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Lo sé

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Lo sé.

Sé perfectamente que me fui para no volver. Tomé una decisión. Me cansé del hecho de espera que ella me amara y de ilusionarme con algo totalmente imposible.

Lo sé.

Lo sé.

Sin embargo...

A pesar de todo y lo último que pasó entre ambas... yo... jamás podría odiarla o desear algo malo. No puedo. Lo único que puedo desearle es que sea feliz. El que ella estuviera bien y haciendo su vida, siempre fue algo que siempre esperé, aunque a mí me doliera estar lejos.

En cuanto Thomas dijo esas palabras, quedé en blanco.

Ahí comprendí que había algo mucho más doloroso que estar lejos.

Ni siquiera esa idea me había pasado por la cabeza en la vida.

No... puedo...

Nora... mi mejor amiga... el amor de vida... no... puedo...

—¿Jenny? ¿Sigues ahí? —La voz de Thomas por el teléfono me reconecta con la realidad.

—Sí, aquí sigo... ¿A qué te refieres con eso? ¿Por qué ella está en peligro?

Thomas calla unos segundos.

—Es complejo de explicarlo, es mejor decírtelo cara a cara. —Suspira—. Nora en verdad... está muy mal.

Su voz en verdad refleja la seriedad de lo que está pasando.

—Iré de inmediato a Los Ángeles —respondo mientras camino con decisión al departamento.

—No, Nora no está en su casa. Está conmigo en mi casa en Nueva York, también está Matthew conmigo. Están aquí desde hace un mes.

Eso me deja un poco más tranquila.

—Bien, tomaré el próximo vuelo que salga.

—Avísame cuando tomes el vuelo. Nos vemos pronto. —Cuelga.

Entonces entro al departamento y lo primero que hago es ir directamente a mi habitación para tomar mi maleta y empacar mi ropa. Saiko, quien está sorprendida por mi llegada tan repentina, se acerca a mí.

—¿Jennifer? ¿Qué haces? —La noto alarmada—. ¿Por qué empacas tu maleta tan apresurada?

Tomo un momento, no sé cómo decirle esto. Así que tomo aire y la miro directamente a los ojos.

—Voy a regresar a Estados Unidos.

Saiko me mira confundida, pero pronto parece entender.

—Es por Nora, ¿Verdad?

Me quedo callada, no quiero decirle que sí, pero no puedo mentirle. De pronto, ella se me acerca y me toma de las manos con mucha delicadeza.

—¿Qué pasó? —me pregunta con una extraña tranquilidad que me deja perpleja.

Perdóname, AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora