Capítulo 8

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Llegó a la residencia de los Coxon y raudamente se encaminó a la habitación de Graham.

Volvió a encontrarlo sentado en la cama pero esta vez el recibimiento fue muy diverso. Infantilmente, su paciente sonrió y extendió los brazos hacia él para saludarlo con un abrazo. Alex se acercó, con la mirada huidiza. Después de su conversación con Damon, le faltaba valor para mirarlo. Se sentía culpable por haber llegado a considerar seriamente la idea de engañarlo de un modo tan vil.

Antes de que pudiese llegar hasta su cama, Graham notó su turbación.

-¿Qué ocurre, Alex?- preguntó preocupado.

-Nada- dijo lacónico, esquivando sus ojos inquisidores.

La pregunta lo petrificó en su sitio. Por un momento creyó que todos podían leer sus pensamientos. Con los brazos aún extendidos, Graham preguntó compungido.

-¿Hice...hice algo malo?- dijo casi asustado, encogiéndose de hombros.

El inocente candor de sus palabras lo hizo reaccionar. Miró su rostro, expectante y temeroso ante la posibilidad de haber hecho algo inconveniente. Y le pareció imposible que Graham fuese capaz de las complejas maquinaciones que le había adjudicado hacía sólo un momento, mientras reflexionaba en su auto.

-Claro que no...es sólo que tuve una mala noche- respondió forzando una sonrisa.

Se acercó presuroso y correspondió el abrazo que le ofrecían.

-¿Cómo durmió mi pequeño?- preguntó revolviéndole el cabello en tono juguetón.

-Muy bien- dijo sonriente- ¿Desayunaste, Alex?

-No.

-Mira lo que tengo para ti...- dijo destapando un plato que conservaba en la mesa de luz- la señora Kenton cocinó mis galletas favoritas y te guardé algunas. Toma- dijo ofreciéndolas.

Alex lo miró con dulzura y se sirvió una.

-¿Quieres que pida que te traigan café o algo?- preguntó Graham solícito.

-No. Está bien así, gracias.

Terminó de acomodar sus cosas y dio por comenzada su jornada laboral.

-Déjame ver tu brazo- dijo Alex señalando el sitio de la transfusión.

Graham se arremangó y su enfermero constató satisfecho que el único rastro del procedimiento del día anterior no era más grande que una picadura de insecto.

-Empecemos con los controles- propuso.

Su paciente conocía la rutina. Ofreció su brazo para el control de presión arterial y su dedo para verificar la saturación de oxígeno en sangre. Todo estaba en orden.

-Según tu historia clínica, tu última hemorragia intra-articular fue hace una semana...

-Sí, en el tobillo- dijo Graham señalando su pie derecho.

-Déjame verlo, por favor.

Sentado en la cama, Alex retrocedió y descubrió delicadamente su pie. Un severo hematoma rodeaba la articulación y aún resultaban visibles los signos de lo que fuera un pronunciado y doloroso edema.

-¿Continúas aplicándote hielo?

-Sí.

-Aún duele, ¿verdad?

-Mucho.

-¿Has intentado ponerte de pie?

-Sí, con muletas.

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