CAPÍTULO 36

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TAL PARA CUAL.

Rachel. 

Recuesto la espalda en los muros helados de la capilla, acabe con mis quehaceres y llevo media hora queriendo descifrar el acertijo que me entregó el coronel. No tiene pies ni cabezas y por mucho que rondo el área no me cuadra por ningún lado.

El centro está tranquilo, los cabecillas siguen en la invitación especial que organizo el vaticano y las monjas se la pasan encerradas orando por los pobres, los niños no dan mucho problema. Gema ha sabido escalar y sabe cómo mantenerlos controlados. Se ganó la confianza del grupo de maestras y hace unos días la escogieron como representante, una ventaja ya que, está organizando e investigando como mejor le conviene.

Me aseguro de que nadie me vea y saco el móvil para revisar las novedades de Paul, no ha enviado nada y lo único que hay son cuatro llamadas perdidas de Christopher.

Ha sido tal cual los tres últimos días, llamadas y mensajes que no me atrevo a contestar. Es obvio que está furioso, nunca llama y ahora lo hace tres o cuatro veces por día. Hasta puso a Parker de mensajero mandándome a decir que, por mi bien, es mejor que le responda.

Sin embargo, no soy tan estúpida como para hacerle caso, va romperme el tímpano del oído y no me apetece quedarme sorda.

Me incorporo y guardo el móvil cuando se acerca un grupo de novicias.

—Alina —me llama la predilecta favorita de la madre superiora. No recuerdo su nombre, sin embargo, tengo claro que es el martirio secreto de Bratt.

Se posa frente a mí.

—Te necesitan en la enfermería —avisa— Una de tus compañeras tuvo un accidente.

—Iré enseguida —recojo los artículos de limpieza que siempre cargo.

—Te acompaño.

Me sigue con las manos cruzadas en la espalda.

—El centro retoma tareas el domingo —vuelve hablar— Así que tus servicios voluntarios no se necesitan por ahora.

—Entiendo.

—La comida debe ser usada en lo más hambrientos. Así que agradecería que busques otro lugar mientras retomamos labores. 

Sacarme es estrategia para hacer de las suyas. 

—Me gusta ayudar con las tareas —me ofrezco— Ahora no hay mucho que hacer, pero a lo mejor el personal que llega mañana requiere de mis servicios.

—Tienes que irte, la madre ya lo dispuso. 

Alegar sería sospechoso. Los padres vuelven mañana y supongo que algo se hará. La novicia me acompaña a la enfermería antes de largarse a sus oraciones. 

La accidentada es Beth, que esta con Meredith y María.

—¿Que le paso? —me acerco a la camilla.

Tiene la cara amoratada y raspones en los brazos.

—Se callo de las escaleras —responde el médico que colabora en este tipo de casos.

María le pone paños de agua fría, Meredith niega cuando me mira. El médico está mintiendo, una caída no provoca el tipo de heridas que presenta la chica.

—¿De qué escaleras? —vuelvo a preguntar.

—Las de la capilla principal —contesta Meredith— La encontré tirada en el último escalón.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora