CAPÍTULO 18

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En casa. 

Rachel.

El avión sobrevuela el puente Tower Bridge mientras las gotas de lluvia se deslizan a lo largo de la ventana. 

Las manos me sudan y me duele la cabeza debido a la crisis de ansiedad que estoy atravesando. Ni en mi más locos sueños creí que volvería a Londres. 

El vuelo aterriza y bajo de últimas queriendo retrasar la conmoción. 

Stefan me sigue a pocos pasos, sé que estoy actuando raro estando tan distante, pero necesito aclarar las cosas antes de proceder en cualquier ámbito. 

Quiero hacer las cosas bien y no andarme con mentiras. Me gusta, vivirá conmigo, pero debo ir poco a poco, dejar que todo tome su rumbo. Que todo suceda a su tiempo, que nos conozcamos antes de darle rienda suelta a las cosas.

No quiero que sea algo pasajero.

El aeropuerto está lleno, los recuerdos me golpean. La última vez que estuve aquí fue después del matrimonio de Luisa.

La lluvia se intensifica y nos apresuramos a tomar un taxi a casa. Stefan no se aparta de la ventana sacando fotos con el móvil sin dejar de sonreír.

—Se supone que vienes de la ciudad de la elegancia —le digo— Londres no debe sorprenderte.

—París no se compara con Londres —revisa las fotos— Puede ser la ciudad de la elegancia, pero Londres es la de los sueños.

—Creo que ese título le pertenece a New york.

—No para mí —me guiña un ojo y sigue con las fotos.

—Compre muchos paraguas —le dice el taxista— O tendrá sueños mojados.

—Delo por hecho, amigo. —se ríe.

Llegamos bajo un fuerte aguacero. Busco las llaves antes de salir dejando que el taxista le ayude a Stefan con las maletas, por suerte ya venía preparada. Viví años aquí, la lluvia nunca me tomará desprevenida.

Saco mi paraguas bajando del vehículo.

Mi antiguo edificio se cierne sobre mí. Se me viene a la mente, mi primera mudanza, mis noches ebrias junto a Luisa, los ligues y las citas que recogían a Lulú, las visitas de mis padres y las veces que salí con Bratt.

He pasado tantas veces por la puerta de cristal que ya la veo como una buena amiga.

Subo la escalerilla y el portero sale de la recepción apresurandose a abrirme la puerta. Es Julio, el guardia que conocí en mi regreso de Arizona tres años atrás.

Bajo el paraguas.

—Buenas tardes...—no termina el saludo.

—Julio —cierro el puño para que me salude, pero no muestra señales de inteligencia quedándose en shock.

—Señorita Rachel...

—Rachel —entro al vestíbulo— Sabes que no me gusta el formalismo.

Stefan le pide ayuda con las maletas y corre ayudarlo.

—¡Que alegría verla! —logra decir— ¡Bienvenida!

—Gracias —le palmeo el hombro.

—Pensé que no volvería.

—El buen hijo vuelve a casa —me quito los guantes— ¿Alguna novedad de carácter urgente?

—No. Lo mismo de siempre, Lulú y la señorita Luisa visitan el apartamento de vez en cuando. Pagan las cuentas y se aseguran de que el sistema de alarma esté funcionando.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora