CAPÍTULO 51

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Cartas en la mesa.

RACHEL.

Mi rostro no borra la estúpida sonrisa que cargo desde que me levanté, parezco tarada desde que llegué, pero no puedo desprenderme de la alegría que me invade hasta la última neurona.

Es raro sentirse pleno con alguien como Christopher Morgan, empezando que nos hemos revolcado en el barro miles de veces y han sido más las disputas que los momentos felices, pero ahora. Ahora me siento la puta ama del universo en un yate de miles de euros observando al adonis que lo maneja mientras yo tomo el sol en toples.

Los escoltas se quedaron y lo tengo para mí sola.

—¡Oye guapetón! —alzo el recipiente del bronceador— Necesito ayuda con esto.

Sale de la cabina poniéndome a babear, este hombre nunca deja de impresionar y ahora más con el torso descubierto mostrando abdominales, los lentes ray ban wayfarer y el cabello sin una gota de fijador.

Se sienta a mi lado esparciéndose el bronceador en las manos y acto seguido lo siento a lo largo de mi espalda, disfruto de la sensación de su tacto sobre mi piel y doy un pequeño salto cuando siento sus dientes mordiéndome el trasero.

—Esto está sobrando —juega con las tiritas de mi bikini.

—Para nada, las marcas harán que el bronceado se me vea más sexy.

Me esparce el líquido a la largo de las piernas y me nalguea pidiéndome que me voltee.

—Este lado me gusta más —sonríe con malicia mientras me coloco los lentes.

—Me perturba tu obsesión con mis tetas —es lo que primero coge cada que tiene oportunidad.

—Es tu culpa el que me provoquen tanto —se mete una a la boca mientras magrea la otra.

—Se me van a caer.

—Las tetas no, el bikini si —desliza la mano por mi abdomen rozando los pliegues de mi sexo.

No tiene las manos quietas y mi yo ninfomaníaco no hace más que seguirle la corriente hundiendo las manos en su cabello e incitándolo a que me bese la boca.

Lo hace y la humedad no tarda cuando profundizamos el momento y voy cambiando los papeles hasta quedar a horcajadas sobre su cintura.

—Mi turno —tomo el bronceador y empiezo a esparcirlo por su torso.

—Me gustas más así que con ropa.

—Lo sé —reparto besos por su piel— Si viviéramos juntos seríamos como Adán y Eva.

—High Garden es el escenario perfecto para sucumbir a la idea.

El mero hecho de imaginarlo creo que convierte mis pupilas en corazones enamorados.

Mis planes saltaron por la borda y ahora estoy triplemente enamorada. No sé qué voy hacer, pero quiero estar día y noche así, es que sencillamente si lo quise sin este tipo de momentos que tanto le puedo exigir a mi fuerza de voluntad ahora.

Suelta las tiras del bikini y se va bajando la bermuda mostrándome lo que desencadene abajo.

—¿Al aire libre?

—Si —me acomoda en su regazo.

—¿Y si pasa algún pescador?

—Que sienta envidia de todo lo que me estoy cogiendo.

La verga erecta salta ante mis ojos y automáticamente mis manos viajan al nacimiento acercándola a mí entrada mientras me subo sobre él.

Rápido y sin vacilaciones me la deslizo adentro mientras le entierro las uñas en los hombros.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora