Capítulo 28

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Advertencia: Este capítulo incluye contenido adulto.

Graham no podía dar crédito a lo que acababa de oír. Recordaba que Damon se lo había anticipado. También podía recordar su propia emoción ante aquella revelación inesperada. Sin embargo, algo en su interior le decía que no podía ser cierto. Que su amigo debía estar equivocado o su enfermero muy confundido. Pero ahora...ahora no había margen para la duda. Alex lo amaba.

La certeza de su amor y la súbita consciencia de que se encontraban solos, abrazados al pie de la cama, lo hicieron temblar.

Alex lo empujó despacio hasta que estuvo tendido sobre el colchón. Se recostó de lado junto a él, procurando que no sintiera el peso de su cuerpo sobre el suyo. Estaba demasiado asustado como para yacer en una posición tan vulnerable.

Dejó besos ligeros sobre su rostro y sus párpados, ahora libres de las gafas que Alex retiró con cuidado.

-¿Qué harás conmigo?- preguntó y su enfermero pudo notar el temblor en sus manos.

-Deberías preguntar qué no haré contigo- respondió con una sonrisa más cómplice que lasciva.

Graham sonrió nerviosamente y sólo se limitó a cerrar sus ojos como quien se abandona con mansedumbre a un destino infausto. Su expresión casi adolorida fue suficiente para detener a Alex y dirigir sus pensamientos a los riesgos que aguardaban...y no precisamente en el lecho. Damon, la última charla que compartieron, sus advertencias que eran casi una promesa...todo volvió a su mente para alertarlo de que estaba a punto de hacer la primera jugada de una partida muy peligrosa.

-Pequeño...- dijo acariciando su mejilla- abre los ojos, por favor.

Obedeció y su mirada dio con el semblante preocupado de su enfermero.

-Graham...hay algo que quiero decirte...

Quizá ese fuera el momento de decir algo parecido a la verdad. Quizá fuera esa la ocasión de sincerarse y evitar males futuros. Tal vez fuera el instante más apropiado para un verdadero acto de valor, un acto capaz de evitar que su amor se convierta en el fruto de un árbol envenenado por la mentira. Pero Alex no estaba acostumbrado a la verdad y sólo pudo revelar aquello que creyó indispensable.

-Graham...yo no soy el hombre que tú crees...- dijo enigmático.

-¿De qué hablas?- respondió sorprendido- Tú eres lo mejor que me ha pasado- dijo estrechándolo. Y la confiada entrega contenida en su abrazo fue una daga de remordimiento para su enfermero.

-No soy el que tú crees...- insistió- tampoco el que mereces...supongo que...que no has dado con el mejor hombre...

Se hizo una pausa en la que Alex no supo cómo continuar ni Graham supo qué esperar de todo aquello.

-Pero...debes saber que jamás te haré daño ni permitiré que nadie lo haga, ¿comprendes?

Graham asintió con la cabeza, incapaz de sospechar el verdadero origen de aquella declaración de apariencia tan extraña como intempestiva.

-Quiero que lo recuerdes, pequeño. Quiero que lo recuerdes siempre. Sin importar lo que suceda. Puede que no sea la mejor persona pero a ti...a ti no te dañaría jamás. Te quiero y siempre voy a cuidarte.

Graham sonrió creyendo ver en sus palabras la promesa de que cuidaría de él durante aquel trance iniciático tan deseado como temido.

-Te amo, Alex. Y confío...confío en ti.

Alex se arrodilló sobre la cama y descubrió su torso. Instintivamente, Graham posó sus manos sobre el amplio pecho. Intentó recostarse sobre su paciente y notó su resistencia. Sus manos lo acariciaban al tiempo que se oponían a su avance.

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