CAPÍTULO 31° PARTE 3/3

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——Sentimientos verdaderos y verdades difíciles de afrontar——



Aristotéles tocó varias veces el timbre del pequeño departamento que tenía enfrente, cuando se abrió, la cara adormilada de Roberto se apareció.

—Dime que el edificio no se esta quemando o es un simulacro —dijo tallandose un ojo, con desgana observó a Aristotéles con un solo ojo abierto y el otro cerrado.

Aristotéles lo miró con pena, después de como se había comportado con el en la noche anterior, no supo ni como había tomado la decisión de perturbarlo tan temprano.

Sobre todo por que el joven se veía tan cansado mirándolo y en pijama.

—Solo vine a disculparme por lo de anoche. No suelo beber —dijo Aristotéles ladeando la cabeza,  apenado y miró a Roberto sonriendole con amabilidad.

—¿Aristotéles? Chingada madre, ¿viniste solo para fastidiarme con eso viejo? —preguntó mientras se recargaba contra el marco de la puerta.

Aristotéles suspiró ruidosamente, sabiendo que el castaño tenía mucha razón en reclamarle.

—Eh. No... también por que tengo un problema muy feo —confesó rascándose la cabeza.

Por mucho que Roberto deseara botarlo de su casa o detestarlo, no pudo y suspiro mirando a Aristotéles mientras el casi odio que sentía por el por haberlo despertado iba desvaneciéndose dando paso a la calma.

—Yo también —confesó mientras bostezaba, cubriéndose la boca—. El hermano del novio de mi hermana se quedó a dormir en mi depa, entra y me cuentas que te aflige, como yo no hice doble turno ayer —dijo sarcástico.

—Lo lamento, pero si no lo hablo con alguien voy a explotar y posiblemente vaya al consultorio de Axel y lo golpee antes de preguntarle si es verdad o mentiras de Diego —dijo Aristotéles, en el momento en que entró a la sala de Roberto se recargo en una columna y miró a la habitación de Roberto, esperando que el amigo del chico no saliera, por que después de la última vez que lo conoció fue de muy poca ayuda. No era mala persona, pero si de pocas ideas con respecto a las relaciones gais.

Roberto miró a Aristotéles entrecerrando los ojos.

—¿Sabes hacer café? —le preguntó y Aristotéles asintió—. Pues hazme uno si quieres que te oiga señor-cantante molesta-amigos que trabajan como mulas de día y noche.

—La verdad lamento, lamento, lamento tanto molestarte, pero Sofia esta trabajando en el estudio (mientras el hablaba, Roberto se sentó en un sofá), hasta creo que ya va a avanzar de puesto, asi que menos va a tener tiempo de hablar conmigo. Cristina y los otros están en sesiones de fotos, y, solo me quedas tu —señaló con vergüenza hacia él.

—Ajamm... solo queda el sonso que no puede escapar —dijo adormilado, cansado se recostó sobre el sofá y abrazó un cojín—. Ya haz el cafesito, que ya llega el menso con el pan.

—¿No está aquí?

—No, pero le di llaves, por eso supe que no era el cuando tocaste la mugre puerta.

—Bien, haré café. Espero que me relaje un poco eso —comentó para sí mismo.

—Aja, cuentame eso de que tu primo te lo quieres madrear por una mentira de ¿quién? —preguntó, alzó una pierna sobre el respaldo del sofá y se disponía a dormir, por que si ese café no entraba en su sistema, no fusionaría la conversación con Aristotéles.

—Diego —empezó el rizado, se dirigió a la cocina sacando una olla de metal que Roberto usaba para hacer café—... bien, Diego apareció hoy en mi departamento diciéndome una sarta de idioteces que no se que pensar. La neta... no se que pensar.

Cuando habla el Corazón (Aristemo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora