CAPÍTULO 64

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Venom.

Philippe.

Las lágrimas me caen sobre el diario de mi hermana, ese pequeño cuaderno lleno de confesiones llenas de dolor sobre un incesto, un embarazo, un hijo y un suicidio. Nadie le creyó, nadie confió y eso acabó con su vida.

—El ruso no mentía —me dice Dalila—. Antoni mató a papá y violó a Emily.

El que el coronel manipulara Antoni con Lucían enterró la daga de la duda y esto me lo confirma ¿Qué más quiero? Ivana no dice nada y su esposo tampoco, el silencio es absoluto, el dolor es de todos. Una quemazón que se siente como si todos tus huesos fueran de cristal.

Con Lucían en la central tuvimos que salir del comando para que no nos reconociera.

—¿Quieres ver a tu hermano? —me pregunta el marido de Ivana.

Asiento y saca su teléfono. Habla un par de minutos y me avisa que me esperan en la prisión. Me apoyo en Dalila a la hora de salir con el diario en la mano y abordamos el auto juntos.

El recorrido se me hace eterno con la radio de la central encendida. No paran de hablar del enfrentamiento entre clanes y los padres de Meredith le envían mensajes suplicándole que se entregue, que la FEMF quiere implementar la ley del perdón por su estado e impulsos acelerados. Vengaría a la mujer de mi hermano, pero nada de eso tiene caso ahora. No después de todo lo que acabo de leer.

Irons walls se cierne sobre mí, las puertas se abren y el chofer aparca el auto en un lado poco visible. Mis contactos saben el protocolo que debe seguirse cada vez que llego aquí y para cuando piso la torre ya tienen todo preparado.

Subo rápido al piso donde permanece la sala de interrogatorios. Doy cada paso con las manos sudorosas, con el corazón retumbándome en el pecho y un dolor en el centro del alma. Abren la puerta y mi cuerpo duele como si de la nada me enfermara.

—Fratello —saluda Antoni en nuestro idioma natal.

«Fratello; Hermano»

Sello los labios para que no me tiemblen y arrojo el diario en la mesa que nos separa.

—Explícame eso —exijo.

No se inmuta en mirarlo. De seguro ya lo conoce o lo ha visto. A lo mejor se percató de como Emily lo escribía en medio de lágrimas.

—Es mentira, difamaciones...

—¿Rachel también difama?

—Si fueras ella ¿Qué harías? —indaga.

—No intentes confundirme, ahí dice que... —me cuesta decirlo— ¡Violaste a nuestra hermana y Lucían es tu hijo! ¡Tu sobrino es tu hijo!

No logro mantenerme sentado.

—¿Cómo alegas eso?

Junta los dedos como si el problema fuera algo banal e insignificantes.

—Difamaciones, Fratello.

—¿Te burlas de mí?

Sonríe.

Mi cabeza recopila la imagen de mi hermana y lo veo a él sobre ella. A ella sobre ese risco donde acabó con su vida, a Brando que por muy hijo de puta era de la familia y a la familia nunca se le da la espalda.

—Maledetto chi versa il sangue di suo fratello perché nove maledizioni cadranno sul suo tetto—le recuerdo el viejo proverbio italiano.

«Maledetto chi versa il sangue di suo fratello perché nove maledizioni cadranno sul suo tetto: Maldito sea el que derrama la sangre de su hermano porque nueve maldiciones caerán sobre su techo»

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora