Touhou Kirisome no Amnesia: La historia de Sakuya Izayoi. (TouhouMaria#2)

Capítulo 30: La dama de las brechas y la niña del reloj de cuerda. [3/4]

"Nada es perfecto; el mundo no es perfecto, pero está ahí para nosotros, haciéndolo lo mejor que puede. Eso es lo que hace que sea tan condenadamente hermoso".

Edward Elric
(Fullmetal Alchemist)

Gensokyo...
Casa de los Yakumo.
Salón del Juicio.

Mientras tanto en el borde de Gensokyo y el mundo exterior, Yuzuki había regresado de su cacería de los emisarios de la Capital Lunar; no obstante, en lugar de irse a su habitación, advirtió que el lugar estaba lo bastante oscuro como para ver los objetos. Sólo unas misteriosas luces moradas de las velas iluminaban escasamente el pasillo como si de un castillo abandonado y habitado por fantasma se tratara. La joven pelinegra tenía un mal presentimiento sobre esto y le parecía demasiado perturbador el ambiente. La habitación era reinada por la mezcla de la calma y el miedo, acompañada del sonido de risas de dos niñas pequeñas, el olor a madera vieja y la extraña melodía de una canción de cuna tocando una sinfonía de lo dulce y lo siniestro; el silencio se volvió cada vez más tenso de lo que ya estaba y las velas se prendían y apagan rápidamente. Una vez finalizado este acto, todo quedó en silencio.

De pronto, se escuchó el canto de dos niñas que sonaba así:
(Aquí se mostrará solamente la versión japonesa, pero si quieren investigar su traducción, solamente pongan "Kagome Kagome").

Kagome Kagome
Kago no naka no Tori
Wa.

Itsu itsu deyaru?
Yoake no ban ni.

Tsuru to kame to
Subetta.

Ushiro no shounen
Daare?

Al escuchar aquella canción, Yuzuki quedó horrorizada al sentir la presencia de dos pequeñas brujas con el tamaño de dos niñas, salvo que ambas eran distintas; en el lado izquierdo, la primera llevaba el cabello corto de un color negro profundo como la noche y vestía un traje estereotipado de una bruja color blanco y su máscara mostraba sus ojos cerrados hacia abajo y con una expresión triste y las extremidades del cuello, las manos y los pies puntiagudos eran del mismo color del cabello. Su hermana, en cambio, llevaba una máscara con una expresión alegre y su vestido de bruja era de color negro. Si bien aquellas pequeñas brujas parecían ser aterradoras para un ser humano, ellas no eran exentas de su pasado. Los orígenes de estas niñas eran lo extremadamente tristes, se trataban de un par de gemelas de las cuales ambas perdieron a sus padres y quedaron huérfanas. Su único deseo era de volver a jugar una vez más.

—La señorita Yakumo te verá ahora... — dijeron las niñas al unísono. Sus voces eran dulces y siniestras pero al mismo tiempo melancólicas e inocentes mezcladas en un susurro.
—¿Puedo... Pasar...?— preguntó Yuzuki, un poco confundida aunque las gemelas se comportaban amablemente con la chica.
—Puedes...venir si quieres...— respondió la pequeña niña de blanco al agarrar con su pequeña mano negra la de la nombrada. A pesar de ser un alma en pena, la mano de la hermana primeriza era cálida y suave, incluso con los guantes. Sin pensarlo dos veces, Yuzuki se dejó llevar por las pequeñas, en especial por la de cabello negro.

Cuando caminaron por el pasillo, Yuzuki comenzó a sentir una sensación triste y nostálgica con la niña ya pequeña. Sin embargo, la albina lanzaba pequeñas risitas sin razón aparente y en todo el lugar se escuchaban pasos lentos, susurros y hasta el sonido de un piano siendo tocando incorrectamente de forma desafinada; también se escuchaban las risas de los niños jugando mientras que una pelota rebotaba por su propia cuenta hasta aparecer en el espejo el reflejo de un grupo de infantes, cuyos rostros no eran más que garabatos erróneos; algunos, llevaban flores como reemplazos de sus cabezas; otros, solamente portaban máscaras hechas de madera tanto de máscaras japonesas como antifaces del carnaval de Venecia; uno que otro, llevaban una "X" o un garabato maldibujado, y la mayoría llevaba una sola flor de cualquier tipo como cabeza. En poco tiempo, se materializaban hasta verse reales y solamente en su lugar.