Capitulo 4

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Las mandíbulas de todos cayeron cuando Willy Wonka abrió las puertas y los ojos se ensancharon cuando observaron con asombro el paisaje que tenían enfrente. El Señor Wonka parecía emocionado al ver las reacciones que sus invitados tenían por el lugar, así que miraba al paisaje y a los invitados fijamente.

Prados verdes, un hermoso puente con hierbas brillantes, árboles de caña de azúcar con brillantes manzanas de caramelo colgando de sus ramas. Tambien habían objetos con forma de calabazas de diferentes colores, pero lo que más sorprendió a Emma fue la gran cascada de chocolate que desembocaba en un río y después en un lago grande.

—No pierdan la cabeza, niños. Tengan cuidado —Wonka les dijo, deteniendo su caminata— Por qué es fácil emocionarse. Traten de mantener la calma.

Emma no podía dejar de observar con asombro el lugar, pero al menos lo sabía disimular. En cambio Augustus, tenía boca completamente abierta y había dejado caer su barra de chocolate a medio comer.

—¡Fantástico! —Charlie y Emma murmuraron a la vez, para después mirarse y reír levemente.

—¿Qué? —Wonka los miró— Oh si, es fantástico.

El Señor Wonka la miró por unos instantes, aunque se sorprendió al notar que ella no apartaba su mirada de la suya y viceversa. Emma le sonrió, ganándose una mirada nerviosa por parte de él, antes de comenzar a caminar de nuevo.

—Cada gota del río es de chocolate fundido de la mejor calidad —les indicó Wonka, mientras todos lo seguían hasta la orilla del río.

Willy se detuvo frente a la gran cascada de chocolate, haciendo que Emma percibiera el exquisito aroma del cacao puro.

—La cascada es lo más importante, ahí se bate el chocolate y se mezcla para que sea más ligero. Por cierto, ninguna fábrica en el mundo mezcla el chocolate con este método, mis niños, y esa es toda la verdad.

La señora Beauregarde miraba de más a Wonka, lo que por alguna razón molestó a Emma. La señora estaba más emocionada por la presencia del hombre que por lo que veía. Charlie y el abuelo Joe abrieron las bocas con asombro, intentando absorber más el delicioso olor que emanaba la cascada. Emma solo seguía mirando a Wonka, el cual también la miraba por el rabillo del ojo. Veruca hizo un ruido de impaciencia y la empujó levemente para que caminara a la par de ella y padre.

Bajaron por unos escalones de colores que se sentían blandos bajo sus pies. Emma notó una red de tuberías conectadas que flotaban sobre la superficie del chocolate. El Señor Wonka siguió la vista de Emma y se detuvo nuevamente.

—Esos grandes tubos aspiran el chocolate y lo distribuyen por toda la fabrica. Son miles de litros por hora, si —Emma asintió levemente, prestando atención a las pequeñas ondulaciones que perturbaban el chocolate.— ¿Y... les gusta mi pastizal? Prueben el césped, por favor, háganlo. Es tan hermoso y muy delicioso.

Veruca y Emma rieron un poco ante su peculiar forma de hablar. Lo que en cualquier otra persona hubiera sonado extraño, pero dicho por Willy Wonka, sonaba bien. Emma parpadeó un poco ante lo que acababa de decir el chocolatero.

—¿No nos hará daño? —le preguntó Charlie.

—Pues claro que no — respondió Wonka, acercándose más a todos.— todo se puede comer aquí, hasta yo soy comestible, pero eso sería canibalismo, mis niños. Y esta prohibido en muchas sociedades. —la boca de Emma se abrió nuevamente. Podía escuchar la emoción de Augustus y Veruca— ¡Gozenlo!

Terminó el Señor Wonka con una gran sonrisa y Augustus partió como cohete, el resto de ellos se quedaron para asegurar que decía la verdad.

—A pastar. Háganlo, adelante —Willy asintió con una sonrisa radiante.

Todos corrieron en distintas direcciones. Padre y Veruca abandonaron a Emma ahí mientras ellos corrían hasta un árbol con paletas. Emma suspiró y frunció el ceño.

—Sabes, no tienes que quedarte aquí todo el tiempo. Esta habitación fue construida para ser comida —Wonka se acercó a ella con una sonrisa misteriosa que Emma le devolvió.

—Lo siento, solo que no sé por dónde empezar.

—Bueno, ¿Por qué no con el césped? —le ofreció Willy mientras se ponía en cuclillas y arrancaba un poco del pastizal.

Wonka se quedó con un poco y le ofreció todo lo demás a ella. Al morderlo y ponerlo sobre su lengua se disolvió, dejándole un refrescante sabor a menta.

—Es asombroso —rapidamente Emma se colocó el resto en la boca y Wonka se hecho a reír, comiendo el suyo.

—Bueno, si te gusta eso entonces prueba una de las manzanas con caramelo, son deliciosas y pegajosas —Wonka colocó una de sus manos sobre la espalda de Emma y la dirigió hasta el árbol más cercano.

El toque el hombre le produjo un extraño sentimiento de vergüenza que hizo que se sintiera cohibida ante su presencia. Era tan alto que hacía que ella se sintiera demasiado pequeña. No era para nada bajita, así que le sorprendía aquello, pues todos los demás solían ser de su estatura o más pequeños.

Wonka se estiró y tomó dos manzanas, manchando sus guantes. Emma tomó una mientras observaba como Willy se limpiaba en su abrigo, ensuciandolo un poco. Emma se rió de la situación incómoda y solo pudo observar el tinte rojo inundar las mejillas de Wonka.

—Ven acá —Emma sacó un pañuelo que había llevado para Veruca. Quitó cuidadosamente la mancha del abrigo, quedando solo un poco visible.

—Gracias —le dijo Wonka, suavemente, mordiendo la manzana que se encontraba en su mano.
Emma, siguiendo su ejemplo, enterró sus dientes en su manzana.

—Mmm... —dijo ella, intentando sacar los dientes con dificultad.

—Es pegajosa, ¿no?

Emma asintió, cubriéndose la boca y pasando la lengua por los dientes en caso que hubiera quedado algún residuo pegados en ellos.

—Señor Wonka...

—¡No!... Te dije que tú podías llamarme Willy —la corrigió, interrumpiendola.

—Esta bien, solo si tú me llamas Emma —respondió tímida.

—Por supuesto que si, me gusta tu acento, por cierto —Willy la halagó— eres la primera británica con la que converso.

—Gracias, aunque el tuyo es mucho mejor —Willy negó suavemente, sonriendo.

Ambos se miraron por un corto tiempo, pero el suficiente para que Willy viera su mano izquierda y se asustara.

—¿No eres muy joven aún para estar comprometida? —le preguntó, interesado.

—¡Oh dios, no! ... Por alguna extraña razón mi madre me obliga a usarlo desde que tengo catorce —ante esa declaración, Willy parecía sumamente aliviado.

—Antes muchas princesas usaban un anillo desde temprana edad —rió— es gracioso, ya que al parecer tú y tu hermana fueron criadas así, como princesas.

—Bueno, de cierto modo rechacé la riqueza la mayor parte del tiempo. Prefiero ganarme las cosas por mí misma.

Eso era cierto, unos años atrás había conseguido un empleo de mesera en un restaurante. Lamentablemente padre se había enterado de eso unos meses antes de que salieran los boletos dorados y la había obligado a renunciar cuando se enteró.

—Estoy sorprendido, tú y tu hermana no se parecen en nada —Willy la miró asombrado— pensé que serían iguales.

—Si, ella es mimada —Willy asintió, comprendiendo.

—Emma... —probó Willy después de unos momentos de silencio— Me gusta.

Un mechón de cabello cayó en su frente y Willy se acercó más a ella, quitándose uno de sus guantes y colocando el cabello detrás de su oreja.

—Tu cabello es de un color mejor al chocolate con leche.

Los ojos de Willy habían tomado una expresión vidriosos, como unos minutos antes, perdido en sus pensamientos. Ella se sintió un poco incómoda, pero aprovecho que el hombre no estaba prestando atención para pasarse una mano por su cabello, halagada por tal comparación o halago.

Emma Salt ⟨••Willy Wonka••⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora