CAPITULO 20

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LA SENTENCIA. 

Rachel

Veinte minutos antes.

Momentos desesperantes y este.

Las manos me sudan, la espalda me duele y la cabeza se me quiere estallar.

Johanna parlotea e intenta ponerme tema de conversación, pero mi cerebro no está para eso. Quiero lanzarme por la ventana y desaparecer como mínimo una semana más.

Miro la puerta una y otra vez, sé que falta poco para que vengan por mí y el tic tac del reloj me está volviendo loca.

—Te traeré un poco de agua —se levanta Stefan.

Asiento y me disculpo con Johana antes de entrar al baño privado.

«Concéntrate Rachel» Me digo a mí misma, no puedo dejar que la ansiedad me controle.

No voy a entrar dando lastima, vuelta un manojo de gelatina demostrando miedo. Un simple juicio no es nada con todo lo que he tenido que pasar.

Me lavo las manos y respiro frente al espejo. Me gusta verme como mi verdadera yo ya que la apariencia de Selene Kane solo me recordaba lo sola que estaba.

—Ángel, ¿Estás bien? —tocan a la puerta.

Meto las manos en el secador de manos.

—Ya salgo —les aviso.

Abro la puerta y  hay dos soldados al pie de la mesa.

Stefan y Johana me miran con cara de tragedia. No tengo que preguntar nada, sé lo que eso significa.

—Es hora —me abro paso recibiendo la botella de agua. 

Stefan se acerca a darme un beso en la frente. 

—No te perderé de vista —me dice.

Me gusta que siempre vaya a un paso adelante. Dejo la botella de lado preparándome para lo que se viene. 

—Por aquí —el guardia me guía al pasillo.

Es una tarde soleada, la luz naranja se filtra por los ventanales de cristal y me voy volviendo lenta a medida que me acerco captando los comentarios y murmullos del tribunal.

Nos detenemos en el umbral, me atuso el moño y me acomodo los puños de la chaqueta.

Enderezo la espalda tomando una bocanada de aire cuando deslizan los paneles de madera dándole paso al caos que hay adentro. Doy dos pasos adelante e inmediatamente quedo ciega bajo las luces de las cámaras.

Soy el centro de atención, mi nombre se escucha en toda la sala desencadenando un sinfín de gritos, murmullos y comentarios.

Mi cuerpo reacciona por sí solo y camina sin mirar a nadie sintiendo la mirada de todos sobre mí. 

Alzo el mentón y continuó, sé que, si miro a mi alrededor, me topare con una cara conocida y no puedo quebrarme ni mostrar ningún tipo de emoción. No siento a Stefan a mi lado, detengo el paso y miro por encima de mi hombro.

Sujeta mi espalda llenándome de su fuerza, fue tonto creer que no lo tendría a mi lado.

—Puedes hacerlo, guapa —me acaricia la espalda.

Bajo los escalones, los abogados están de pie y los policías apartan y sientan a Stefan.

Me abren las puertecillas de madera que me da paso a la silla de los testigos. No sé adónde mirar, las caras conocidas están en las primeras filas, lo sé. Siento como miran, como lloran, percibo la emoción de todo lo que me rodea.

LUJURIA  - (Ya en librerías)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora