Capítulo 20

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Ese fin de semana, Graham casi no pudo conciliar el sueño. Las palabras de Damon resonaban en sus oídos alimentando unas esperanzas que todavía se le antojaban imposibles. Pero Alex lo había besado. Y lo había tocado. Y eso...eso debía significar algo. O al menos así le parecía.

El lunes lo encontró debatiéndose entre la ilusión y la honda vergüenza que sentía después de su último encuentro. ¿Acaso el futuro de los dos estaba realmente en sus manos? ¿Acaso debía ser él el encargado de tomar la iniciativa? ¿Cómo podría hacerlo si ni siquiera era capaz de responder a las insinuaciones ajenas? Graham se mordía las uñas. Odiaba la idea de que Alex se sintiera en desventaja frente él, tal como Damon le había revelado. Aún recordaba que había intentado usar un baño de servicio, como si la distancia entre los dos no se hubiese extinguido después de tanto tiempo compartido.

Nervioso ante la inminente llegada de su enfermero e incapaz de permanecer quieto en su habitación, salió a esperar asomado a las escaleras. Pasaron unos minutos y entonces pudo escuchar la voz de Alex conversando con su padre. Parecían haber estado en su despacho.

-No te enfades si no lo toma a bien...- oyó decir a su padre entre indulgente y preocupado.

-Eso no sucederá- respondió Alex y por su tono, aún sin verlo, Graham supo que sonreía- su hijo ha cambiado mucho en estos meses.

-¡Oh, sí! Y créeme que lo he notado. Pero me temo que algunas cosas no cambian.

-Descuide, señor Coxon. Sé que está listo para esto.

"¿Listo para qué?" se preguntó Graham con curiosidad. Y agazapado escaleras arriba, siguió la conversación de los dos hombres cuyas voces se aproximaban lentamente.

-¿Acaso no parecía irremplazable la señora Phillis?- preguntó Alex- Y véalo ahora...

-Sí, lo recuerdo- respondió Bob rememorando las rabietas de su hijo tras enterarse del retiro de aquella enfermera con la que jamás había congeniado- pero algo me dice que en este caso será distinto.

-No lo será- aseguró convencido- usted mismo podrá notarlo cuando conozca a Matthew. Es uno de mis mejores colegas, sino el mejor. Yo mismo lo escogí para suplantarme, pensando en las necesidades y la personalidad de Graham.

Aquellas palabras lo estremecieron. Alex se iría. Deseaba marcharse, sacarlo de su vida. Rápido, sin rodeos y tal vez sin siquiera decírselo, como se aparta todo lo que molesta.

Pensó en su último encuentro, aquel que creyó tan íntimo y especial. Aquel que sin duda debió detonar su intempestiva partida pues jamás había mencionado el deseo o la posibilidad de dejar su puesto. Con seguridad lo había decidido y gestionado durante el fin de semana.

Imaginó a Alex llamando con premura a sus colegas, ansioso por librarse de él, por sacar de su camino el lastre de un enfermo incapaz de refrenar sus impulsos al punto de traspasar todos los límites del decoro.

Sus ojos se humedecieron y una angustia infinita invadió su pecho. Lo perdería...lo perdería y todo era su culpa. "Debió sentirse tan incómodo", pensó. "¡Qué imbécil he sido! Tal vez piense que reclamaré más de él", se reprochaba.

Volvió a mirar a ambos hombres conversando. Alex lucía tan relajado como de costumbre. No pudo evitar considerar otras razones para su partida. Motivos incluso más serios que su atrevimiento por el que a fin de cuentas, siempre podría disculparse.

Era inocultable que Alex le gustaba y más aún. Y quizá fuera eso lo que lo impulsaba a marcharse. Desde luego que recordaba las revelaciones de Damon, esas que por unas horas dieron vida a su ilusión. Pero a la luz de los nuevos acontecimientos parecía claro que podía estar equivocado o que al menos debía existir una razón por la que Alex prefería rechazar su cariño y alejarse de él. ¿Pesaría acaso la diferencia de clase, como había sugerido Damon? ¿O es que en verdad lo había molestado con su involuntaria osadía del viernes?

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