Capitulo 1

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Queridos habitantes del mundo. Yo, Willy Wonka, he decidido permitir que seis niños visiten mi fábrica este año y además, uno de estos niños recibirá un premio especial que jamás se hubiera podido imaginar.

~Seis boletos dorados están dentro de las envolturas de papel de seis barras de chocolate Wonka. Estás barras de chocolate podrían estar en cualquier tienda, de cualquier calle, de cualquier ciudad, de cualquier país del mundo.

—Padre, quiero uno de esos —Veruca comentó mientras apuntaba con el dedo al televisor.

Emma solo arrugó la nariz con desagrado al escuchar aquella petición. Amaba a su hermana menor más que a nada, si, pero odiaba lo mimada y grosera que era todo el tiempo. Su padre siempre les daba todo lo que pedían sin pensar, pero Veruca siempre se aprovechaba de ello. Era una niña mimada y malcriada.

—Pero hija —su padre respondió con seriedad— Son solo seis boletos y podrían estar en cualquier lugar del mundo.

—No me importa. ¡Lo quiero! —Veruca gritó con fuerza, cruzándose de brazos y haciendo un puchero falso— También Emma debería obtener uno, así que consíguelos.

—Está bien —concedió su padre mientras miraba a su hija menor— no puedo decirle que no a esa carita.

—Por mí no tienes que preocuparte —Emma respondió rápidamente, intentando que padre le hiciera caso.

—¡Vamos, no seas modesta! Se que también deseas uno de esos boletos tanto como lo hace tu hermana —madre le respondió, bebiendo su margarita. Era la octava del día.

—Está bien —Emma respondió mientras suspiraba por lo bajo, esperando que dejaran el tema de lado.

Desde pequeña había aprendido a dejar ganar a sus padres en las discusiones aunque estuvieran equivocados, pues así evitaba la molestia de escucharlos sobornarla por horas hasta que aceptara lo que querían. Odiaba aquello, sin duda alguna.

X

—¡Madre, Padre, Emma! —el grito de Veruca resonó en cada rincón de la mansión. Emma inmediatamente dejó de lado su libro y bajó hasta la primera sala de estar.

—¿Qué sucede? —padre le preguntó con cansancio.

—Mira, ese chico obeso ha encontrado uno de los boletos dorados -
—Veruca apuntó al televisor que mostraba a un chico pelirrojo con la boca cubierta de chocolate.

~El día de hoy nos encontramos en Düsseldorf, Alemania.

Me comí la barra Wonka, pero un pedazo no era de chocolate, o coco, o nuez, o mantequilla de maní, o turrón, o pasas, o caramelo, o almendras. Así que me lo saque de la boca, ¡Y era el boleto dorado!

Augustus, ¿Cómo vas a celebrarlo? le preguntó uno de los reporteros.

Comiendo chocolates respondió el chico, sacando una barra de su bolsillo, para después comérselo con satisfacción.

Sabíamos que Augustus encontraría el boleto dorado, ya que él come tantas barras de chocolate al día que era imposible que no encontrara uno.

~Fué el primer boleto dorado del que se tiene noticia.

—¡Papá! —Veruca renegó— ¡Consigue los boletos ahora!

—Es un muchacho desagradable —madre comentó, mirando aún el televisor.

X

Padre había comprado miles de barras por mayoreo. Era dueño de una empresa de maní y nueces que se había pasado de generación en generación en la familia Salt. El hombre había aprovechado a sus cientos de empleados y a cada sección le había dado varias cajas de chocolates Wonka, pagandoles por abrir las envolturas y buscar los boletos. Para Emma aquello era una total pérdida de tiempo y dinero. Estaba haciendo un gasto innecesario y sobre todo, cansancio de sus trabajadores. Les daba una jornada laboral más larga, con menos sueldo, pues creía que pagándoles con el chocolate que abrían les bastaría.

Veruca molestaba más que nunca y sus padres no hacían nada por reñirle en cada rabieta que hacía. Decir que Emma estaba irritada era poco. Diariamente gritaba a su padre: "¡Dónde está mi boleto y el de Emma!
¡Quiero mi boleto dorado!"

Si madre también estaba cansada de aquello, así que aquella mañana había obligado a Emma a llevar a Veruca al establo para montar a caballo. Recientemente padre le había comprado un nuevo pony por tanta insistencia. Que mejor para ellos que deshacerse de la pequeña niña por al menos un par de horas.

Emma amaba a los animales y sobre todo amaba dar paseos a caballo, así que subió al suyo, ignorando las constantes quejas de su hermana por lo lento que era su poni.

—Ya no quiero montar —Veruca se quejó mientras hacía muecas y se cruzaba de brazos.

—Entonces vete a casa —Emma respondió, bajándose de su caballo y acariciandole el lomo.

—¡Vámonos ahora!

Emma no tenía ganas de discutir, así que dejó a su caballo con los encargados de cuidarlo, al mismo tiempo que le dejaba un poco de agua al poni de Veruca. Ambas hermanas caminaron por el gran campo, hasta que entraron a la mansión. Justo después de que Emma cerró la puerta detrás de ella, se sobresaltó al ver a su madre de pie a un lado de ella.

—Niñas, su padre tiene una sorpresa para ambas —respondió la mujer sin siquiera inmutarse.

Las hermanas siguieron a su madre hasta llegar al primer comedor. En cuanto estuvieron ahí notaron la figura de su padre, sonriendo ampliamente con autosuficiencia.
Sacó las manos de detrás de su espalda y ahí estaban, dos boletos dorados.

Emma se molestó, aunque no lo hizo notar. Ella estaba muy segura que al fin habría algo que Veruca no podría tener, pero se había equivocado. La niña comenzó a caminar hasta colocarse frente a su padre y extendió la mano para tomar uno de los boletos. Veruca sonrió anchamente e inspeccionó el boleto dorado que sostenía con fuerzas. De repente borro la sonrisa.

—Y ahora, quiero otro Poni.

—¡Maldición! —Emma se quejó por lo bajo, con unas inmensas ganas de asfixiar a Veruca.

—¡Emma Sophia Salt! — se escandalizó su madre— Ese no es un lenguaje apropiado para una señorita.

Emma rodó los ojos con molestia, pues odiaba que la llamarán por su nombre completo, además le era muy frustrante que su hermana pudiera hacer lo que quisiera y nunca le decían nada. En cambio a ella, con la primera cosa que hacía mal era castigada.
Ansiaba ser mayor para abandonar ese lugar y tener su propia vida sin tantos lujos.

Emma Salt ⟨••Willy Wonka••⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora