Capitulo 19

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Con dificultad había salido por la ventana y aunque se dio un buen golpe al caer al suelo, corrió con todas sus fuerzas por el enorme jardín, hasta que salió de Salt Manor. El camino era bastante largo, pero con esfuerzo llegó a la parada de autobús más cercana. No conocía para nada la forma en que funcionaban, pero siempre había una primera vez para todo. Una parte de ella quería volver a su hogar, con su madre y Veruca, pues quería protegerlas de las garras de su padre, pero sabía que no podía regresar. Su madre había hecho un esfuerzo enorme por ayudarla a salir y no podía defraudarla.

La dirección que le dió su madre indicaba que tenía que ir a Canterbury, así que aunque le daba vergüenza preguntar por su ignorancia, consiguió subirse en dos autobuses y transbordar en otro. Había mucho tráfico, así que el viaje duro varias horas. Estaba agotada, pero no cerró en ningún momento los ojos para no perder la parada.

Recordaba levemente aquel sitio. Cuando era más pequeña, su madre solía llevarlos los fines de semana a acampar. Padre siempre estaba ocupado y solo esos días madre podía salir de paseo, así que aquello lo hacía más emocionante. Todo eso de perdió en el momento en que Veruca nació.

A pesar de que Inglaterra solía tener un clima húmedo y nuboso, ese día en especial estaba soleado y caluroso. Caminó lentamente por la ciudad, contemplando las calles y la arquitectura de los hogares.

Cuando era niña, su madre solía levantarla al amanecer para comprar pan recién horneado y hacer un picnic desde temprano para que el día durara más. Eran recuerdos que Emma jamás olvidaría, cuando las únicas preocupaciones que tenía era no pisar las líneas en el suelo o que el monstruo en su armario la asustara.

Siguió ensimismada en el paisaje pintoresco del lugar hasta que sintió algo golpear sus rodillas. De inmediato un fuerte llamado infantil la asustó. Emma no pudo contener el equilibrio y cayó de bruces al suelo.
Al instante miró al frente para ver lo que había pasado y sus ojos se toparon con un pequeño niño rubio tendido en el piso. Era bastante pequeño, así que no tenía más de dos años. Al verlo, inmediatamente recogió al pequeño entre sus brazos, pues sintió una inmensa ternura.

—Lo siento mucho —repetía Emma una y otra vez mientras le sacudía el overol que llevaba puesto.

El pequeño la miró, dejó de llorar y comenzó a reírse mientras aplaudía.

—Ma ma ma —repetía el pequeño.

—¡Jason!.

El grito femenino hizo que ambos miraran a lo lejos a una mujer acercándose con rapidez. Ella pensó qué tal vez se llevaría una reprimenda por hacer llorar al pequeño, pero no le prestó mucha atención a aquello. Estaba más preocupada por el estado del niño, que al parecer había golpeado su cabeza duramente.

—Una disculpa, señorita —aquella voz masculina le resultaba bastante conocida a Emma—¿Se encuentra bien?

Unos fuertes brazos la ayudaron a levantarse, mientras que una mujer la ayudaba tomando al pequeño niño.

—Si claro, estoy bi... —estaba a punto de terminar la oración, pero en el instante en que levantó la mirada de quedó pasmada.

Un azabache alto y con imperturbables ojos grises la miraba con asombro.

—¿Emma? —preguntó el azabache boquiabierto.

—¿Milo? —Emma preguntó de la misma manera.

—¿Se conocen? —una hermosa pelirroja preguntó con curiosidad mientras mecía al pequeño en sus brazos.

—Cariño, ella es Emma —Milo dijo con emoción mientras tomaba a la Salt entre sus brazos.

Emma Salt ⟨••Willy Wonka••⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora