CAPÍTULO 27

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Las nórdicas. 

Christopher.

El sonido de las campanas retumban en mi oído obligandome a maldecir. 

La polla me duele cuando me levanto y no me queda de otra que optar por lo mismo de siempre: Meterme en el chorro de agua fría «¡Mastúrbate y ya!» Pide mi cerebro, pero me niego, como ya lo dije eso solo le da importancia.

Me quedo media hora bajo la ducha e ideó como deshacerme de las ganas, he estado tan ocupado que no he tenido de tiempo de llamar ligues que acaben con la presión. Ya descarté el coño de Angela y no quiero meterme con la sensibilidad de Gema.

Me ha llamados los días que he estado por fuera recordandome lo muy enamorada que esta y me incomoda follarla y desquitarme la ganas que siento por otra.

Quise sacarle el cuerpo, pero llamó en son de amigos y me contó lo que había hablado con Angela. La teniente Klein le dijo que me la lleve para charla y "Desahogarme" Le pidió que no sintiera celos ya que éramos amigos y lo que tuvimos es parte del pasado.

Gema se comió el cuento, reconozco que me apena su inocencia y el que crea que me conoce sin ser así. Cree que hay algo bueno en mí y está muy equivocada «Lo único que tengo son las jodidas ganas de arrancarle la ropa a Rachel James»

Me preparo para la procesión. Llevo tres días predicando sermones en la iglesia sede del centro religioso con el obispo Pablo.

Hoy es la procesión final, el obispo se despide del pueblo y volvemos al centro religioso. No he tenido mucho contacto con la central, lo último que supe fue que iban a secuestrar a las nórdicas.

Patrick y Bratt están buscando formas de ganar confianza y entrar al club Óculus ya que hoy el plazo máximo para conseguir las entradas.

El día transcurre entre rezos, regalos y oraciones. La procesión es una mierda, no sé qué tipo de trauma tiene la gente que le da por caminar descalza en asfalto caliente.

Me salen ampollas en los pies y no sé qué es peor. Si caminar con un montón de dementes o fingir que me agradan.

La cosa y me banco dos horas en el confesionario escuchando pendejadas. 

«¿Qué tipo de demencia tienen?» Llegaría a la cima de si de pecados se trata, he cometido los más graves ante los ojos de Dios: Mate, robe, mentí, engañe. Tengo deseos y pensamientos impuros, deseo a la mujer del prójimo.

El día que muera Lucifer me recibirá con pase VIP, porque el acto de la confesión no va conmigo ¿De qué me sirve confesarme si no me arrepiento de absolutamente nada? De hecho, creo que repetiría todo sin ningún tipo de remordimiento. En especial la parte de desear a la mujer del prójimo.

Las confesiones acaban y me largo a empacar mis cosas.

El hotel es pequeño, la dueña sale del mostrador dándome un abrazo. 

—Estuvo sensacional, padre. Es una bendición tenerlo aquí.

—Gracias, hija —subo a cambiarme.

—Procure no hacer ruido —me pide la mujer— El padre Humberto está durmiendo la siesta.

«¿La siesta?» ¿No que iba a dar consuelo a los enfermos?

Subo con cuidado y pego la oreja a la puerta. Alguien jadea.

Miro a todos lado e intento abrir, la cerradura tiene pestillo. Soy un coronel y una cerradura común no es problema para mí, así que me las apaño con la navaja para abrirla con disimulo. 

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora