CAPÍTULO 22

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La condecoración . 

Christopher.

Admiro su esbelta figura, sus piernas torneadas, las caderas anchas, el abdomen decorado con un pequeño pendiente. Los pechos generosos, las aureolas rosadas y los pezones erectos que he saboreado tantas veces.

Brasil, Hawái, Cadin, mi casa, su casa, la casa de Simón, el comando. Recopilo las veces que hemos explotado en llamas de éxtasis. 

Se pasa la lengua por los labios apoyándose en un solo brazo.

—¿Te quedarás ahí? —me tienta con el azul de sus ojos.

Mis piernas ceden y caigo de rodillas en la cama, imita mi posición permitiéndome contemplar las facciones de su cara mientras desliza las uñas en mi piel acercando los senos a mi pecho.

—¿Algún día dejaré de pecar?

Niego.

—No, si le sigues coqueteando al diablo.

Se ríe.

—No cambia, coronel.

—Y usted no deja de gustarme, teniente.

—Amo el romanticismo matutino —susurran en mi oído.

Abro los ojos y el mundo se me aclara.

—¿Gema? —la cabeza me da vueltas.

—Teniente se oye más sexi —se sube en mi cintura— Despertó recargado, coronel.

Frota su sexo contra mi erección.

«Tengo una resaca de mierda»

—¡Christopher! —tocan a la puerta— ¡Te estoy esperando hace una hora!

Los gritos de Alex empeoran el dolor de cabeza.

—¡Christopher!

—Bájate —la tomo de la cintura— No quiero que derrumbe la puerta a patadas.

—Shhh —me calla— Así será más emocionante.

—Tengo que irme —aún tengo un asunto por resolver.

Me saca la polla del bóxer.

—Un segundo —baja la boca a mi glande.

—Oye...

Vuelan la puerta de una patada, Gema se va al suelo como Dios la trajo al mundo.

—¡¿Pero qué putas te crees?! —le recrimino a Alex.

—¡Te estoy llamando hace media hora!  —espeta— ¡Así, que vístete y sal que te necesito afuera!

—¡Si vuelves a entrar así...!

—¡No me amenaces en mi propia casa! —me señala— ¡En mi techo hago lo que se me antoja! Así que vístete y sal.

Fija los ojos en Gema.

—Y tú deja de causar distracciones y ponte decente, el día no está para jueguitos.

—Si, señor —se tapa los pechos con el brazo.

—¡Lárgate!

—¡No me obligues a regresar! —advierte antes de marcharse.

Me encamino a la ducha ya que en Hig Garden Alex suele ser un dolor en los huevos. 

—¿Crees que se enoje conmigo? —Gema abre la puerta corrediza.

—¿De qué hablas? —me enjabono.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora