34. Wyatt cuida de Lilu ❤

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— Mañana no podré venir a verte. — Dijo Anderson terminando su tarea para las siguientes semanas en el hospital.

— ¿Y eso? — Pregunto Edward, ella había venido a visitarlo sin falta todos los días, aunque Wyatt la acompañara a veces y otras no, a la hora que podía, se quedaba una o dos horas y luego se iba.

— Voy a visitar a mi abuela y se la presentaré a Wyatt. — Admitió con sinceridad.

— ¿Por qué le vas a presentar a tu abuela a Wyatt? — Pregunto Edward extrañado.

— Porque dijo que llevará a mis amigos. Cuando salgas del hospital seguramente te lleve también. — Admitió esta.

— ¿Y Christoffer ya la conoce? —

— ¿Quieres que sea sincera contigo? — Edward asintió.

— No quiero presentarle aún a mi familia a Christoffer porque él es un chico bueno, sus padres le dan una vida cómoda, ambos se aman. Tiene la vida de ensueño. Él no entenderá o no asimilará de manera fácil la manera en que yo vivo. — Dijo está guardando sus cosas.

— ¿Y de qué forma vives? —

— No tan bien como todos piensan, mi vida no es perfecta Edward, y yo tampoco lo soy, pero no considero que Chris esté listo para presentarlo a mi familia. —

— ¿Y yo sí? — Edward se cruzó de brazos frustrado, se sentía un tonto por cómo había actuado con ella a sus espaldas, ahora la veía hasta diferente. Quizás era porque la sangre de ese Ángel ahora corría por sus venas.

— Tú eres uno de mis mejores amigos, vas a quererme igual. ¿Quieres que te lea más poesía? — Pregunto ella sacando un libro que tomó prestado de la biblioteca con una colección de poemas del mundo traducidos.

— No sé en qué me ayuda eso. — Negó Edward cruzado de brazos.

— Ayuda a liberar el alma supongo. O si quieres solo podemos hablar o podríamos jugar al psicólogo y su paciente. — Edward rió.

— ¿Jugar? ¿Todavía juegas? —

— Me gusta jugar, a veces es mejor tener la mentalidad de un niño. Ves el mundo desde una perspectiva diferente y aun tienes fe en la humanidad. — Edward negó riendo.

— Yo no le tengo mucha la verdad. —

— Yo sí. Aún quedan personas buenas fuera. — Dijo ella sonriente.

— ¿Y cuantas conoces? —

— Conozco a muchas en realidad. — Dijo Anderson haciendo cuentas en su mente. — Aunque eso los incluye a ustedes. — No sabía si era porque ahora tenía la sangre de Anderson circulando por sus venas, pero quería abrirle los ojos y mostrarle la clase de alimañas que tenía por compañeros, ahora todo esto le parecía de verdad muy cruel.

— ¿Tú perdonarías a una persona que juega contigo y que te hace daño? — A Anderson le extraño la pregunta, pero asintió sin pensárselo mucho.

— Yo no soy quien, para juzgar a nadie, pero sé que todos somos humanos cometemos errores y nos equivocamos. ¿Por qué no habría de perdonar a alguien que es igual a mí? — Nadie es igual a ti, pensó Edward, la puerta se abrió fuerte y los chicos entraron y vieron asombrados a Edward, este tenía el rostro con unos cuantos moretes, pero al menos se movía.

— Creo que es hora de irme, el trabajo llama y lo dejó en buenas manos. — Dijo Anderson guardando sus cosas, sonriente.

— ¿Tan rápido te vas? — Christoffer murmuró cuando ella se acercó a besarlo en la mejilla, y él le robo unos cuantos besos.

El Demonio es un Ángel © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora