CAPÍTULO 2

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El peso del pasado. 

Bratt.

Repaso los archivos entregados por Gauna, el asunto expuesto es de cuidado y me tiene preocupado, ya que esto siempre lleva tiempo. Detesto este tipo de casos.

—Buenos días, capitán —saludan en la puerta. Es Meredith con el cabello húmedo y una bebida en la mano. 

—Buenos días —cierro la carpeta.

Me mira con descaro rodeando la mesa antes de darme un beso en la boca dejando el café sobre la mesa. 

—Descremado, caliente y con dos de azúcar.

La tomo del cuello y le doy otro beso, me gusta y me gusta mucho, ha sido una buena compañía estos dos últimos años, es discreta, simpática y muy educada.

—¿Qué papel desempeñaras en el centro religioso? —pregunto cuando acabo  con el café.

—Estaré como voluntaria.

Le aparto el cabello de los hombros, nunca deja de venerarme.

Se acerca a mi boca besándome con ternura e inhalo la fragancia de su loción frutal. Baja por mi mentón mordiéndome el cuello, desencadenando el azote que levanta mi miembro el cual le apetece tenerla sobre mí. 

Se pone de rodillas y... 

—¡Capitán! —abren la puerta.

Me impulso adelante dejando a Meredith entre la silla y la mesa. Es Ruth la secretaria.

—¡Ten la educación de golpear antes de entrar! —estiro la playera de mi uniforme.

—Disculpe capitán, pero es que el coronel...

Christopher la atropella cuando entra.

—No necesito que me anuncien —espeta molesto.

Ruth huye antes de que la regañe.

—Mi abogado está en el psiquiátrico, lleva dos horas esperándote.

«Olvide la cita»

—Estoy ocupado —miro la carpeta sobre mi escritorio— Y por muy coronel que seas no tienes derecho a entrar así.

—No te estoy pidiendo un favor, te estoy dando una orden, al fin llego la hora de librarme de tu patético apellido, así que levanta el culo y ve a firmar por la desquiciada de tu hermana.

—Dije que estoy...

—Ve antes de que te saque a patadas —advierte. 

Se encamina a la puerta quedándose bajo el umbral. 

—Dile a Meredith que opte por un escondite mejor, puedo verle las botas desde aquí.

Estrella la puerta y le ofrezco la mano a Meredith ayudándola a levantar. 

—Me sancionara —dice nerviosa.

—No puede, hace lo mismo todos los días.

—Lo hará —tiembla— Le encanta provocarlo.

No le tengo miedo, me acomodo la polla en el pantalón ya me arruinaron el día. 

—Capitán —vuelve Ruth— El coronel insiste en qué...

—Te veré luego —froto el brazo de Meredith antes de irme.

Me cambio y abordo el auto y conduzco escuchando las noticias, últimamente busco tener la mente ocupada ya que el enojo me quita la poca paz que tengo. 

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora