CAPITULO 8

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Influencias. 

Gema.

Bolitas de papel vuela en el techo del salón de clases mientras los niños corren y se empujan. 

—¡Jamie deja de robar los crayones de Priscila! —advierto sin apartar la vista del espejo— ¡Te pondré las orejas de burros si sigues!

Suelta el tazón de crayones uniéndose al desorden.

Termino de aplicarme el lápiz labial asegurándome de que mi uniforme de maestra no tenga arrugas. Arreglo las mangas del delantal de Mickey Mouse y me recojo las hebras que se han escapado del moño.

—¿Lista? —Liz se asoma en la puerta.

Esquiva el cuaderno que le arrojan.

—Si — me aplico loción. 

—Estas putisima. 

Me anima Liz tomándome la mano para que de la vuelta. 

—Está leyendo en el jardín —saca el móvil mostrándome la foto. 

Llevo dos días intentando hablar con Bratt Lewis, pero cada que me acercó alguien se me adelanta. La última vez estaba cabreado con Christopher ya que el muy hijo de puta lo obligó a besarle la mano delante de todos.

El timbre suena y los niños toman las maletas corriendo a la puerta atropellando a Liz. 

—¡Hijos de...! —exclama cuando la pisan.

Me asomo en la ventana, mi amiga tiene razón está leyendo en la banca del parque privado «Elegante como siempre» 

Es mi amor platónico, de niña solía observarlo desde lejos cuando jugaba con Christopher.

Christopher era un cabrón que no me dejaba participar en nada, según él solo hacían cosas de hombres, por el contrario, Bratt insistía en que me les uniera, era amable y lindo todo el tiempo. 

—Estás sonriendo mientras miras a la nada —se burla Liz— Ve y háblale antes de que te broten corazones en la cara.

—Estoy muy nerviosa —me ventilo las axilas— Que tal que me ignore y haga el ridículo de mi vida.

—Claro que no —me toma del brazo sacándome del salón— Ese tipo de actitud es la que te tiene virgen.

—Shhh —miro que nadie haya escuchado — A la gente no le interesa saber eso. 

—Los niños no dirán nada —se burla— Me preocupa que seas como la madre superiora, tienes veinticinco años, terminarás con un hábito si sigues así.

No me averguenza serlo. El amor no me ha sabido sonreír, sólo he tenido tres novios. Un inmaduro puberto en la secundaria, un basquetbolista aficionado al deporte en la academia, solo duramos cuatro meses ya que abandonó la carrera en la FEMF y se fue a cumplir su sueño deportivo.

El peor fue Bob.

Duramos un año. Año en el que creí estar enamorada, me causaba mucha ternura la labor que tenía en la ONU, nos veíamos poco una o dos veces en el mes, siempre estaba ocupado, hablábamos por móvil día y noche, pero nunca concretaba nada.

Lo que pensé que sería una linda historia de amor, terminó en una demanda de alejamiento. El muy pendejo era casado y tenía cuatro hijos.

Me alejé cuando lo supe, pero me empezó a asediar y durante dos años viví un infierno.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora