CAPÍTULO 13° PARTE 1/3

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——Aparentemente en calma——

Dedicado a user08537028

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La familia López y Córcega estaban en la sala esperando en que momento llegaría él muchacho, cosa que sucedió enseguida.
Pancho, Susana, Doña Crisanta, Lupita, Julio y Sebastian se pusieron de pie al ver a Cuauhtémoc acercarse.

La expresión de Pancho se endureció de pronto.

Lupita no esperó en tenerlo más cerca si no que salió corriendo para abrazarlo.
Y Cuauhtémoc miró a toda su familia en una pregunta silenciosa en la mirada, pero nadie dijo nada. Solo parecían muy contentos de verlo, al menos asi sentía que era con los menores de la familia.

—Ahm... hola familia. —Dijo con un atisbo de nervios, bajó la mirada hacía Lupita y se puso a peinar sus cabellos con los dedos distraídamente. Al mismo tiempo Sebastian le dio un golpe en el brazo de forma amistosa para llamar su atención, al conseguirlo el mayor le dio un espacio para abrazarlo. Levantó el rostro para ver a su familia. —¿Que hacen?... ¿Por que el rostro serio? —Preguntó para tratar de aligerar el ambiente, una sonrisa se marcó en su rostro sin poder evitarlo.
De pronto sentía unas ganas de hacerlo, de reír.

—Nos enteramos de que te quedaste atrapado en la bodega. —Dijo Lupita. —Y con quien. —Susurro ella. Cuauhtémoc ya lo temía, pero una cosa era sospecharlo y otra confirmarlo. Ahora entendía la razón de la mirada de su padre.


Diego estaba mirando la ventana de su habitación, con su mirada pérdida en el espacio.
Estaba en un pequeño trance, pensando en él.
En ese tipo tan desagradable que había conocido.

—Ojala no regreses estúpido italiano. —Susurró sin mucha convicción, aunque de ello no se dio cuenta, como tampoco se dio cuenta de que se estaba tocando los labios con la punta de los dedos, de forma tan distraída que pasó desapercibido por su mente.

Se dejó caer sobre la cama.


En otro punto de Oaxaca, Guido estaba en el auto de su prima Cassandra, ésta lo miraba de vez en cuando, no había dicho nada en todo el camino, sin embargo tenía una actitud demasiado pensativa.

Y tampoco quiso sacarlo de su trance.

Por lo que Guido tuvo más tiempo de seguir pensando en él, ese chico que lo había mordido, mayor razón por la que no emitía palabra, el solo mover la lengua le era una tortura.
Pero lo vivido nadie se lo quitaba... aun podía sentir el sabor de aquella boca en la suya, el sabor de aquel beso, aunque efímero le había gustado.

Que lo llamaran creído, pero podía afirmar que a Diego también le gustó su beso.
Sonrió de lado sin poder evitarlo.

Aunque solo eran minutos los que le quedaba para irse y no volver quiso pasarlos pensando en el pequeño complicado.



Pancho se acercó a su hijo, los niños se hicieron de lado.
Pero no dijo nada, sin embargo Doña Crisanta se tomó la libertad de hablar.

—Mijo que bueno que estas bien. —Dijo Doña Crisanta abrazándolo, abrazo que correspondió gustoso.

—No se preocupe Doña Crisanta. No me pasó nada. —Aseguró él para tranquilizar el asunto, y era cierto, se encontraba perfectamente bien, quizá exceptuando que aun le dolía ligeramente el golpe que habia dado al caer de la altura de la escalera junto con Aristotéles.
Más bien, le dolía todo el cuerpo.

—Si, pero estar ahí metido por horas no debió de haber sido nada lindo. —Dijo Doña Crisanta y el asintió seguro de ello. Por que en realidad pues no había sido nada agradable estar encerrado, menos con Aristotéles– aunque en el fondo no deseaba que fuera de otra forma– que no dejaba de provocar una aceleración en su pulso.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora