Capítulo 14

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Graham permanecía en silencio, ovillado entre los brazos de Alex, incapaz de levantar la mirada. Un extraño sentimiento de vergüenza lo embargaba. Se sentía francamente abochornado. Por su inexperiencia, por su desmayo, porque le resultaba obvio que no había sabido corresponder su beso, porque ignoraba lo que se esperaba de él y porque...porque él mismo no sabía qué esperar ahora. Su enfermero lo tomó por la barbilla varias veces, invitándolo a alzar su rostro. Pero fue inútil.

-Ya nunca podré mirarte de nuevo- dijo en tono lastimero, alejando el mentón.

Alex rió. No quería hacerlo pero no pudo evitarlo.

-¿Cómo sabes que no puedes si ni siquiera lo has intentado?

-No puedo- se obstinaba.

Adoraba su voz de niño enfurruñado, la misma que tanto le había molestado el día en que lo conoció.

Lo tomó delicadamente por las mejillas y logró por fin obligarlo a levantar el rostro. Notó que aún así, se empeñaba en mantener los ojos cerrados.

-¿Por qué no quieres verme? ¿Estás molesto conmigo?

Graham negó con la cabeza.

-Lo hice mal, ¿verdad?- susurró en un tono casi inaudible- lo hice tan mal como esos que viste en la televisión...como esos que te causaron gracia.

-Pues a mí me gustó...si hasta repetiría...- dijo Alex.

Graham abrió los ojos y observó su expresión traviesa.

-No te burles...- respondió frunciendo los labios en un mohín infantil.

-Hablo en serio. Además...nadie se había desvanecido en mis brazos. Lo tomaré como un gran halago- dijo haciéndolo sonreír por fin.

De pronto alguien tocó a la puerta. Instintivamente se separaron. Permanecieron sentados, juntos, la vista fija en el televisor.

-¡Graham! ¿Puedo entrar?- preguntó la voz de Bob.

-¡Sí, papá!

La puerta se abrió y el señor Coxon se asomó con una extraña mirada de regocijo que sorprendió a su hijo.

-Tienes visitas...- dijo Bob- bueno, en realidad los dos tienen visitas.

-¿De qué hablas pa...

Y antes de que pudiera acabar su frase, las finas facciones de un joven rubio se asomaron a la habitación.

Graham lo miró confundido. ¿Lo conocía? No podía recordarlo. Quizá fuese algún médico, uno de los tantos que lo había atendido en sus recurrentes urgencias. Pero...¿qué podía estar haciendo allí ahora que su enfermero tenía todo bajo control?

-Permiso...- dijo el visitante con su atractiva voz grave.

-¡Damon!- gritó Alex sobresaltado.

-Hola primo- respondió recordándole el parentesco- olvidaste tus llaves. Pensé que sería mejor traértelas por si no estoy en casa cuando regreses- explicó y hasta tuvo la osadía de dedicarle un guiño cómplice.

Y avanzando con su habitual resolución, continuó.

-Y tú debes ser Graham- dijo extendiendo hacia él su mano- Alex me habla tanto y tan bien de ti que sentía mucha curiosidad por conocerte...

-No es para tanto, como verás- dijo sonriendo al tiempo que inclinaba su cabeza. No podía evitar compararse a sí mismo con ese gallardo joven tan apuesto, lozano y dinámico. Igual que su primo. Y lo contrario a él.

Graham estrechó su mano y lo invitó a sentarse. Alex tragaba saliva sin saber qué demonios había ido a hacer allí.

-Alex habla mucho de ti últimamente- dijo intentando atizar las esperanzas del muchacho con una descarada mentira- y por eso sé que tenemos mucho en común.

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