Capítulo 11

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Al día siguiente, Alex marchó a su trabajo. No llevaba consigo el dinero. No podía darse el lujo de rechazarlo. Era un monto equivalente a seis meses de renta o poco más. Pero se lo devolvería, estaba decidido.

Entró al cuarto de su paciente que lo recibió con su habitual sonrisa de bienvenida.

-¡Hola, Alex! Llegas más temprano...

-Tenemos que hablar, Graham. ¿No crees?

La severa expresión de su enfermero lo acobardó. Parecía casi enojado. Se preguntó si acaso lo habría ofendido. Hubiese deseado verlo sonreír, aliviado después de las tribulaciones del día anterior. Prefería que fingiera no haber visto nunca el dinero. Él no necesitaba que le diera las gracias. Le bastaba con saber que había salido de su aprieto, con ver otra vez su semblante alegre y libre de preocupación.

-No...no...sé...de qué...de qué hablas, Alex- dijo frotando contra la cadera las sudadas palmas de sus manos.

-Graham...¿por qué finges? Ayer pusiste dinero en mi bolso. Mucho dinero. Y nadie más que tú pudo hacerlo.

-¿Y...?- susurró cada vez más asustado y sin ninguna chance de negar lo sucedido.

-¿Por qué lo hiciste?

"Para hacer esto debe sentir muchas cosas por ti", había dicho Damon. ¿Acaso las confesaría ahora? ¿Acaso había llegado el momento decisivo entre los dos? ¿El momento en que soltaría una demanda amorosa?

-¿Cómo podría no haberlo hecho?- dijo con voz trémula- Te escuché hablar por teléfono...- hizo una pausa antes de aclarar, temeroso- fue por accidente, claro. Tu voz sonaba muy alto...y entonces lo supe...

Era demasiado tímido para mencionar palabras embarazosas como dinero, renta o desalojo. Sólo deseaba que ese absurdo interrogatorio acabase.

-Así es cómo te enteraste. Pero te pregunté por qué lo hiciste- insistió y por alguna razón su expresión no mostraba la afabilidad de costumbre.

-Porque quise ayudarte...como tú me ayudas a mí...nunca...nunca quise ofenderte, Alex...- dijo casi excusándose y desviando la mirada, incapaz de sostener la de su enfermero.

-Yo trabajo para ti- corrigió y Graham sintió un nudo en el estómago, confrontado ante la obvia realidad: no compartían otra cosa que no fuese un vínculo laboral. No para Alex, al menos.

-Trabajas conmigo...y también me ayudas...- balbuceó sin levantar la vista.

Alex lo miró. Se veía tan frágil. No podía permitir que permaneciera cabizbajo, abochornado como si hubiese cometido un crimen cuando sólo había intentado ayudarlo de la única forma en que podía hacerlo. Entonces habló.

-Me gustaría darte las gracias, Graham. Y decirte que te devolveré cada centavo.

Respiró aliviado al oír su agradecimiento. Pero una distancia infranqueable parecía haberse interpuesto entre los dos. Y no comprendía por qué.

-No quiero que me lo devuelvas...

-Me sentiré mejor si lo hago- insistió.

-Y yo me sentiré mejor si no lo haces- dijo alzando la vista- te lo ruego, Alex. Permíteme ser útil por una vez en la vida.

-Ofrecerme un préstamo es algo muy útil. No lo hubiese conseguido en ningún otro sitio.

-Yo no te ofrecí un préstamo. Yo quería...quería usar lo que tenía para devolverte la paz y quizá algo de alegría. Lo mismo que tú me has devuelto a mí...trabajando a mi lado- dijo con énfasis en el verbo trabajar, evitando así cualquier posible malentendido- ¿comprendes, Alex? ¿Comprendes por qué no lo quiero de vuelta?

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