Capitulo 37

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El tiempo pasó más rápido de lo que Emma había imaginado, pues cuando menos lo pensó todos los invitados ya estaban en sus lugares correspondientes. Eran muchas caras desconocidas. Las únicas personas que seguían en movimiento eran aquellos que habían sido contratados para encargarse de preparar el banquete.

Ella se encontraba lista desde temprano, así que solo esperaba su destino sin poder hacer nada. Para ese punto ya ni supiera podía dejar de moverse porque sus pies dolían demasiado y eso aumentaba cada vez más mientras estaba de pie en la entrada principal esperando que le dieran la señal para comenzar a caminar en el altar.

Miraba a todos los invitados mientras imaginaba cómo serían sus reacciones al verla entrar sola, pues se había negado rotundamente a que su padre la llevara hasta el altar. Incluso se había comenzado a reír un poco por la situación, pero él hombre la tomó dolorosamente del brazo, así que ahí se dio cuenta que había sido en vano quererlo tener lejos en ese momento.

—No tan fuerte —Emma se quejó, el agarre dolía bastante.

—Es para que no se te ocurra escapar —su padre le respondió con aburrimiento— no creas que esto lo hago por ti.

—Como si pudiera hacerlo —Emma suspiró con cansancio— hay demasiada seguridad en el lugar, apuesto que si intentara escapar no llegaría muy lejos.

—Pero aún así eres escurridiza y estoy seguro que en algún punto querrás escapar. Por lo menos si estoy aquí contigo te será difícil.

Emma rodó los ojos y se recargó en su pie izquierdo, los pies la estaban matando. Al instante recordó los zapatos deportivos que su madre le había dado más temprano en la mañana, pero sabía que no tendría ningún segundo libre para ir por ellos, así que en un segundo en que su padre se movió para dar una instrucción a unos de los empleados, se quitó los tacones y los lanzó a un rincón que tenía en uno de sus lados. Esperaba que su padre no se diera cuenta del cambio en la estatura, pero no notó nada. El vestido era demasiado largo como para que sus pies se vieran.

—No entiendo tu afán por hacer todo esto —Emma le dijo a su padre después de unos segundos de silencio— no ganas nada más que el odio de tu familia.

—En este momento de la vida no creo que haya nada mejor que el dinero, gracias a eso ustedes siempre tuvieron lo que quisieron —padre le contestó.

Emma no alcanzó a responder nada, ya que comenzó a sonar la típica marcha nupcial y la puerta principal fue abierta. A pesar de la desgracia que estaba por pasar, el lugar se veía hermoso. Toda su vida soñó con estar así con la persona que amaba, con el atardecer hermoso que tenía frente a ella.

Emma estaba tan ensimismada en los colores del cielo, así que se quedó quieta. El señor Salt no dudo ni un segundo en jalarla con fuerza para hacerla caminar a pesar de que todos estaban viendo. Sin los tacones estaba mucho mejor, pero aún así seguía sintiendo mucho cansancio y dolor.
Al dirigir su mirada al largo pasillo alcanzó a ver a Benjamin, el cual tenía una enorme sonrisa bastante falsa, aunque aquello no lo notaban los invitados, pues mientras pasaba por sus lados podía escucharlos comentar sobre lo enamorado que se veía el novio.

Era el momento de la verdad, el momento en que su vida cambiaría por completo, así que disfrutó sus últimos pasos como soltera. Cuando ambos llegaron al altar, su padre le soltó el brazo. Pudo sentir que su mano picaba bastante, así que supuso que se debía a que le habían apretado el brazo más fuerte de lo que pensaba. El señor Salt le dio una mirada de advertencia a su hija antes de retirarse. El hombre caminó hasta la primera fila, en la cual ya se encontraba Veruca y su madre con su sobrino sentado en las piernas.

—Bienvenidos. El día de hoy estamos aquí reunidos para unir en sagrado matrimonio a Benjamín y Emma —el juez de paz los miró a ambos— Cuando por fin se encuentran dos almas...

Emma Salt ⟨••Willy Wonka••⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora