Capítulo 17

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Alex nunca imaginó que su decisión desencadenaría una andanada de gratos acontecimientos. No fue capaz de preverlo cuando apremiado y sin tiempo para reflexionar concibió aquella solución con la que evitaría traicionar sus intereses sin desdeñar la amabilidad que le dedicaban.

Desde aquel día el propio Bob, siempre cordial y afable, lo era aún más. Una inmensa sonrisa se aposentaba en su rostro toda vez que Alex se hacía presente. No era difícil reconocer el agradecimiento que delataba cada uno de sus gestos.

Y su gratitud no se agotó en expresiones y ademanes. Alex tenía motivos para suponer que el reciente ascenso de Damon era en parte consecuencia de su astucia a la hora de dar destino a ese obsequio. De qué otro modo podría alguien obtener una jefatura a poco más de un mes de su ingreso. Era obvio que Bob no sólo derramaba sus favores sobre él sino también sobre su "primo".

Aún así, el beneficiado no podía sospecharlo. Alex se había cuidado mucho de dejarle saber a Damon lo ocurrido el día en que se hizo acreedor del auto. La noticia sólo lo empecinaría aún más en sus planes y aumentaría la presión sobre él. "Tiene bastante con su ascenso. Me lo debe", pensó para sus adentros y desterró así de su mente cualquier viso de traición que pudiera ligarse a su silencio. Desde luego temía que se enterase a través de Graham, a quien Damon ya había envuelto en las redes de su "amistad". Pero recuperó la calma tras unos días en los que resultó evidente que su "primo" no estaba al tanto de la novedad. Como presentía, su paciente era demasiado considerado como para dejar trascender cuestiones materiales.

Los beneficios de su acierto se hicieron extensivos a él mismo. Y en especial a Graham. Desde el comienzo de sus salidas compartidas y siempre como parte de su riguroso tratamiento, su paciente había florecido. Tanto que el propio Alex lo veía con ojos diversos. Parecía reparar por primera vez en muchos de sus detalles. Notó cómo su semblante enfermizo daba lugar a una reluciente tez de alabastro. Sus labios se volvieron turgentes, incitantes incluso. Su ánimo cambió hasta convertirlo en un interesante compañero de aventuras por Hyde Park.

Fue entonces cuando también por primera vez, Alex pensó que su paciente era un chico realmente bonito. Le sorprendía que fuese tan poco consciente de su encanto personal. Una eterna vergüenza parecía acompañarlo a todas partes mientras su mirada escurridiza se empeñaba en evadir el contacto visual.

Esa tarde no había sido la excepción. Comieron en el parque, caminaron, disfrutaron de un paseo en bote y Graham, que había llevado su guitarra, comenzó a tocar sentado sobre el césped. Pronto la gente comenzó a acercarse. Escuchaban atentos, algunos batían las palmas y los más osados comenzaron a entonar la letra de la canción. Sonrojado y sin apartar la vista de su instrumento, siguió tocando hasta el final cuando el aplauso cerrado de los presentes lo tomó por sorpresa. Dejó la guitarra, casi asustado, mientras recibía los cumplidos de varias personas que se acercaron a saludar.

Pronto se quedaron solos. El sol caía y el clima se tornaba un poco fresco. Alex lo cubrió con una manta y como de costumbre, Graham recargó su peso sobre él.

-Deberíamos volver- propuso su enfermero- está refrescando.

-Un rato más Alex, sólo un rato más...- dijo con su voz infantil.

Alex lo abrazó asegurándose que la manta lo cubriese por completo. No solía ceder ante sus pacientes pero por alguna razón se sentía incapaz de negarle nada.

-Te estás convirtiendo en un malcriado- reflexionó en voz alta- y es mi culpa.

Graham rió suavemente mientras su mejilla reposaba en el hombro de su acompañante.

-Gracias, Alex. Gracias por todo- dijo con la mirada perdida en el horizonte.

-¿Todo qué?

-Todo. Lo de hoy. Lo de todos los días.

-Yo no he hecho nada más que venir aquí contigo. Todo lo demás ha sido obra tuya. ¿Ves ahora lo equivocado que estabas al decir esas tonterías? Todo eso sobre ser indeseable, el lado de la vida que nadie quiere ver. No era así hace sólo un rato.

-Si lo dices por el pequeño tumulto mientras tocaba...supongo que no ignoras que todas esas chicas vinieron tras de ti.

-¿También la que discretamente te pasó una nota con su teléfono? ¿O crees que no lo vi? Estoy aquí para cuidarte y no te pierdo pisada...- dijo divertido, estrechándolo contra sí como si deseara protegerlo de la brisa del atardecer.

-Bah- respondió casi con desprecio- fue sólo una. A ti se acercaron como seis y ni siquiera estabas tocando.

-Será una...pero podrías tenerla, si quisieras. Ese es el punto.

-No me interesa ella.

-Lo que intento decir es que así como hiciste que ella reparara en ti, también podrías tener a quien quisieras.

Graham rió con ironía.

-Te aseguro que no, Alex. Lo que yo quiero...- hizo una pausa y se mordió el labio comenzando a sentir que había hablado demás- eso no puedo tenerlo.

-¿Por qué? ¿Te rechazó?

-No tuvo ocasión de hacerlo porque nunca le he dicho lo que siento.

-¿Y cómo sabrás si te corresponde?

-Me quiere, Alex. Pero de un modo diferente. No como yo...a él.

-¿Pero cómo puedes saberlo? ¿Acaso te consta que esté con alguien?- preguntó sin dudar que se trataba de él mismo pero intrigado respecto de cuánto Graham sabría o imaginaría acerca de él.

-No lo sé. Ni siquiera me he atrevido a preguntar...- hizo una pausa y miró al césped- en verdad creo que no quiero saberlo, no quiero enterarme si ama a alguien.

Como imaginaba, supo que no había errado al mentir sobre Damon. Sólo lo haría sufrir de un modo innecesario.

-¿Y no has intentado seducirlo?- preguntó Alex con cierta malicia. En ocasiones no podía evitar pensar que todo el atractivo de sus maneras suaves, de esos mohines infantiles con los que todo lo conseguía, estaban únicamente dedicados a él.

-¿¡Seducirlo!? ¿¡Estás loco!? ¿¡Cómo podría seducirlo yo!? Es guapo y encantador y debe haber una legión tras él. Jamás se fijaría mí- dijo escondiendo la cabeza entre los hombros.

-Tú eres muy atractivo, Graham- murmuró Alex imprimiendo algo más de fuerza a su abrazo.

-No te burles- respondió en tono enfurruñado.

-Nunca lo hago.

Se hizo un silencio. Graham permanecía pensativo hasta que sin mirarlo reflexionó.

-No debería amarlo, ¿sabes? A veces creo que hasta debería odiarlo...me ha dado todos los motivos para hacerlo.

-¿¡Por qué!? ¿Qué te ha hecho?- exclamó con una sorpresa inocultable.

-Porque...porque él regresó a la vida una parte de mí...una parte de mí que había sepultado hace mucho tiempo. No hay nada más cruel que revivir esperanzas que nunca se cumplirán.

-No lo ha hecho a propósito- susurró Alex acariciándole el cabello con ternura- de eso estoy seguro.

-Puede que no. Pero lo ha hecho- respondió con tristeza.

Presa de una culpa inmensa, Alex acomodó mejor su espalda contra su pecho y acarició sus brazos como si quisiera darle calor en medio de ese crepúsculo cada vez más frío. Entonces Graham volvió a hablar, casi pensando en voz alta.

-A veces creo que debería alejarlo de mí. Yo tenía...tenía una existencia triste y retirada pero estaba acostumbrado. Él destruyó la resignación que tanto me costó conseguir.

-Si te hace tanto daño...¿por qué...por qué no lo apartas, Graham?

-Porque no puedo.


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