Capítulo 64

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–Lo que me faltaba para completar este día, la voy a asesinar. ¿Donde está? –Grité eufórica buscando a Margot por toda la habitación –¡Margot, ven acá!

–¡Tranquila, tranquila! –Me sostuvo Robert de los brazos.

–No me toques, suéltame

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–No me toques, suéltame. –Me aparté de él. –Jamás creí que ustedes iban a conspirar contra mi. ¡Margot, será mejor que salgas de donde quiera que estés!

–Aga yo solo pensaba que te ibas a alegrar. –La escuché decir al otro lado de la puerta.

Corrí para abrirla pero esta tenía seguro y lo fulminé con la mirada.

–Abre la maldita puerta. –Lo miré ceñuda y cabreada.

–No lo haré hasta que te calmes y me escuches.

–Sabes que no me puedes obligar, soy menor que tú. –Dije intentando una vez más abrir la chapa de la puerta.

–Corrección, ya tienes 18 aunque ahora si te ves menor, pareces una niña malcriada que no quiere obedecer a lo que le estoy pidiendo.

Lo miré indignada por las palabras que me decía aunque si parecía una niña malcriada, no me importaba, lo que quería era alejarme de él.

–Margot, cuando salga de aquí lo vas a lamentar. –Fue todo lo que dije y me senté en el sofá que había frente a nosotros.

–Buena elección. –Dijo. Suspiré al darme por vencida, lo seguí con la mirada y vi que buscaba algo entre sus cajones. –Tengo un obsequio para ti.

–No quiero nada que venga de ti. –Recalqué.

Ágatha, eso no está a discusión. –Me miró serio.

Resoplé.
Me sentía demasiado furiosa, había caído como tonta en este absurdo plan.

Automáticamente se me vino a la mente cuando vi a Margot llegar junto a Robert esta mañana y su misteriosa conversación. Ahora todo tenía sentido. Me sentí avergonzada al haber pensado semejante estupidez sobre Margot.
No podía ser que él haya llegado a tanto. Me había sorprendido mucho aquel beso en la hora de receso, pero al punto de esto, era extremo.

Se acercó a mi con una caja en sus manos decorada con tonos pasteles y un pequeño lazo encima.

–Ten, ábrelo.

Dudé unos segundos en aceptar la caja y abrirla.

–No me gusta abrir las cosas, más que en mi casa.
Robert se quedó pensando un rato por lo que dije y me entornó los ojos.

–Entonces vamos, te llevo y lo abres en tu casa frente a mi. –Se levantó y lo vi muy metido en su idea.
Negué rápidamente.

–No, no. –Lo detuve. –No quiero que vayas a mi casa, ni siquiera lo pienses, sólo que no me gusta abrir los regalos en público. ¿Entiendes?

No temas a las Leyes de la Atracción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora