Prólogo

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Londres - Siglo XIX

Mis pasos son lentos y pesados porque mi alma sabe su destino, uno al lado de alguien que no amo. En mi vida el "Como quisiera" no existe, pues sólo soy un peón en la mesa de ajedrez de las familias más acomodadas de mi ciudad. El frío se cuela por en medio de mi abrigo de piel que ha sido un regalo de parte de mi prometido, Diamante, el heredero de la familia Black Moon. Es pleno invierno y la nieve se acumula en las calles, impidiendo el paso de los transeúntes, mientras mi respiración sale como un vapor visible debido al gélido aire. Froto mis manos que están congeladas a pesar de los guantes e intento calentarlas con mi aliento. Todo es inútil, porque no sólo mi cuerpo está frío, sino que también mi corazón y mi alma.

Al fin llego a mi destino, el Teatro Real del Covent Garden, entrando con prisa en busca de un poco de calor. Tuve que caminar obligada, debido a que mi carruaje había quedado atrapado en la nieve. Busco a Diamante entre la multitud que se agolpa en la recepción, expectante al inicio del concierto de piano que se dará hoy. Dicen que el intérprete es magnífico, yo sólo espero no aburrirme y terminar bostezando.

—Lady Serena —escucho la voz de mi prometido a mi espalda, haciendo que me gire a verlo. Él toma mi mano y después de sacar mi guante, la besa en señal de saludo, mientras me mira con sus penetrantes ojos púrpura, que son tan enigmáticos como su personalidad. Un escalofrío recorre mi espalda, ya que su presencia siempre me estremece con cierto temor.
—Mi Lord Diamante —respondo su saludo tal como dictan las buenas costumbres, a la vez que hago un gesto con mi cabeza.
—Permítame —me dice, extendiendo su brazo para que me apoye, por lo que paso mi mano por sobre él, hasta quedar a su lado—. ¿Ha venido caminando?
—Sí, problemas con mi carruaje.
—Lástima. Si gusta, puedo pedirle un vaso de whisky para que entre en calor —me sugiere, moviendo el vaso que ya tiene en su mano.
—No, gracias, sabe que no bebo.
—Pero, sería una ocasión especial. Recuerde que estamos celebrando nuestro compromiso...

Lo sé, el impresionante anillo en mi dedo anular brilla bajo la luz de los candelabros del teatro, recordándomelo. Eso quema mi piel, haciendo arder mi pobre corazón. Un compromiso sin amor era lo último que había querido para mi vida.

—Claro que es una ocasión especial —miento de forma descarada, sonriéndole lo menos forzadamente que puedo. Es la única manera de mantener mi familia a flote, y que no caiga en la bancarrota. Se supone que Diamante será nuestro salvavidas, sólo que en el intento mis anhelos deben morir y tengo que fingir ser una novia enamorada.
—Espero que disfrute el concierto de hoy.
—Por supuesto, estoy ansiosa.

Creo que no será muy difícil mentir, después de todo siempre fui una buena actriz, como la vez que quería tener un vestido y me hice la enferma para que papá me lo regalara. Como lo extraño ahora...

De pronto, todos comienzan a caminar hacia al auditorio buscando puestos donde ubicarse, mas yo sé que nosotros tenemos asientos reservados en primera fila. Quizás habría sido mejor no estar tan cerca...

Todo el teatro se repleta con expectación por el nuevo pianista del que muchos hablan, sin embargo yo sólo estoy alerta de que Diamante no se sobrepase conmigo, sin importarme en lo más mínimo quien suba al escenario. Las luces se apagan y sólo queda iluminado el piano de cola, que resplandece en medio de la oscuridad. Un hombre entra ataviado con un elegante traje negro impecable. Sin embargo, por unos segundos puedo sentir el intenso brillo azul de su mirada sobre mis ojos sorprendidos y percibo una extraña conexión, imposible debido a la distancia.

Intrigada, me siento derecha en la butaca aterciopelada, especialmente reservada para nosotros, dispuesta a escuchar con atención a aquel supuesto prodigioso pianista. Pero, jamás imaginé que mi escepticismo por primera vez no funcionaría.

Atada a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora