Capítulo 23: Dulce Dolor

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"No todo lo que ves es realidad, ni todo lo que sueñas es fantasía..."

-Rei Ayanami

Calabozo del Castillo de Meiji.

No obstante, no muy lejos del lugar, se puede escuchar el sonido de una mezcla de una risa maniática acompañada de un llanto de una niña. En lo más profundo de la oscuridad de un calabozo, cuya ventana está compuesta de un agujero y barras metálicas en donde se puede permitirse la luz de las estrellas, se encuentra un lugar húmedo y frío en donde al parecer había algunas manchas de sangre, dibujos malformados y hojas de papel arrancados con los dibujos de Satori mientras que los demás estaban rayados con negro o sangre. Había frases escritas en todas las paredes como si de una habitación de un manicomio se tratara, igualmente hechas de sangre.

Detrás de todo esto, se encuentran las manos ensangrentadas de una pequeña niña vestida de una bata blanca, cabello verde grisáceo y sus ojos apenas se veían gracias a los mechones de pelo que tenía y por la sombra de la oscuridad que le cubre casi su cuerpo hasta la altura de sus hombros. Su cuello era sujetado por un collar metálico acompañado de unas cadenas que no pesan más de noventa y cinco kilos, pero que puede lastimar el cuello de la persona casi sin dejarle oxígeno; las manos estaban llenas de vendajes manchados de sangre carmesí, tierra y suciedad y en la mano derecha se encontraba conectado un tubo donde le pasaba el suero y la sangre.

La niña miraba el paisaje combinado de estrellas, luces y un hermoso cielo combinado de azul, rojo y morado formando una bellísima galaxia. El sonido de una vieja radio apenas daba sus últimas palabras en una triste y melancólica melodía, acompañada de la soledad, la oscuridad y el olor a sangre fresca y medicina por el lugar.
Aunque la radio estaba desgastada, todavía le quedaba la poca electricidad como si tuviera vida, como si el aparato comenzaba a agonizar, como si fuera una persona a punto de dar su último aliento en aquel cuarto frío y oscuro, iluminado solamente con la luz de las estrellas. La melodía era más triste y nostálgica que tétrica a causa de los sonidos de la estática producida por el radio conocido como XHEJ-PC9710, ya que su voz femenina parecía ser más una canción de cuna para Koishi que una estación de radio ya extinta. Una vez que la canción dejó de sonar, la radio expiró.

A pesar de la soledad que la acompañaba, Koishi sintió una profunda tristeza al saber que su canción favorita ya no volvería a cantar otra vez y porque su hermana ya no estaba para visitarla. Ese pensamiento le dolía más que la pérdida de su hermana por su culpa. No obstante, lo único que le quedaba en sus pequeñas y malheridas manos era el conejito de peluche que le hizo su hermana en caso de sentirse triste y cuando esté sola.
—Señor Conejo... ¿También te sientes solo porque mi hermana ya no viene a jugar conmigo?— le dijo como si el peluche tuviera vida— Mi hermana me prometió que iba a venir para visitarme y jugar... La verdad es que yo...yo... Yo la necesito aquí conmigo, Señor Conejo— Una gota de lágrima cayó en el peluche acompañada de una mancha de sangre— Pero.... La verdad es porque aquella dulce y bonita niña de cabellos plateados vino a llevarse a mi amiga... Me pregunto— dijo mientras sus ojos verdes no paraban de brillar—...¿Quién podría ser ella?

Sus ojos se fijaron en un espejo hecho pedazos y cogió un pedazo para verse solamente la herida en su cara que ella misma cosió y continuó diciéndole al conejo:
—Pero cuando ya iba a jugar con ella.... Me lastimó, no sin antes de decirme adiós y lo único que tengo ahora es...— hasta que comenzó a reír histéricamente hasta casi quedarse sin voz a causa del collar; sin embargo, su risa histérica parecía un grito cuando comenzó a sentir un profundo dolor en su corazón hasta convertirse en un llanto. Sus lágrimas se mezclaban con la sangre de su herida en forma de una sonrisa que ella misma cosió para detener el sangrado, sabiendo que su hermana ya no vendría a visitarla ya nunca más.

En ese momento, Koishi sintió el dolor y la tristeza mezclados entre sí. Sólo los recuerdos con su hermana y su madre antes de que ella muriera en sus pequeñas manos, el silencio y la luz de las estrellas eran lo único que le quedaban en aquella habitación; los ojos de Koishi se le llenaron de lágrimas mientras abrazaba a su conejo de peluche.
—Hermana.... Lo siento— se lamentó Koishi aún con lágrimas en los ojos—... Yo... Yo sólo quería ser feliz... Perdóname por lo que les hice a ti y a mamá... Yo sólo quiero... Estar con ustedes una vez más...

Al pasar varias horas, Koishi cerró sus ojos para poder dormir abrazando a su conejo de peluche y ponerlo en su corazón. Lo último que pudo sentir fue una cálida sensación de una mano en su espalda, acariciándola como si de un gato se tratara. Esa mano no era de otra más que la de su hermana, esta vez dibujándole una pequeña sonrisa y acompañándola en aquella melancólica y triste noche estrellada.

Al final, con los ojos cerrados, una lágrima cayó en el piso sobre una rosa blanca que había florecido sobre la faz de la tristeza.

Al final, con los ojos cerrados, una lágrima cayó en el piso sobre una rosa blanca que había florecido sobre la faz de la tristeza

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Touhou Kirisome no Amnesia: La historia de Sakuya Izayoi. (TouhouMaria#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora