacio y con desgano dejó la cama, llevó sus cosas hasta aquella habitación que ahora compartirían y volvió a salir, dispuesto a preparar el desayuno. Observó a su paciente devenido en amante y por un momento deseó que el tiempo se detuviese en aquel instante que por fin los encontraba juntos, felices y muy lejos de los peligros que tarde o temprano se abatirían sobre ellos. Prefirió no pensar en eso. No ahora al menos. A su debido tiempo, sabría qué hacer. O al menos eso creía.

Antes de abandonar el cuarto se acercó a Graham y sin intención de despertarlo plantó un beso ligero sobre su sien. Aquella sonrisa que lo desarmaba volvió a dibujarse en sus labios mientras su cuerpo dormido se recogía sobre sí mismo, añorando aquel calor que lo abrigó en la noche.

Poco después, Graham despertó. Todavía soñoliento, acarició el colchón en busca de Alex. Pero sólo halló sábanas revueltas y una nota. "Prepárate para nuestro primer día. Te amo".

"Nuestro primer día", murmuró. Una sonrisa tierna se aposentó en sus labios mientras repetía la frase como si la reiteración le confirmase que todo aquello era real. Que el hombre que amaba también lo amaba a él. Que comenzaba el primer día...el primero de otros con los que jamás se hubiese atrevido a soñar. El primer día que no era propio ni ajeno sino "nuestro".

Tendido boca abajo sobre la cama, apenas cubierto por una arrugada sábana que poco dejaba a la imaginación, Graham releía la nota. Así lo encontró Alex y esa fue la imagen que lo congeló bajo el dintel de la puerta. Contempló absorto sus pies jugueteando el aire, el surco que parecía trazarse entre sus omóplatos, donde gustosamente hubiese hundido su rostro. Su mirada complacida descendió a través de una espalda que se angostaba hasta extinguirse en un talle de perturbadora delicadeza. Entre los pliegues de la sábana, se revelaba un trasero redondo y turgente que Alex hubiese sobado y mordido en ese preciso instante si no temiese asustar a su inexperto enamorado.

Avanzó con sigilo y en un movimiento rápido pero cuidadoso, se recostó sobre él. Sorprendido, Graham dejo escapar un grito y luego rió. Ya no había atisbo de intranquilidad en su semblante pero aún así Alex tomó la precaución de sostenerse en sus antebrazos asegurándole libertad de movimientos.

-Buen día, mi amor...- dijo volteándose para recibir su beso.

Con asombro, Alex sintió sus manos abriendo la bata que lo cubría para dejar un rastro de húmedos besos sobre sus hombros y pecho.

-Debería ser ilegal que usaras camisa...- murmuró Graham admirando su vasto pecho.

-Ilegal debería ser portar ese trasero...- susurró Alex a su oído- y no habérmelo enseñado antes, casi un delito.

Graham rió escondiendo el rostro.

-Yo no te enseñé nada...- murmuró.

-Te vi antes de entrar...

-¿Estuviste espiándome?- preguntó juguetón.

-¿Y qué si lo hice?- retrucó.

-¿No crees que ya te has aprovechado bastante?- siguió con su voz infantil y ese tono travieso que encendía a Alex- Dijiste que cuidarías de mí y mira lo que has hecho...- dijo con un mohín de enfado que atizaba el deseo de su compañero hasta límites que ni él mismo conocía.

-¿Qué es lo que he hecho?- preguntó enterrando la cabeza entre el cuello y el hombro de Graham para besarlo, dejándose embriagar por el delicioso aroma de su piel.

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