Capítulo 33

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Alex se rehusó a pasar esa noche en el apartamento. Pero su heroísmo no podía prolongarse por mucho tiempo. Sabía que si se malquistaba con Damon, si su conducta delataba el menor atisbo de desamor, Graham tendría que sufrir. Y no estaba dispuesto a permitir que el dolor de aquella traición de la que él mismo formaba parte, le gustase o no admitirlo, se abatiera sobre él. Lo amaba sí, pero eso no bastaba. Lo había engañado desde el principio y seguía haciéndolo. Casi sin percatarse, se había adentrado en un laberinto de mentiras del que ya no podía salir. Sólo sabía que debía hacer lo imposible porque no se enterase. Ni siquiera era un intento por salvar su reputación. Los reproches de su conciencia se encargaban a diario de recordarle la clase de hombre que era. No merecía el amor inmenso de Graham. Pero lo tenía. Y lo mínimo que podía hacer era cuidarlo.

Así, se resignó a pasar las noches en aquel apartamento que por las tardes compartía con Graham y que Damon disfrutaba como si fuese propio. Sin reparos ni temores, hacía pleno uso de la propiedad. Incluso había tenido la osadía de organizar una reunión oficiando como anfitrión.

Alex lo contemplaba embargado por una enorme impotencia. Sabía que Damon era ambicioso y tenaz. Y aún no se sentía complacido con lo mucho que había logrado a instancias de aquel ardid que definitivamente había llegado demasiado lejos.

Sin embargo, aquella unión por la que Damon había bregado y hacia la que albergaba sentimientos ambivalentes, no parecía resultar todo lo fructífera que había imaginado. Y lejos de poner en duda la generosidad de Graham, dirigía sus reproches hacia Alex. Era obvio que no sabía cómo obtener el máximo provecho del amor de aquel tonto muchacho dispuesto a darle hasta su vida.

Eso pensaba Damon...o eso quería pensar. La perspectiva de la inutilidad de Alex era preferible a considerar la alternativa. Porque...¿qué razón podía impedir que Alex usara su innegable astucia? ¿Acaso Graham se había transformado en un rival? ¿Podría desplazarlo un chico frágil y enfermizo? No, no era posible. Nadie en su sano juicio se alejaría de él para unirse a Graham. Eso meditaba Damon contemplándose al espejo, tratando de comprender por qué Alex hacía lo posible por no pasar las noches en el coqueto apartamento que él había montado con el dinero de Graham.

No podía saber que el propio Alex era quien se encargaba de desalentar la generosidad de su paciente apelando a razones de clase en las que no creía pero que resultaban útiles a la hora de poner freno al flujo de obsequios recibidos...y a la ambición de Damon.

-Verás, pequeño...- había dicho ante las primeras evidencias de su generosidad- me encantan tus atenciones...y también me encanta retribuirlas. Pero resulta que son tantas que debería trabajar tres turnos sólo para agasajarte como te mereces.

-Pero no hace falta que retribuyas nada, Alex. Me agrada hacerlo y no espero otra cosa excepto que te gusten...

-Y me gustan...- dijo intentando no sonar despreciativo e inconforme.

-¿Y entonces? Me agrada obsequiarte las cosas que te gustan. Me agrada imaginar tu expresión al verlas, saber que aunque estés lejos pensarás un poco en mí cuando las toques. ¿Qué tiene eso de malo? Todos deseamos ofrecer lo mejor a los que amamos.

Alex se acercó despacio y súbitamente lo estrechó por la cintura.

-Lo que realmente me gusta eres tú- dijo mientras con una mano se deshacía de su cinturón y con la otra palpaba las nalgas de su compañero- y lo mejor que puedes ofrecerme está justo aquí- continuó sonriendo y dejando que sus dedos se abrieran paso hasta dejar sentir su presencia en lo más profundo de su anatomía.

-Pero eso ya es tuyo...y puedes disponer cuando te plazca...- respondió y su vocecita traviesa le pareció lo más excitante que había escuchado en años.

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