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Primer tono de llamada. Segundo tono de llamada. Tercer tono de llamada. Comienza a desesperarse y a ponerse nervioso. Cuarto tono de llamada. Y va a dar el quinto cuando descuelgan al otro lado de la línea.

- ¡Raoul, rubio!- grita amistosamente Mireya desde su teléfono.

- Mireya, tengo dudas. Sobre una cosa. Te necesito. ¿Te interrumpo?- le pregunta Raoul, muy nervioso.

Mireya nota el nerviosismo de su amigo y deja lo que estaba leyendo sobre la cama.

- No, dime. ¿Qué ocurre?

- Tengo... A ver, voy a empezar desde el principio. Hoy le he enseñado a Ago la ciudad.

- ¿Ago?- le pregunta ella.

- Sí, es... sus amigos le llamamos así.- se justifica Raoul.- El caso es que... cuando me he ido no he podido evitar respirar muy hondo cuando le he abrazado porque ha sido uno de los mejores días de mi vida.

- ¿Os habéis liado?- pregunta la malagueña a bocajarro.

La pregunta casi le produce un paro cardíaco a Raoul, con tan solo imaginar la estampa. "Ojalá" piensa.

- No, Mire, no.- responde.- Le he enseñado la ciudad. Hemos comido donde Santi.- le informa.- Pero... espero cosas de él... y pienso cosas sobre él... que no debería. Que no son propias de mí.

Mireya no tarda mucho en llegar a la conclusión.

- ¿Te ha dado por pensar... que te gusta?

Raoul ahoga un grito.

- No es algo tan descabellado, rubia.- le increpa Mireya.

- Mireya... de ser así, que no lo sé porque ni me lo había planteado... es uno de mis bailarines, la que se liaría sería catastrófica. Caeríamos en un cliché horrible que se remonta a décadas de artistas.

Mireya no sabía que responderle.

- Quizás debas planteártelo. Aunque caigas en un cliché de décadas.- acaba por decirle.

Raoul suspira sonoramente y se toca el pelo. Mireya, en esa pausa de su amigo decide, que mañana en el concierto se fijaría en cómo es la relación que mantiene su amigo con el bailarín en cuestión.

- Bueno, el caso es que hoy has pasado buenos momentos con un amigo. Porque, ¿lo consideras tu amigo al menos no?- le consuela Mireya.

Raoul ni lo piensa cuando responde automáticamente.

- Claro, eso sí.

- Pues amiga, creo que deberías pensar sobre el chico canario para aclararte.

- Gracias Mire, siempre sabes qué decir.- le dice Raoul desde el corazón.- Te prometo que pasado mañana, mañana no porque es el concierto, quedo contigo.

Mireya sonríe al otro lado de la línea, si él supiera.

- Vale, rubio. Te echo de menos.- le dice ella.

- Nos vemos en dos días Mire.- se despide antes de contar.

Raoul sale del coche, que había aparcado hacía un rato, pero no se había atrevido a abandonar por si alguien en casa ponía el oído en su conversación. Cuando llega al interior de la casa, da las buenas noches a sus padres, que están en el salón viendo una película, y se va a la cama. Mañana será un día bastante intenso, y no sólo para él.

A pesar de tener entradas de M&G, Mireya y Alfred se levantaron temprano para hacer la cola en el concierto. Alfred tenía a muchos amigos de Twitter que quería saludar y ver. A Mireya le parecía que hacer la cola del concierto formaba parte de la experiencia, y había que vivirla al completo. Cuando llegaron, Alfred vestido con lo que le eligió Mireya, y con sillas de la playa, había ya mucha gente haciendo cola y guardándole sitio a amigos que llegarían más tarde. Se sentaron donde esta acababa y, mientras Mireya socializaba con la gente que iba delante de ella en la cola, Alfred se disculpó para ir a buscar a algunos conocidos.

Limerencia |RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora