Capítulo 54

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A la mañana siguiente me había despertado mucho antes de la hora marcada en la alarma que la mayor parte de los días usaba para obligar a mis ojos abrirse, pero este día había sido la excepción.
Estuve la mayor parte de la noche divagando en lo que me había dicho mi madre y pensando si Tomas se atrevería a tanto conmigo, por lo que había dormido tres a cuatro horas aproximadamente.
Tenía desconfianza de ir al colegio, no sabía exactamente lo que iba a pasar pero tenía una corazonada combinada con un poco de curiosidad frente a todo este asunto.
Me levanté finalmente de mi cama y comencé a hacer la rutina diaria antes de cada clase, esta vez me vestí con el uniforme de educación física y bajé al comedor.

–Pensé que ya te habías ido. –Dije saludando a mi madre que estaba terminando de desayunar.

–Me levanté tarde y el ingrato de tu padre no dio tiempo a esperarme. –Cogió los platos y los puso en el fregadero. –Me llevaré tu coche, ya estoy de salida.

Hice un mohín instantáneamente acompañado de una mueca en mi rostro.

–¿y en qué iré yo? Y ¿Dylan?

–Entonces te paso dejando pero es ¡ya!, no tengo suficiente tiempo. A Dylan lo llevó tu padre.

–Okey, deja y voy por mi mochila.

Mi madre si de apuros se trataba podía ser incluso más rápida conduciendo que mi padre. Desde que mi relación con Robert se había terminado, llegar un día temprano al colegio ya no significaba nada, ahora solo me molestaba llegar siquiera cinco minutos temprano pero ahora por lo menos podía desayunar a gusto, lo que no había hecho en mi casa por la prisa de mamá.

–Gracias por el aventón. –Bajé del auto y cerré la puerta a mi espalda.

–¡Gatita suerte con Tom! –Gritó desde el interior del auto y luego se despidió para partir a toda marcha.

Por suerte, nadie había estado cerca para escuchar semejante grito vergonzoso. No hubiera imaginado si eso lo pudiera haber escuchado Tom, sin duda me moriría de la vergüenza.

Entré al colegio y no había ninguna alma presente en todo el camino que me había tomado llegar hasta el bar.

¡Menos mal Ágatha!, eres la primera en abrir el colegio.

El señor Walter, que era al que más le consumía la comida, me saludó como de costumbre y me indicó lo que tenía disponible por el momento.

–Mejor prepáreme un batido de frutos rojos y una empanada de queso. –Sonreí.

–Muy bien niña Ágatha, ya la atiendo. Mientras tanto, puede esperar aquí adentro si gusta. –Ofreció.

Asentí y me dirigí a tomar asiento junto a la rectangular mesa que se encontraba en el lugar, cuando entré me sorprendí al ver una silueta familiar.
Robert.
Me quede parada sin decir nada, no esperaba encontrarlo aquí tan temprano. Era demasiado temprano para la hora que acostumbraba a venir al colegio.
Vaya manera de coincidir.

–Adelante señorita Daddario. –Se animó a hablarme mucho antes que mis pies quedaran incrustados en el suelo de por vida –No se quede ahí parada tan de mañana.

Me indicó un asiento que estaba a pocos centímetros del suyo.
Me estaba mirando a los ojos, una expresión fría pero tranquila, no parecía tener las intenciones de atacarme como lo había estado haciendo últimamente.

No temas a las Leyes de la Atracción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora