CAPÍTULO 40

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La otra cara de la moneda.

Philippe.

Apoyo los brazos en las barras de metal que adornan la camilla, la ira me posee y las lágrimas se me asoman al ver el deplorable aspecto de mi hermano.

«Mátalo, mátalo, mátalo» Es lo único que repite mi cerebro, Christopher Morgan acaba de firmar su sentencia de muerte.

—Tiene cuatro costillas rotas, la mandíbula partida, y tres molares fragmentados —explica el médico— Las contusiones del tórax y abdomen no se ven bien y a mi parecer tendrá que entrar como mínimo dos veces al quirófano.

Asiento probando el sabor salado de las lágrimas.

—Hago lo que tenga que hacer.

Carraspea metiéndose la mano en el bolsillo, Ivana entiende la indirecta, saca un fajo de billetes y se lo da a modo de pago.

—Lo quiero tal cual como estaba —advierto.

—Cuente con ello —sonríe el médico— Sé que es un mal momento, pero deben irse o el personal del hospital empezará a sospechar.

—Necesito más tiempo.

Se mueve incómodo.

—Cinco minutos —advierte antes de retirarse.

Aprieto la mano de mi hermano, esta irreconocible con la cara amoratada y el tabique partido.

—Oye —Ivana posa la mano en mi hombro— Va a mejorar ya lo veras, se necesita más que una golpiza para derribarlo.

Me limpio los ojos, para que no me vean en un estado tan patético.

Antoni es el único hermano que me queda, no puedo hacerme el ciego con este tipo de cosas, tenemos la misma sangre y el que le hagan esto es como si me lo hicieran a mí y más sabiendo todo lo que ha hecho por la familia, es quien ha puesto el pecho por todos.

Se queja cuando se mueve y me acerco más para que sepa que estoy aquí.

—Lucían... —jadea— Damon...

Vuelvo apretarle la mano, que mencione a mis sobrinos me demuestra que en verdad se siente vulnerable. Debe creer que las fuerzas no le van alcanzar para verlos.

—Los veras cuando te recuperes —le aparto el cabello de la frente— Porque vas ponerte bien ¿lo entiendes?

Asiente.

—Sácame de aquí —jadea— Tengo que...

—Lo hare, te juro que lo haré, pero necesito que te recuperes primero.

Niega.

—¡Ya! Puedes hacerlo ya.

—Tío —se acerca Ivana— Lo haremos, pero primero tienes que ponerte bien.

—Pagará —susurro en su oído— Te juro que ese maldito se lamentará por dejarte así.

Vuelve a quejarse y la enfermera entra con una jeringa.

—El doctor dice que la visita termino —avisa.

Ivana me toma de la mano y le da un beso a Antoni antes de arrastrarme afuera.

—No puedo irme y dejarlo así —me suelto cuando salimos al pasillo.

—Estamos dañando el plan —habla despacio— ¿Tiene idea de lo que pensaran si nos ven aquí?

—No me importa, lo único que quiero es matar a ese hijo de puta —golpeo la pared— Lo odio tanto...

Ivana me toma la cara para que la mire.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora